Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi

Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi
Tango, Radio y más Historias, blog distinguido por su aporte a la difusión del Tango, sus autores e intérpretes.

viernes, 20 de abril de 2012

Anselmo Aieta - Biografía - 20 de abril de 2012

Anselmo Aieta
AIfredo Aieta nació en el barrio de  San Telmo el 5 de noviembre de 1896 y murió en la misma ciudad el 25 de setiembre de 1964. Fue el penúltimo de los once hijos de los inmigrantes calabreses Francisco Aieta y Rosa Cascardo. La joven académica Irene Amuchástegui lo ha recordado como un intuitivo que lo ignoraba todo acerca de la notación musical. No fue el primer orejero del tango. Tal vez, hasta que apareció Delfino casi todos lo eran, quien más, quien menos.
Chico pobre, obligado a trabajar desde la infancia porque en su casa había trece estómagos que reclamaban combustible, aprendió el complicado manejo del bandoneón gracias a la generosidad del Taño Genaro (Genaro Sposito), un fueyero, autor de La cubanita, que en 1920 se fue a Francia con Pizarro y allí hizo su carrera. El chico tenía un oído musical prodigioso. Pronto le crecieron las ambiciones y se puso a tocar en los cafés e, inclusive, a dirigir una orquesta. En 1912 (a los 16 años) desgranó su primer tango, La primera sin tocar (expresión ésta del juego del rango y mida). Contemporáneo fue El Huérfano, que trascendió más tarde, hacia los años veinte, cuando Francisco García Jiménez (por mediación del violinista Rafael Tuegols, que lo había tenido por colaborador en Zorro gris) le adosó los versos que dicen: "Un día te cruzaste mujer, mi camino, yo andaba por ía sombrío y al azar". Gardel grabó estos alejandrinos en 1923; poco antes, omitiéndolos, habían grabado El Huérfano las orquestas de Canaro, Firpo y Maglio.
Con aquel tango que aún se recuerda comenzó una tesonera y curiosa colaboración entre un músico intuitivo y un poeta que procuraba perfeccionar constantemente sus recursos literarios, picaba alto y se sintió muy feliz cuando por los años sesenta comenzó a publicar en el suplemento rotrograbado de La Prensa. Una nómina de las composiciones debidas a estos dos fecundos creadores exigiría demasiado espacio. Digamos que Gardel llevó diecisiete de ellas al fonógrafo, incluida Viva la Patria, compuesta para celebrar el derrocamiento del gobierno constitucional de Hipólito Yrigoyen. Festivas algunas, otras dramáticas, irónicas éstas, descriptivas aquellas, todas muestran en Aieta una creatividad inusual. Aieta, como Arólas, no llevaba la música desde la cabeza, donde bullía como un crisol incandescente, a las líneas del pentagrama; ella pasaba del corazón a la cabeza y de la cabeza al bandoneón, convocada muchas veces por los versos previos de García Jiménez, en cuya retórica no exenta de complicaciones ("en el naipe del vivir suelo acertar carta de la boca", "bajo los chuscos carteles pasan los fíeles del dios jocundo) se introducía con gran soltura el músico.

Tras su experiencia con Canaro -quien no lo recuerda en sus memorias-, Aieta se cortó solo y llegó a comandar tres orquestas a la vez, señoreando en los palcos más asediados por el público -incluido el de "El Nacional"-. Las dirigía desde su fueye, que pulsaba a la antigua y sonaba personalisimo. Sus composiciones fueron centenares y le rentaron para vivir a lo grande y cultivar el deporte de los príncipes, que eso dicen que es el turf. Aún se oyen sus clásicos, aún dan su cuota parte a sus herederos Siga el corso. Alma en pena, Palomita blanca. Suerte loca. En plena efervescencia de los músicos de conservatorio, este orejero impar estaba en los atriles de las grandes orquestas; Troilo le grabó diez piezas; Pugliese, cuatro; Fresedo, doce; Piazzolla, La chiflada, el 30 de junio de 1945, y Héctor Mauré se empinó, con su versión de Príncipe (tango estrenado, dicho sea de paso, por Marambio Catán casi a la altura de Gardel. Irene Amuchástegui ha dicho que Aieta escribió más de 300 obras destinadas a los más ilustres intérpretes y al silbido de los porteños más rasos. ¡Caray! ¿No habrá sido el silbido el primer sonido del tango?




JOSÉ RIAL

José Rial nació en Buenos Aires el 14 de noviembre de 1896 y murió en la misma ciudad el 8 de julio de 1954.
Fue quien enseñó a los porteños que los amigos se cotizan en las malas y en las buenas, y que es bueno repartir la chaucha cuando el Gran Dispensador nos asigna una porción demasiado crecida de esa legumbre.
Fue Rial un poeta de barrio, sin duda el primero de los poetas de barrio que se inclinó hacia el lado del tango.
No era poeta de barrio Pascual Contursi, sino de cabaret y lenocinio; no lo fueron tampoco Celedonio, demasiado letrado para serlo, ni, ciertamente, José González Castillo que se codeaba con la alta cultura. La musa del barrio no es iletrada, pero tampoco abunda en letras; tiene buen oído poético y algo entiende acerca de rimas, de censuras y de cadencias. No cuenta las sílabas con los dedos, sino con el instinto, y a veces se le enreda la sintaxis. Es sencilla y candorosa, tiene el alma blanca y si acaso piensa que está más alto que cuanto la realidad afirma. nunca está demasiado bajo. José Rial, varón del Parque de los Patricios, vecino del Barrio de las Ranas, pero sin nada de ranero ni de ranún, dejó para las letras del tango una página ineludible, tan sabia como algunas de Gorrindo, como otras de Discépolo, y afirmada en sus convicciones como el acento másculo de Gardel: Preparate pal domingo.
Un enamorado del tango, acucioso y veraz, Eduardo Visconti, se convirtió en biógrafo -casi hagiógrafo- de Rial . Por él sabemos que el vate llegó al tango como Razzano desde una de las legendarias troupes criollistas, la denominada Gloria, Patria y Tradición.   
Un vecino que lo quería y admiraba, Guillermo Desiderio Barbieri, guitarrista de Gardel desde 1921, le puso música a ciertos versos de Rial, que no carecen de acento benotiniano: "Porque yo sueño cómo te aprecio, de que a mi lado te he de tener". Son los del vals Rosas de otoño, que Gardel grabó, no sólo porque la música era de su guitarrista leal hasta la muerte, sino porque la reminiscencia payadoril le cala muy grata. Esta composición ha podido ser, a la vez, sin apartarse de la floricultura, el vals Rosas de otoño y el tango Tus violetas. "De sus cuarenta y siete obras registradas en SADAIC -anota Visconti-, sólo unas veinte tuvieron difusión al haber sido grabadas e interpretadas para la radiofonía o espectáculos públicos". Nueve de ellas, lucubradas y laboriosamente escritas por este juglar arrabalero, fueron cantadas por el Zorzal, y perduran en su voz (que perduran también en estas páginas: Corazoncito, Ebrio, Hágame el favor, Pobre amigo, Preparate p'al domingo. Primero yo, Resígnate hermano, Rosas de otoño o Tus violetas y Se llama mujer). No son obras que acrediten notable originalidad, pero lo que nadie podrá negarles es autenticidad: la tienen por sus metáforas campesinas (Podrás cambiarte de aperos, pero de costumbres no), por un no infrecuente ladearse hacia el cultismo (En mi semblante claro se ve, tu suplicado ruego, el perfume de tu amor y tu gracia espiritual) y por el tono apodíctico que encuentra su extrema y feliz manifestación en Preparate p'al domingo ("Estos datos bien pulenta se brindan por amistad").
Un poeta de barrio no podía sino ser anarquista o radical. Rial fue radical, aunque tuvo el buen gusto de no mezclar el tango con sus preferencias políticas. Un fino instinto alejó siempre a los tangueros genuinos de esa mezcla peligrosa. Se mencionará Viva la patria... Aparte de que la excepción confirmaría la regla, son los de ese tango versos que pertenecen a Francisco García Jiménez, hombre que rondaba la alta cultura y que en sus años postreros se ufanaba de colaborar en el suplemento literario de La Prensa.
Humilde pero altivo, Rial, a propósito de quienes desdeñaban sus letras, escribió alguna vez: "¡Qué me importan los gorriones si ya me cantó el Zorzal...! Me gustarla cifrar en él a todos los poetas de barrio que le dieron voz al tango e hicieron que el promedio de las letras esté más cerca del pueblo que de la Facultad de Filosofía y Letras.




martes, 17 de abril de 2012

Rodolfo Sciamarella Biografía - 17 de abril de 2012



RODOLFO ANÍBAL SCIAMARELLA

Rodolfo Aníbal Sciammarella nació en Buenos Aires, en el barrio de Barracas, el 8 de octubre de 1902 y murió en la misma ciudad el 24 de junio de 1973.
El 25 de mayo de 1973 había asumido la presidencia de la Nación el doctor Héctor J. Cámpora; el 20 de junio había arribado Juan Perón al aeropuerto de Morón, porque el de Ezeiza estaba siendo ensangrentado por la interna de su partido; el 16 de julio había renunciado Campora, y Perón, en su nueva casa de la calle Gaspar Campos, aguardaba su hora más gloriosa.
Aquel 25 de junio salió de esa casa muy temprano para despedirse de Sciammarella en la capilla ardiente de SADAIC. El autor de Por cuatro días locos había alegrado su exilio en la quinta de Puerta de Hierro, en Madrid.
La familia Sciammarella era filarmónica: cada uno de sus miembros tañía algún instrumento. A los 24 años Rodolfo compuso un tango y le pidió letra a su amigo el periodista José María Caffaro Rossi. Este escribió la de No te engañes corazón, pero no pudo 'firmarla porque Ángel l. Sojo, el director de La Razón, donde era redactor muy destacado, lo conminó: o el periodismo o La milonga, Caffaro optó por el periodismo, Sciammarella firmó entonces la letra, y su amigo perdió buenos derechos de autor, porque el tango fue estrenado por Ignacio Corsini en el sainete de Pablo Suero La vida comienza mañana. El caballero cantor lo grabó el 13 de noviembre de 1926 y Gardel, el 26 de junio de 1928. Gardel había grabado ya otro tango de Sciammarella, ¿Por qué me das dique? {letra de Luis A. Alonso, 1926), más tarde grabaría Che, Bartolo y Vieja Recova, ambos con letra de Cadícamo, en 1929 y 1930 respectivamente. Suman un gran número las canciones populares que llevan música de Sciammare1la y algo menos las que tienen versos de este autor y pianista, a quien la naturaleza había negado, obviamente, el don de la poesía. pero lo había dotado de una capacidad extraordinaria para seguir y aún para inducir los esguinces del gusto popular.  Sus éxitos son innumerables.  Se vinculó tempranamente al cine, y en el filme Dancing (1933) Amanda Lidera entonó su tango No quiero ver te más; en Ayúdame a vivir (1936).  Libertad Lamarque le cantó Arrepentido, y enseguida todas las canciones de Besos brujos (1937). La misma Líber le había cantado, en el filme Tango (1933). Andate. Pero ya las composiciones de Sciammarella habitaban gargantas ilustres:  la de Azucena Maizani (Llevátelo todo) y la de Tania (Quien hubiera dicho).
Su adhesión al peronismo, para el que escribió, entre otros cantables, la marcha Evita Capitana, aconsejó a Sciammarella poner distancia cuando Juan Perón fue destituido; llamado "tirano prófugo" y requerido por la justicia. Para entonces Sciammarella ya había prosperado con Salud, dinero y amor y Por cuatro días locos. En España, donde vivió diez años, continuó prosperando, con jingles comerciales en los que ponía en juego una desbordante alegría de vivir y una imaginación musical inagotable. Su firma aparece. siempre airosa, en composiciones de diverso perfil y envergadura, desde No quiero verte llorar, a propósito, para la voz dolorida de Agustín Magaldi, hasta la marcha Isabelita; desde el vals Cuando estaba enamorado hasta esa bella elegía de Antonio Rodio, Parece mentira de la que Charlo dejó una versión impar (1935) con la orquesta de Francisco Canaro. Sciammarella cruzó orondamente la guardia del Cuarenta. y murió relativamente joven, a los 71 años. SI hubiera tenido una yapa, tal vez habría alcanzado a hacerle un gol al mismísimo rock nacional.

domingo, 15 de abril de 2012

Enrique Saborido - Biografía - 15 de abril de 2012


Enrique Saborido
El autor de La Morocha nació en Montevideo hacia 1877 y murió en   Buenos   Aires   el    19   de setiembre     de     1941,     mientras desempeñaba tareas  administrativas en la intendencia de Guerra.
«Algún piano mandaba tangos de Saborido», escribió Borges en Fundación mítica de Buenos Aires. Haber sido citado por Borges proporciona cierta sensación de inmortalidad que el autor de esta nota también puede disfrutar. Decir Saborido es decir La Morocha; para los más entendidos es también decir Felicia. Sin embargo, esos tangos que mandaba el piano evocado por Borges podían ser también El Pochocho, Mosca muerta, Berlina de novios, Caras y Caretas, ¿Qué haces de noche? o cualquiera de los otros muchos que Saborido compuso en el transcurso de una vida relativamente breve.
La historia de La Morocha ha sido muchas veces contada, con detalles diferentes que no comprometen la veracidad general. La cosa fue en la Navidad de 1905, en el bar "Ronchetti" (de Reconquista y Lavalle), apeadero de niños bien donde era familiar la bella figura de la tonadillera uruguaya Lola Cándales. Habría sido esta dama quien estrenó La Morocha, después de que Ángel Villoldo pusiera versos cupleteros (aunque inspirados en un poema de Orosmán Moratorio) a la melodía de Saborido. Luego Flora Rodríguez de Gobbi incluyó la pieza en su repertorio e igual cosa hizo otra tonadillera de aquellos años, Lola Membrives, que devendría una de las actrices más importantes de la lengua española. El hecho es que Saborido hizo una carrera un poco distinta a la de los otros creadores del tango. Por lo pronto fue bailarín y profesor de baile, con academia propia, de modo que cuando el tango dominó a París, hacia 1910, el joven pianista se contó entre los primeros docentes que abrieron academia del otro lado del Atlántico. Cuando llegó, en 1913, ya estaban allí Villoldo y el mismo Gobbi, que habían ido a grabar canciones y monólogos y a presentarse en el varieté. Y estaba también tangueando y ganando concursos, muy de chiripá y tamañas espuelas nazarenas, Bernabé Simarra, con su perfil de tomahawk (hacha de los pieles rojas), según lo vio en 1912 el gran caricaturista Sem. Para entonces, Saborido se había presentado ya en el Paláis de Glace, en una demostración organizada por Antonio Demarchi con el noble propósito de reiterar que el tango no era precisamente un baile obsceno, como afirmaban, entre otros, don Leopoldo Lugones y don Enrique Larreta. Aparentemente le fue bien en París. Lo acompañó entonces como pianista Carlos V. Geroni Flores (el negro Flores, dice Bates). Saborido y el autor de La cautiva se jactaban de haber sido los introductores del tango en Francia. Cuando llegaron, sin embargo, la fiebre del tango ya se había desatado allá.
La primera gran guerra, como se sabe, dispersó a los tanguistas que se hallaban en Europa. Los Gobbi se fueron a España, donde actuaron y grabaron muchísimo y Simarra también anduvo por allí. Saborido regresó y aquí siguió tocando y componiendo. En enero de 1932 formó en la orquesta de la guardia vieja, dirigida por Juan Carlos Bazán y Ernesto Ponzio, que se presentó en el teatro "Nacional", en una suerte de pendant con el "tango moderno" representado por ¡Roberto Firpo! Se había quedado adherido al recuerdo de las carpas de Adela, detrás del Colegio Militar, en el Parque Tres de Febrero, donde se bailaba sobre el piso de tierra. Como Borges, Saborido había visto bailar el tango contra un ocaso amarillo. Pero también lo había visto bailar en París, en los suntuosos th.es tango y champagne tango. Un día se recluyó en su casa de Villa Devoto, junto a su hija Rosario, se agenció un empleo público para ayudarse a vivir y compuso todavía alguna cosita. Había escogido la nostalgia, confundiéndola tal vez con la autenticidad. A lo mejor fue por eso que Borges lo recordó en su poema.


miércoles, 11 de abril de 2012

Enrique Pedro Maroni - Biografia - 11 de abril de 2012

Enrique P, Maroni
Pedro Maroni nació en Bragado (Provincia de Buenos Aires) el 17 de marzo de 1887. En 1914 ya estaba en Buenos Aires, ciudad donde murió el 30 de diciembre de 1957. Sería impropio decir que en esta capital realizó toda su obra pues ella se inició en su pueblo natal, cuando César Ratti le estrenó, en 1912, Los bohemios de Bragado.
Maroni fue principalmente un hombre de teatro aunque su nombradla fuera más bien producto del tango y de la radio. Su primer sainete, Mala cría, compuesto en colaboración con Rogelio Giudice, fue presentado en el teatro "Buenos Aires" en 1917. Muchos siguieron a éste, olvidados todos, pero no demasiado injustamente. Un programa de cabaret, estrenado el 6 de junio de 1924 y compuesto en colaboración con Pascual Contursi, merece, sí, un recuerdo, porque en su representación el actor uruguayo Juan Ferrari cantó, con música del tango La Cumparsita, de Matos Rodríguez, los versos que comienzan "Si supieras ", dando origen a un largo pleito al que ya nos referimos en la biografía del famoso músico uruguayo. Dice el estudioso, uruguayo también, Horacio Loriente: «La letra de Si supieras la firman Contursi y Maroni, pero éste tuvo la lealtad de confiar a José Di Clemente que le pertenecía en su totalidad a Pascual Contursi. Como el sainete era de los dos, las cosas quedaron así para la historia».
El cancionero de Maroni comprende un centenar de composiciones, unas más afortunadas que otras en términos de éxito, pero de parejo valor. De ellas Gardel grabó catorce, que es un buen número: Callecita de mi barrio (A. Laporte, O. Gasparini), Cicatrices (A. Avilés), Compañero (Filiberto), Chola (A. Polito), La borrachera del tango ( A. Avilés), La hija de j apone sita (R. Montes, J. de la Vega), La mina del Ford (F. del Negro), La salteñita (F. Scolatti Almeyda) Machaza mi suerte (F. Pracánico), Micifuz (A. Avilés), Rosal de amor (A.D. Riverol), Si supieras, Tortazos (música firmada por J. Razzano y atribuida a L.E. Casaravilla Sienra) y Virgencita de Pompeya (Filiberto). No debe dejarse de mencionar que Ignacio Corsini le grabó (el 29 de noviembre de 1927), con toda la letra, el tango Hipólito Irigoyen, que lleva música del mismo poeta. La orquesta de Francisco Canaro lo grabaría pocos días más tarde, el 9 de diciembre, es decir, en plena campaña electoral (cuando al autor de esta nota, que tenía ocho años, alguien le había enseñado a gritar "Irigoyen, presidente; Melo-Gallo, que reviente").
Maroni desarrolló una extensa labor radiofónica. Se anticipó en décadas a los comunicadores que hoy leen frente al micrófono los titulares de los diarios; el leía párrafos íntegros, con una hermosa voz persuasiva y una dicción ejemplar. Aunque en 1937 una revista lo hubiera designado locutor N° 1, era mucho más que un locutor (también, aunque en otro estilo, eran mucho más que locutores Juan Carlos Thorry, Jaime Font Saravia, Iván Casado, Iván Caseros, Carlos A. Taquini, Carlos Ginés, Alberto Aguirre y otros, sin reposición ni clonación). De aquellos años, por tantos motivos fundacionales, son los tres libritos de versos que dejó Maroni: La humilde cosecha (1929), Arreando sueños (1932) y Camino de violetas (1932). Al primero pertenecen las famosas décimas Apología del tango, una de las cuales dice: «Tango que me hiciste mal / y que sin embargo quiero / porque sos el mensajero / del alma del arrabal, I No sé qué encanto fatal / tiene tu nota sentida / que la mistonga guarida / del corazón se me ensancha / como pidiéndole cancha / al dolor que hay en mi vida».
Una importante avenida de Bragado lleva el nombre de Maroni. Su tumba está en esa noble ciudad. Hace pocos meses con mi mujer y una delegación de la Academia Nacional del Tango depositamos una rosa sobre ella.


martes, 10 de abril de 2012

Juan Maglio (Pacho) - Biografia - 10 de abril de 2012

Juan Maglio
Juan   Maglio   -o   "J. Pacho Maglio", como dice la partitura de su primer tango, El Zurdo, dedicado al jóquey Luís Laborde- nació en Buenos Aires (barrio de   Palermo)   el   18   de noviembre de  1880 y murió en el hospital  Ramos  Mejía de  la misma ciudad, el 14 de julio de 1934.
En 1906 Francisco Canaro coincidió con él en un peringundín de Guaminí (provincia de Buenos Aires) y lo vio como un muchacho simpático, de cutis trigueño tirando a pálido, que usaba bigotes con las guías hacia arriba sostenidas por cosméticos. Su padre era bandoneonista aficionado y de él aprendió las primeras notas; las demás se las enseñó Domingo Santa Cruz, el autor de Unión Cívica, Para 1909 ya se había fogueado en más de un café y a los cafés volvería después de las zapadas en las casas non sanctas del interior, hasta tener el suyo propio, " Ambos Mundos", sobre la calle Paraná casi esquina Corrientes. Héctor Bates -fuente perenne de información, donde todos mojamos los labios de vez en cuando- lo entrevistó tres días antes de que el querido músico muriera, en la misma sala del hospital, y tomó nota de la numerosa clientela que llenaba aquellas instalaciones, atraídas por el embrujo de su fuelle, Pacho, a quien le había prendido como apodo la cariñosa reprimenda paterna, -eh, sei pazzo?- ya conocía, por entonces, el halago de la placa impresa. Había formado un conjunto con Pepino Bonano (violín con corneta), Carlos Hernani Machi (flauta) y Luciano Ríos [guitarra), y grabado varias decenas de tangos para Tagini permisionario de la firma Columbia. Los avisos publicitarios del año 1913 registran 16. Es fama que esos discos se vendían como pan caliente, que la gente pedía "un pacho**, sin importarle de qué tango se tratara. Él mismo declaró que en 1914 había levantado con los discos 12.000 pesos.
Su trajinar fue luego el habitual de los tanguistas; cafés; bailes carnavalescos; escenarios, donde era corriente hacer figuraciones escenográficas de cabarés, con palco y todo. En 1923 comenzó a grabar para discos Nacional. Ya se lo contaba entre los primeros que habían llevado el tango a los salones de la haute, donde lo bailaban el Maco Milani, Ricardo Güiraldes, Vicente Madero y otros jóvenes de abolengo, con damas que podían ser Beba de González Bonorino o Victoria Ocampo. Clamorosas temporadas en el café "Nacional", donde acaudilló a músicos cuyos nombres derrotaron al olvido (Rodolfo Biagi, Elvino Vardaro, Juan Polito, Federico Scorticati y, en 1932, Aníbal Troilo), giras, viajes a Montevideo, discos y más discos. Como, pese a haberse iniciado en la vida trabajando de peón en un horno de ladrillos, tenía inclinaciones literarias, escribió y logró estrenar algunas obritas teatrales (una comedia, un drama, un poema gaucho) que firmó con el seudónimo Oglima. El mismo seudónimo lo utilizó para firmar las letras de varios tangos, entre ellos Llegué a ladrón por amarte, y no le faltó tiempo para componer un buen número de piezas muy valiosas: Armenonville, El tío soltero, Maderito (dedicado a Vicente Madero), Cuasi nada, Royal Pigalle, Sábado Inglés (tal vez el más importante de todos). .

El nombre de Pacho es hoy menos frecuente que el de Canaro y el de Firpo en boca de la tanguería. Sin embargo, como bien dice el estudioso Orlando Del Greco, estaríamos desacertados si dijéramos que en el apodo Pacho no está resumido todo el tango. Murió demasiado joven [a los 54 años), pero alcanzó a ver el triunfo de Gardel, los refinamientos de De Caro, el sinfonismo de Canaro (Halcón negro) y de Firpo (Cabaret de Cristal). Antes de todo eso, en 1925, cuando la guardia nueva era todavía una criatura de pecho, se acaloraba y decía: ¿Cuál es la característica negativa de los tangos de hoy? La ausencia de un sentimiento emotivo, viril y ardiente... El tango llorón y fofo de ahora carece de personalidad. Tal vez ignorara que estaba coincidiendo con Borges,

domingo, 8 de abril de 2012

Ramón Silva Valdez Biografía



RAMÓN SILVA VALDES

Nació en Montevideo el 15 de octubre de 1887 y murió en la misma ciudad el 9 de enero de 1975.
En 1972 obtuvo el Gran Premio Nacional de Literatura del Uruguay.
Fue Silva Valdés quien formuló la escuela poética conocida por nativismo. Dos libros de poemas, muy bellos, demuestran andando el movimiento nativista:  Agua del tiempo (1921) y Poemas nativos (1925).
Siempre es bueno recordar que cuando Silva Valdés aún escribía con influencias de Darío y Herrera y Reissig, un poeta cordobés, Ataliva Herrera, publicaba, en 1916, su Poema nativo. De donde podría inferirse que el nativismo, como el tango, tiene doble nacionalidad. Ya en el primero de aquellos dos libros, Silva Valdés había incluido algunos temas propios del tango, como el cabaret criollo. El poeta emparentaba el tango con el arrabal, con esa zona de nadie en que lo campesino se entreteje con lo urbano.
En una revista de tangos, La canción moderna, cuando aún era dirigida por su creador, Dante A Linyera, Silva Valdés desarrolló su pensamiento: Yo quise llevar al tango un poco hacia atrás, hacia los buenos tiempos del tango primitivo criollo; y por eso evoqué el ambiente desaparecido de las academias. de las chinas almidonadas, etc. y el músico, interpretándolo inteligentemente (se refiere a Ramón Collazo, El Loro, que musicó Agua florida), le comunicó un viejo estilo criollo y de coraje malevo (17 de septiembre de 1928).
El tango tiene su costado silvestre, que musicalmente sintetizó y exaltó Horacio Salgán, con esa maravilla que es Aquellos tangos camperos. Páginas de Carlos Posadas y de Agustín Bardi huelen a campo abierto, del mismo modo que otras de Filiberto perfuman, como la voz de Malena, a yuyo de suburbio. Literariamente el campo no tuvo buena suerte tanguera. Uno diría que cayó en manos de los hermanos Navarrine, pero no está bien emplear expresiones despectivas para referirse a quienes combatieron en las primeras escaramuzas libradas por el tango para conquistar el alma de la gente. No se podría hacerlo sin acusar el síndrome de "M 'hijo el dotor...". De todos modos, fue necesario aguardar que Manzi pusiese su inspiración al servicio de esa temática para que pudiéramos encontrarnos con páginas tan hermosas como Tapera y Campo afuera. Sostengo que esas composiciones deben inscribirse en el nativismo formulado por Silva Valdés: Ahora a los poetas de nuestro tiempo nos corresponde realizar otra forma de poesía con la misma materia típica.
Silva Valdés tuvo vivencias tangueras parecidas a las de Borges, aunque una cosa fuera el Palermo porteño y otra el barrio Palermo montevideano. Bailó el tango en su primera juventud y ya entonces pensaba en buscar una expresión moderna para el sentimiento de un suburbio que tampoco permanecía anclado en la nostalgia. Silva Valdés teorizó sobre el tango en verso y en prosa. Valdrá la pena compilar alguna vez sus ideas tangueras y compararlas con las de Borges. Uno y otro escritor se admiraron recíprocamente e intercambiaron cartas en verso virilmente tiernas.
Su obra no fue numerosa, pero tuvo la fortuna de que Gardel alcanzara a registrar para el disco fonográfico Clavel del aire (música de Juan de Dios Filiberto, 1930), tango del que dejó una bella versión Alfonso Ortiz Tirado, y la cifra Querencia (música del guitarrero oriental Américo Chiriff, 1931). Visitan asiduamente la memoria colectiva el citado Clavel del aire, Agua florida (en la voz de Ángel Vargas), la impagable milonga En blanco y negro, con música del gran Néstor Feria. Tampoco se han borrado los versos con los que compuso sus libros. Sus ideas tangueras tampoco merecen el olvido, aunque el tango no sea cosa del pensar sino del sentir.
En 1959 comenzó a publicar un diccionario lunfardo en el famoso semanario Marcha; pero lo abandonó tras media docena de entregas. Escribió versos lunfardos y fue miembro correspondiente de la Academia Porteña del Lunfardo, en cuyos muros luce su retrato, junto al de muchos otros ilustres trabajadores de la cultura popular.

miércoles, 4 de abril de 2012

Francisco Pracánico Biografía - 4 de abril de 2012




FRANCISCO PRACANICO

Nació en una familia de músicos de la ciudad bonaerense de San Femando el 15 de mayo de 1898 y murió en la misma ciudad el 30 de diciembre de 197l.
A partir de Madre (letra de Verminio Servetto, 1922), Gardel le grabó trece composiciones.
Cuando le pasó aquel tango, como en la casa no había piano, se lo cantó. Cantando empezó su carrera; cantando y tocando la guitarra en un circo. También ejercía otro menester ineludible: tocar el piano en los cines mudos.
En 1914 ingresó en el conservatorio de Adolfo Carabelli y en 1918 era pianista en la orquesta de Augusto P. Berto. Para entonces había compuesto ya su primer tango, Monte Protegido (1916). nombre de un barco argentino hundido por la armada alemana durante la primera guerra mundial. Luego compuso Tatita (1917)) y; en 1918, Pampa, que la orquesta de Roberto Firpo grabó en 1919. Quien escuche este tango y haya escuchado Toda mi vida (Troilo, 1941), si no padece de sordera musical, no dejará de advertir una curiosa coincidencia. En el mismo año Firpo le grabó Lydia; en 1920, Páselo y en 1922, Madre. sin canto. La orquesta Select le grabó Ciudad de San Femando en 1920. Razzano escuchó a Pracánico tocar Madre en la casa de música Romero y Femández, donde tañía el piano, y lo invitó a pasárselo a Gardel. Y allá se fue el hombre, con su pipa y su guitarra. Carlitos, que aún estaba inventando el modo de cantar tangos, no tardó en grabarlo con las guitarras de Ricardo y Barbieri, e Ignacio Corsini se desquitó grabando Sombras (también con versos de Servetto) en 1923. (Gardel grabaría Sombras en 1924 y Corsini, Madre en 1930).
En 1934 Celedonio Flores compuso un poema que al año siguiente incluiría en su segundo libro de versos, Cuando pasa el organito. Se titulaba Corrientes y Esmeralda, nombre que ya había utilizado Enrique Delfino para uno de sus tangos grabados por la orquesta Select, y José Antonio Saldías para un sainete (1925). Pracánico puso música a ese tango cuya letra, menos criptica que la del poema tuvo mucha difusión en la década de 1940.
En 1935. Atilio Mentasti encargó a Piana y Manzi, de quienes El pescante estaba resultando un éxito, un tango para la película Monte criollo, que Arturo Mom rodaría con Azucena Maizani. Manzi escribió los versos, muy hermosos, del tango homónimo; Piana compuso la música. y me contó Piana, con esa humildad conmovedora que lo distinguía: "A Mentasti. no le gustó lo que yo había hecho y entonces le pidieron la música a Pracánico, que presentó una composición muy linda". "¿Y usted qué hizo con la música, Sebastián?". "Y qué iba a hacer. La tiré". Eso de ser llamado en caso de apuro es algo que enorgullece a los tanguistas a Piana también le había ocurrido: cuando Delfino no entregó Lucecitas de mi pueblo para un filme de Lumiton porque no le pagaban lo que él quería, el autor de Milonga sentimental tuvo que escribir a toda carrera la música de Noche provinciana.
Francisco Pracánico era un músico cabal con el que se podía contar. Por eso, sin duda, en 1925, cuando Maurice Chevallier e Ivonne Vallée se presentaron en el teatro Porteño y Manuel Romero quiso hacerles cantar un tango, escribió los versos y pidió la música al gran sanfernandino. "Nunca podré olvidarte, tango querido del arrabal, y allá, en Montmartre, tu melodía, por todas partes me seguirá". Y no por otra razón el gran cantor paraguayo Samuel Aguayo, a quien se tiene por el inventor del chamamé -y la verdad es que lo inventó en la medida que Gardel inventó el tango-, pidió a Pracánico la música de Corrientes Poty.
La obra de Pracánico -Praca, como le decía Gardel, quien a Canaro le decía Cana- es numerosa y diversa. Podrían citarse la ranchera Hasta que ardan los candiles (1931), que además de Gardel le grabó Charlo. y los tangos Te odio (1929) y Mentiras (1932), sobre versos de Cele Flores. que tuvieron la misma suerte.
Nuestros tanguistas han sido, por lo general, muy fecundos, y Pracánico no resultó la excepción. Salvo en San Femando. donde es tenido, con todo derecho, como una gloria local, su nombre no alcanzó, sin embargo, la repercusión lograda por otros músicos que podrían igualarlo, pero no superarlo. Por estas cosas ha de ser que se pinta a la justicia con una venda en los ojos.

lunes, 2 de abril de 2012

Eduardo Rovira Biografía 2 de abril de 2012




EDUARDO ROVIRA

Eduardo Rovira nació en La Plata el 30 abril de 1925 y murió en la misma ciudad el 29 de julio de 1980.
En 1969 declaró:
 “A mí me interesa llegar a la esencia del tango, a los enlaces armónicos, a la variación de los ritmos, al desarrollo de las frases”.
Buscó la esencia por el camino de la música, pero muchos caminos llevan a Roma.
Salgán, Piazzolla y Rovira son los caudillos de la cruzada renovadora del tango, iniciada por el tiempo en que Julio De Caro disolvió su orquesta y el ímpetu de los cuarenta se había agotado. Los tres se arrimaron, en incursiones audaces y felices, a la gran música de escuela, pero nunca se fueron del tango, más bien siempre estaban volviendo, como dijo Troilo con relación a su barrio. En el fondo eran músicos populares, inclusive desde un punto de vista cuantitativo: en 1969 Rovira declaraba haber compuesto 200 tangos y 92 composiciones de esa otra música -si acaso hubiera otra-, que la pereza mental llama clásica. Pero en su identikit musical el tango era el rasgo prominente. Releo el programa del recital que ofreció en el teatro "Regina" el 27 de julio de 1971: allí están sus obras de avanzada, está A fuego lento, de Salgan; Ciudad triste, de Tarantino; pero también, A los amigos, de Pontier, y Mensaje, de Discépolo. En su última larga duración, Que lo paren, están Mi noche triste y La Cumparsita.
Por lo demás, lo mismo que Piazzolla, se mantuvo fiel al bandoneón, padre o hijo adoptivo del tango, según se lo mire. De ese disco dijo el crítico Vargas Vera que se encuentran allí la pujanza y el nervio tanguero. Estos dichos no definen la tanguedad del Preludio de la guitarra abandonada, pero son los que en lenguaje ideológico suelen llamarse datos de la realidad. El tango no debería ser un sistema de exclusiones o menosprecios. El mismo Rovira menospreciaba el tango-danza, y en lo que a Piazzolla atañe, su menosprecio se desparramaba en abanico. Salgán -espíritu abierto- dijo alguna vez que todos los tangos son el tango. D' accord.
El itinerario tanguero de Rovira fue el ya trillado, una orquesta aquí, otra más allá, aquí la de Alessio, allá la de Alfredo Gobbi, a quien dedicó El engobbíao; también la de Osvaldo Manzi, hasta llegar a sus propios conjuntos. Como el mismo Piazzolla, fue objeto de incomprensiones que, curiosamente, no alcanzaron a Salgán -si es que éste no las mató con la indiferencia-, pero le faltó la polenta de Astor para hacer su propia música contra viento y marea. Por eso, porque las contrariedades económicas lo agobiaron, o por una cuestión de temperamento, no alcanzó una gran trascendencia. “La influencia de Astor -anota Oscar del Priore, que conoció a Rovira como pocos- es notoria en la música contemporánea. En cambio, la de Rovira no se ve porque la mayoría realmente no lo conoce”.
Cuando apareció Sónico, sumé muchas horas escuchándolo. Y cuando, con Oscar De Elia, seleccionamos sesenta leitmotiv tangueros, de otros tantos autores, para el concierto Sesenta tangos en sesenta minutos, incluimos el de la bellísima composición que daba nombre al LD. El 4 de octubre de 1972, en el Nuevo Cine York, de la ciudad de Olivos, Rovira ofreció un concierto de tangos, con sus músicos -entre los que se contaba Reynaldo Nichele- y la colaboración de Antonio Carrizo. Aquella función, realizada en beneficio de la Academia Porteña del Lunfardo, fue una de sus últimas presentaciones. Luego se recluyó -o poco menos- en La Plata, estudió el corno inglés y dirigió la Banda de la Policía. En tanto, seguía buceando en el torrente del tango para descubrir sus fuentes. Sábato lo comparó con Stendhal. por haber sabido expresar un espíritu romántico mediante un lenguaje austero.