Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi

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Tango, Radio y más Historias, blog distinguido por su aporte a la difusión del Tango, sus autores e intérpretes.

domingo, 8 de abril de 2012

Ramón Silva Valdez Biografía



RAMÓN SILVA VALDES

Nació en Montevideo el 15 de octubre de 1887 y murió en la misma ciudad el 9 de enero de 1975.
En 1972 obtuvo el Gran Premio Nacional de Literatura del Uruguay.
Fue Silva Valdés quien formuló la escuela poética conocida por nativismo. Dos libros de poemas, muy bellos, demuestran andando el movimiento nativista:  Agua del tiempo (1921) y Poemas nativos (1925).
Siempre es bueno recordar que cuando Silva Valdés aún escribía con influencias de Darío y Herrera y Reissig, un poeta cordobés, Ataliva Herrera, publicaba, en 1916, su Poema nativo. De donde podría inferirse que el nativismo, como el tango, tiene doble nacionalidad. Ya en el primero de aquellos dos libros, Silva Valdés había incluido algunos temas propios del tango, como el cabaret criollo. El poeta emparentaba el tango con el arrabal, con esa zona de nadie en que lo campesino se entreteje con lo urbano.
En una revista de tangos, La canción moderna, cuando aún era dirigida por su creador, Dante A Linyera, Silva Valdés desarrolló su pensamiento: Yo quise llevar al tango un poco hacia atrás, hacia los buenos tiempos del tango primitivo criollo; y por eso evoqué el ambiente desaparecido de las academias. de las chinas almidonadas, etc. y el músico, interpretándolo inteligentemente (se refiere a Ramón Collazo, El Loro, que musicó Agua florida), le comunicó un viejo estilo criollo y de coraje malevo (17 de septiembre de 1928).
El tango tiene su costado silvestre, que musicalmente sintetizó y exaltó Horacio Salgán, con esa maravilla que es Aquellos tangos camperos. Páginas de Carlos Posadas y de Agustín Bardi huelen a campo abierto, del mismo modo que otras de Filiberto perfuman, como la voz de Malena, a yuyo de suburbio. Literariamente el campo no tuvo buena suerte tanguera. Uno diría que cayó en manos de los hermanos Navarrine, pero no está bien emplear expresiones despectivas para referirse a quienes combatieron en las primeras escaramuzas libradas por el tango para conquistar el alma de la gente. No se podría hacerlo sin acusar el síndrome de "M 'hijo el dotor...". De todos modos, fue necesario aguardar que Manzi pusiese su inspiración al servicio de esa temática para que pudiéramos encontrarnos con páginas tan hermosas como Tapera y Campo afuera. Sostengo que esas composiciones deben inscribirse en el nativismo formulado por Silva Valdés: Ahora a los poetas de nuestro tiempo nos corresponde realizar otra forma de poesía con la misma materia típica.
Silva Valdés tuvo vivencias tangueras parecidas a las de Borges, aunque una cosa fuera el Palermo porteño y otra el barrio Palermo montevideano. Bailó el tango en su primera juventud y ya entonces pensaba en buscar una expresión moderna para el sentimiento de un suburbio que tampoco permanecía anclado en la nostalgia. Silva Valdés teorizó sobre el tango en verso y en prosa. Valdrá la pena compilar alguna vez sus ideas tangueras y compararlas con las de Borges. Uno y otro escritor se admiraron recíprocamente e intercambiaron cartas en verso virilmente tiernas.
Su obra no fue numerosa, pero tuvo la fortuna de que Gardel alcanzara a registrar para el disco fonográfico Clavel del aire (música de Juan de Dios Filiberto, 1930), tango del que dejó una bella versión Alfonso Ortiz Tirado, y la cifra Querencia (música del guitarrero oriental Américo Chiriff, 1931). Visitan asiduamente la memoria colectiva el citado Clavel del aire, Agua florida (en la voz de Ángel Vargas), la impagable milonga En blanco y negro, con música del gran Néstor Feria. Tampoco se han borrado los versos con los que compuso sus libros. Sus ideas tangueras tampoco merecen el olvido, aunque el tango no sea cosa del pensar sino del sentir.
En 1959 comenzó a publicar un diccionario lunfardo en el famoso semanario Marcha; pero lo abandonó tras media docena de entregas. Escribió versos lunfardos y fue miembro correspondiente de la Academia Porteña del Lunfardo, en cuyos muros luce su retrato, junto al de muchos otros ilustres trabajadores de la cultura popular.