Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi

Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi
Tango, Radio y más Historias, blog distinguido por su aporte a la difusión del Tango, sus autores e intérpretes.

miércoles, 20 de junio de 2012

Alfredo de Angelis - Biografia- Biografia - 20 de junio de 2012



Alfredo De Angelis
De  Angelis  nació   en  Adrogué (provincia de Buenos Aires) el 2   de   noviembre   de   1912   y murió en Banfield el 31 de marzo de 1992.
"Yo comencé a tocar -le recordaba, en 1950, al periodista Ignacio Covarrubias- precisamente en una época en que el tango parecía batirse en retirada. Primero, la música de los Estados Unidos, los fox y los blues que atacaban con brío. Después fue Centro América: sones, boleros, rumbas. Al tango lo estaban empujando nuevamente a ellos y lo iban a dejar en los barrios lejanos.» En realidad no era enteramente así. Cuando De Angelis formó su orquesta, en 1940, para tocar en el "Marabú", y pasó luego al "Marzotto", el tango había renacido de las cenizas en que parecía haberlo enterrado el bolero, y las multitudes se agolpaban sobre la vereda de la Corrientes ya ancha para escuchar a sus músicos y a sus cantores (Enrique Morea y Floreal Ruiz), como en 1913 se habían agolpado sobre la calle Paraná para escuchar a Pacho (calle Paraná, sí, señor, porque eso de que el tango nació en el suburbio también está por verse).
¡Y qué decir del año 1943, cuando Julio Martel reemplazó a Morea y Carlos Dante (veterano ya, pues había nacido en 1905), a Floreal Ruiz! De Angelis disfrutó la adhesión de multitudes, allí donde se presentaba con su orquesta, y también en todo el país, gracias a los 78 rpm y a las transmisiones de radio El Mundo, que durante 25 años llevaron de confín en confín su música de calesita. La batalla más dura la libraría el tango después, en la segunda mitad de la década de 1950, cuando el rock and roll lo fue empujando no al suburbio, sino a las peñas y cofradías, más o menos numerosas, de tangueros que ciertamente no bailan el tango tanto como lo aman.
Lo de música de calesita es una categorización entre cariñosa y despectiva, pero no debería tomarse a mala parte, a menos que se crea que el tango debe derivar forzosamente a música de minorías intelectualizadas. Parecería que los entendus sienten obligación de menospreciar a la orquesta de De Angelis. A la buena gente, sin embargo, no pareció importarle mucho «la escasa ambición musical», que dijo Ferrer, ni el candor, que podría sonar anacrónico, de algunas composiciones (La pastora, Pregonera) comprometió la fidelidad de un público que le permitió vender casi 500 versiones en 37 años de faena discográfica. Lo bueno del tango, o algo de lo mucho bueno que acredita, es que puede satisfacer a todos los gustos y dar respuesta a todos los estados de ánimo de sus fieles. Así como su letra ofrece siempre la explicación de cada una de nuestras peripecias sentimentales, sirviendo a veces de consejo y otras, de consuelo, en el arsenal de su música es posible proveerse por igual de introversión y de escapismo. A lo mejor, una de las razones del éxito de De Angelis debe buscarse en el tono alegre y juguetón de su orquesta. Cuando en 1945 apareció Pregonera, el tango ya había llorado en exceso.

Bandoneonista primero, y enseguida pianista, el autor de El taladro (1946) y otras noventa composiciones, fue también pintor (como su padre, músico aficionado y decorador). Es probable que De Angelis haya recibido de la guardia del Cuarenta más de lo que aportó a ella, pero, en todo caso, dejó en claro que quienes «inclinan sus preferencias por aquellas manifestaciones musicales de extremada simpleza armónica» -para decirlo con palabras de Luis Adolfo Sierra- forman un importante mercado que conviene no descuidar. ¿Será que al tango le está faltando marketing?