RAMÓN
SILVA VALDES
Nació
en Montevideo el 15 de octubre de 1887 y murió en la misma ciudad el 9 de enero
de 1975.
En
1972 obtuvo el Gran Premio Nacional de Literatura del Uruguay.
Fue
Silva Valdés quien formuló la escuela poética conocida por nativismo. Dos
libros de poemas, muy bellos, demuestran andando el movimiento nativista: Agua del tiempo (1921) y Poemas nativos
(1925).
Siempre
es bueno recordar que cuando Silva Valdés aún escribía con influencias de Darío
y Herrera y Reissig, un poeta cordobés, Ataliva Herrera, publicaba, en 1916, su
Poema nativo. De donde podría inferirse que el nativismo, como el tango, tiene
doble nacionalidad. Ya en el primero de aquellos dos libros, Silva Valdés había
incluido algunos temas propios del tango, como el cabaret criollo. El poeta emparentaba
el tango con el arrabal, con esa zona de nadie en que lo campesino se entreteje
con lo urbano.
En
una revista de tangos, La canción moderna, cuando aún era dirigida por su
creador, Dante A Linyera, Silva Valdés desarrolló su pensamiento: Yo quise
llevar al tango un poco hacia atrás, hacia los buenos tiempos del tango
primitivo criollo; y por eso evoqué el ambiente desaparecido de las academias.
de las chinas almidonadas, etc. y el músico, interpretándolo inteligentemente
(se refiere a Ramón Collazo, El Loro, que musicó Agua florida), le comunicó un
viejo estilo criollo y de coraje malevo (17 de septiembre de 1928).
El
tango tiene su costado silvestre, que musicalmente sintetizó y exaltó Horacio
Salgán, con esa maravilla que es Aquellos tangos camperos. Páginas de Carlos
Posadas y de Agustín Bardi huelen a campo abierto, del mismo modo que otras de
Filiberto perfuman, como la voz de Malena, a yuyo de suburbio. Literariamente
el campo no tuvo buena suerte tanguera. Uno diría que cayó en manos de los
hermanos Navarrine, pero no está bien emplear expresiones despectivas para
referirse a quienes combatieron en las primeras escaramuzas libradas por el
tango para conquistar el alma de la gente. No se podría hacerlo sin acusar el
síndrome de "M 'hijo el dotor...". De todos modos, fue necesario
aguardar que Manzi pusiese su inspiración al servicio de esa temática para que
pudiéramos encontrarnos con páginas tan hermosas como Tapera y Campo afuera.
Sostengo que esas composiciones deben inscribirse en el nativismo formulado por
Silva Valdés: Ahora a los poetas de nuestro tiempo nos corresponde realizar
otra forma de poesía con la misma materia típica.
Silva
Valdés tuvo vivencias tangueras parecidas a las de Borges, aunque una cosa
fuera el Palermo porteño y otra el barrio Palermo montevideano. Bailó el tango
en su primera juventud y ya entonces pensaba en buscar una expresión moderna
para el sentimiento de un suburbio que tampoco permanecía anclado en la
nostalgia. Silva Valdés teorizó sobre el tango en verso y en prosa. Valdrá la
pena compilar alguna vez sus ideas tangueras y compararlas con las de Borges.
Uno y otro escritor se admiraron recíprocamente e intercambiaron cartas en
verso virilmente tiernas.
Su
obra no fue numerosa, pero tuvo la fortuna de que Gardel alcanzara a registrar
para el disco fonográfico Clavel del aire (música de Juan de Dios Filiberto,
1930), tango del que dejó una bella versión Alfonso Ortiz Tirado, y la cifra
Querencia (música del guitarrero oriental Américo Chiriff, 1931). Visitan asiduamente
la memoria colectiva el citado Clavel del aire, Agua florida (en la voz de
Ángel Vargas), la impagable milonga En blanco y negro, con música del gran
Néstor Feria. Tampoco se han borrado los versos con los que compuso sus libros.
Sus ideas tangueras tampoco merecen el olvido, aunque el tango no sea cosa del
pensar sino del sentir.
En
1959 comenzó a publicar un diccionario lunfardo en el famoso semanario Marcha;
pero lo abandonó tras media docena de entregas. Escribió versos lunfardos y fue
miembro correspondiente de la Academia Porteña del Lunfardo, en cuyos muros
luce su retrato, junto al de muchos otros ilustres trabajadores de la cultura
popular.