Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi

Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi
Tango, Radio y más Historias, blog distinguido por su aporte a la difusión del Tango, sus autores e intérpretes.

lunes, 30 de diciembre de 2013

Francisco Brancatti - Biografía - 30 de diciembre de 2013


                                                 Francisco Brancatti
Se inició en Montevideo el 2 de julio de 1890 y murió en Estanislao  Zeballos (provincia de Buenos Aires) el 4 de julio de 1980. Gardel, Corsini, Magaldi y Rosita Quiroga difundieron sus canciones. La versión de Mandria que dejó Rosita es para la más ceñida antología del tango canción.
Se contó entre los hijos de inmigrantes que cultivaron esa prolongación de la poesía gauchesca que fie el tradicionalismo. Poeta de inspiración no indolente, tenía también voz grata y afinada, y este don lo impulsó a formar uno de los tantos dúos criollos que estaban de moda a comienzos de siglo XX y pululaban cuando no se hablaba de folklore sino de criollismo. Lo hizo con León Lara, uruguayo también, pero de Florida. Como los bululúes, eran trashumantes y se desempeñaban con invariable aplomo en los escenarios teatrales y en las tenidas de pulpería. Así anduvieron, como tantos, por el interior argentino, y se arriesgaron luego a Río de Janeiro, a Madrid, a Lisboa. Almas criollas, errantes, viajeras, querer detenerlas era una quimera. Mas, como todo se acaba en esta vida, después de ocho años, Brancatti sintió colmadas sus ansias constantes de cielo lejano y se despidió amistosamente de su compañero León Lara, quien se fue a formar dúo con otro de los grandes, Néstor Feria. El montevideano se puso a escribir canciones, y como el tango ya era canción, también escribía tangos. Camperos, por supuesto.
El tango campero o agauchado es una subespecie que Horacio Salgan a canonizado con la bellísima evocación titulada Aquellos tangos camperos, florecida bajo sus dedos mágicos y reflorecida maravillosamente bajo los muy sabios de Daniel Baremboin. El campo estaba demasiado cerca del centro y el tango, por muy centrero que fuese, no podía ignorarlo. ¿Centrero o arrabalero? Caray... El arrabal estaba en cualquier conventillo del centro. Ya en 1912 grabó Maglio unos aires criollos, potpourrizados por Domingo Santa Cruz, y los Recuerdos de la pampa, de Bevilacqua. En el abecé de la historia del Tango están los nombres de Agustín Bardi (El baquiano, El buey solo, El cuatrero, Se han sentado las carretas, Pico blanco, El abrojo) y de Carlos Posadas (El jagüel El biguá, El guanaco, Iguala y larga). Uno y otro pueden ser epígonos de lo que León Benarós ha llamado la más pura esencia criolla. Que esa esencia se transmitiera a través de Posadas, noble producto del mestizaje que distinguió, ennobleciéndola, a la colonización española, puede entenderse; menos fácil de comprender es que el criollismo pudiera expresarse mediante argentinos de primera generación, o a lo sumo de segunda, como Bardi. Pero así fue la cosa; allí está la prueba, y lo que debe buscarse no es la comprobación, sino la explicación.
El primer tango canción -más que tango, cuplé; pero de todos modos tango, La Morocha- es campero, aunque de un campito próximo al puerto. Luego irrumpen los gauchos que lloran sus penas de amor traicionado, oriundos todos ellos de La hueya, el famoso poema de El Viejo Pancho. No creo que Alberto Arenas, que mezclaba trenzas y corazón en su pobre maleta de gaucho nómade, ni, en general, los personajes de los hermanos Navarrine, organizadores de la troupe Los de la Raza, atesoraran aquella más pura esencia. Más próxima a ella están los tangos de Brancatti, de los cuales Gardel grabó cinco, incluido Contramarca, una linda página, con música de Rafael Rossi, que gustó a Julio Sosa y consiguió su voz. Hay buenos motivos, asimismo, para recordar Amigazo, con música de Juan de Dios Filiberto, también grabado por El Mago. En esta composición, como en Mandria, contó Brancatti con la colaboración de Juan Miguel Velich, hombre de largos andares radiofónicos.
El tango canción ha sido -por lo menos en la garganta de los cantores nacionales- una prolongación del canto criollo. Tiene al menos eso de genuino el tango campero. Literariamente nunca alcanzó la fuerza del tango arrabalero (Viejo rincón, Sobre el pucho), ni la belleza del tango urbano (Sur, La última curda). Sus mejores páginas, realmente muy bellas, pertenecen a un estado intermedio entre el tango campero y el tango urbano, un escenario de ardua localización geográfica, por donde Manzi (Tapera, Milonga triste) y Homero Expósito (Trenzas, Yuyo verde) se desplazan cómodamente. Allí no llegó la cabalgadura de Brancatti. Pero eso no quita representatividad al autor de Echando mala...


domingo, 22 de diciembre de 2013

Edmundo Rivero - Biografía - 20 de diciembre de 2013

EDMUNDO RIVERO

Leonel Edmundo Rivero nació en el límite sureño de Buenos Aires 8 de junio de 1911 y murió en la misma ciudad el 18 de enero de 1986. Procedía de un claro linaje de guitarristas populares. Debutó, cantando en dúo, al son de su propia viola, con su hermana menor, Lidia Eva, cuando ésta tan sólo tenía cinco años.
Leonel apareció como cantor en la orquesta de Aníbal Troilo el 3 de enero de 1947. Era un mozo de 36 años. Reemplazaba a Alberto Marino, que era de 1920, y alternaría con Floreal Ruiz, que era más joven aún, pues había nacido en 1926. Cuando fue convocado por Pichuco, Rivero llevaba ya cumplida una notable performance. Inclusive había cantado en algunos filmes: Pampa y Cielo (1938), El último encuentro (1938), El inglés de los güesos (1940), Fortín. Alto (1941). De todos modos y pese a su excelente actuación en la orquesta de Horacio Salgan, se lo tenía más bien como a un guitarrero. "Tanto la avanzada concepción musical como esa inesperada voz de bajo -ha historiado Horacio Ferrer- resultaron escolios de muy difícil superación y aquella refinada combinación de canto y orquesta no alcanzó los estudios de grabación" (en 1956 se tomarían desquite en Montevideo grabando juntos La última curda y La casita de mis viejos). Sin embargo, antes de grabar su primer tango con Troilo (Yira... Yira..., 29 de setiembre de 1947), tenía en su haber otros siete registrados con Los Cantores del Valle (primer semestre de 1946). Aquel era un conjunto puramente comercial, destinado al mercado centroamericano: si Rivero no hubiese puesto allí su voz, inclusive en dúo con Carlos Bermúdez, nadie recordaría aquel disco.
No sin cierta cuota de audacia Troilo contrató a un cantor ya hecho. Pichuco modelaba cantores, pero éste ya le venía modelado. Entre el Tibidabo y los estudios de grabación, Troilo y Rivero constituyeron una sólida amistad. Fueron tres años intensos que, en términos discográficos, concluyeron el 26 de octubre de 1949 con Tú, de José María Contursi y José Dames. En el camino plantaron Tapera (Manzi y Hugo Gutiérrez, octubre de 1947), Sur (Manzi y Troilo, febrero de 1948), Cafetín de Buenos Aires (Discépolo y Mores, abril de 1948), La viajera perdida (Blomberg y Maciel, octubre de 1949). "Registró con Troilo 22 versiones, algunas en dúo con Floreal Ruiz, otras con Aldo Calderón", contabilizó Ferrer.
Sus éxitos con Troilo lo impulsaron a iniciar, ya madurito, su carrera de solista. Impuso gallardamente en el tango el registro de bajo, del que no se recuerdan antecedentes; revalorizó el lunfardo y tanto se acreditó como lunfardista que fue elegido académico de número de la Academia Porteña del Lunfardo; derramó sabiduría en dos libros, Una luz de almacén (1982) y Las noches, Gardel y el canto (1985); llevó su voz al Japón, a España y a Nueva York; grabó con Piazzolla las milongas de Borges; volvió a los sets cinematográficos con Pelota de cuero (1948) y Al compás de tu mentira (1950); cantó para reyes y para intelectuales; recibió de la Academia Porteña del Lunfardo la Medalla de Plata, el Farolito de Oro y finalmente el Diploma Académico; compuso algunos clásicos de la poesía lunfardesca y los cantó admirablemente contribuyendo a su difusión; convirtió a El Viejo Almacén, entre cuyos fundadores se contó en 1969, en el más empinado referente tanguero de la porteñidad y en medio de tanto trajín volvió a unir su voz con el bandoneón de Troilo para dejar un clásico inefable, La última curda (Cátulo y Troilo, 8 de agosto de 1956).
Presenté su libro, fui su par en la Academia Porteña del Lunfardo, despedí sus restos. Lo recuerdo como un caballero muy cortés, lleno de curiosidades intelectuales (un serio estudioso con actitud de estudiante), conversador atrapante, un señor cuya condición espiritual estaba hecha de afabilidad y de respeto. Mi memoria excluye pertinazmente La toalla mojada.

jueves, 12 de diciembre de 2013

Gabino Coria Peñaloza - Biografía - 12 de diciembre de 2013

                                                Gabino Coria Peñaloza
Según su libreta de enrolamiento, Gabino Coria Peñaloza nació el 19 de diciembre de 1879 en el pueblo Acequias, provincia de Mendoza. La partida de defunción lo da por nacido en Tres Acequias, en la misma provincia. Su muerte se produjo en Chilecito (La Rioja), el 31 de octubre de 1975, poco antes de cumplir los 96 años. Jorge Conté realizó, en 1976, una prolija investigación sobre el nacimiento de este poeta y la comunicó a la Academia Porteña del Lunfardo, en cuyo archivo se conserva.
Gabino pasó su niñez en Villa Mercedes (San Luis), y de joven se radicó en Buenos Aires, donde vivió la bohemia literaria. Publicó sus versos en las revistas populares -Caras y Caretas, entre ellas-. Estuvo también con Julio Díaz Usandivaras en la aparición de la famosa revista Nativa (1923). Su vinculación con el autor de Quejas de bandoneón (1920) data de cuando Juan de Dios Filiberti comenzaba a firmarse Filiberto. Su primera colaboración, El pañuelito, es de 1921. Un crítico entonces famoso, Gastón O. Talamón, escribiría más tarde que aquella composición y las que siguieron sobre la misma línea -La cartita (1921), El ramito (1923), Caminito (1926)- son "canciones porteñas que pueden llegar a figurar al lado de las vidalas, las tonadas, los estilos, los tristes y las milongas". Filiberto las denominó tangos y como tales han quedado unánimemente consensuadas.
Caminito obtuvo entre abucheos, como el Hernani de Víctor Hugo, como el Bolero de Ravel- el primer premio en un concurso organizado por la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires en el año 1926. Fue para carnaval y destinado a canciones nativas. Pese a los disconformes, Ignacio Corsini cantó esta pieza, con éxito atronador, el 5 de mayo de 1927, en el estreno del sainete Facha Tosta, de Alberto Novión. Antes lo habían llevado al fonógrafo Carlos Gardel y la orquesta de Francisco Canaro, éste en dos versiones sin canto. De ahí en más, la difusión de Caminito fue universal, y en 1959, siendo intendente municipal el señor Hernán Giralt, se impuso el nombre Caminito a una calleja de La Boca ("cien metros curvos desde Garibaldi y Lamadrid hasta Pedro de Mendoza"). Se respondía de ese modo a un reclamo popular que venía manifestándose por lo menos desde un lustro atrás. Pero el poeta se disgustó porque decía que sus versos estaban inspirados en un caminito del pueblo riojano de Olta. No muchos años antes de su muerte, mediante una iniciativa de Cátulo Castillo, se impuso el nombre Caminito a una calle de Chilecito. ¿Y el verdadero caminito de Olta, cubierto de trébol y juncos en flor? ¡Caramba! El tiempo lo había borrado antes de 1920. El mayor triunfo letrístico, si no económico, de Coria fue, sin embargo, el bello tango Margaritas, con música de Juan Carlos Moreno González, que obtuvo el premio de honor del concurso Max Glücksmann en 1929.

En 1926,  cuando Caminito comenzó a vencer al tiempo, ocurrieron otras cosas memorables para el tango. De ese año es la primera edición de Cosas de Negros, el libro del uruguayo Vicente Rossi. Allí se queja el autor de que la letra del tango ande vivaqueando en los alrededores de los conventillos y sollozando en los cabarets. A eso llama Talamón, el mismo año, encanallamiento arrabalero. Y en ese año se escribe y se estrena el último gran tango canalla, El Ciruja. Pero también ese año aparecen Discépolo, que no sólo canta peripecias del arrabal, sino que las juzga para absolverlas o condenarlas, y aparece Manzi, con Viejo ciego, que canta a la ciudad misma, a sus hombres, a sus mujeres y a los sueños de los hombres y de las mujeres, con acento nostálgico y querendón. Manzi representa el triunfo definitivo del esfuerzo que Coria Peñaloza y Filiberto discípulo  éste,  al fin,   de Alberto Williams y de Eduardo Fornarini hicieron por desencanallar al tango, llenándole los pulmones con los vientos purificadores que soplan desde el campo.

martes, 10 de diciembre de 2013

Alberto Bardi "La Voz del Suburbio" -10 de diciembre de 2013 -201-

Alberto Bardi, músico y cantor del Barrio de Boedo. Nos conocemos desde pibes y ya por aquellos años, nos deleitaba acompañándose con su piano y como siempre, cantando tangos.
En 1968 el sello Odeón lo contrató para grabar su primer disco, y este simple, lo publico hoy para que no quede en el olvido toda la obra de mi amigo cantor.
En el Café Tortoni, lo apodaron "La voz del suburbio", porque es un cantor salido del arrabal, solista y con guitarras. 







Temas registrados en el disco simple Odeon DTOA/E 2271.

Malevaje - Enrique Santos Discepolo y Juan de Dios Filiberto
Una lágrima - Eugenio Cardenas y Nicolás Verona
Riojana mía - Vals - Nicolás Verona 
Piedad - Luis de Biasse y Carlos Percuocco

ONE- DESCARGA ALBERTO BARDI

lunes, 9 de diciembre de 2013

Elvino Vardaro - Biografia - 9 de diciembre de 2013

Elvino Vardaro (Parado izquierda) y su Orquesta

               ELVINO VARDARO
Elvino Vardaro nació en Buenos Aires, en el barrio de Almagro, el 18 de julio de 1905 y murió en Córdoba el 6 de agosto de 1971. Es el referente obligado cuando se habla del violín en el tango. Coincidiendo con Luis Adolfo Sierra, para quien el violín es posiblemente el más antiguo de todos los instrumentos del tango, he escrito alguna vez que el tango nació en un violín; que fueron los músicos negros, violinistas casi todos -a quienes personifiqué en Casimiro-, los que convirtieron en música -ritmo, melodía, armonía y timbre- los firuletes que la alpargata bordada y, si cuadraba, el taquito militar, alardeaban sobre el piso de las academias.
Vardaro no fue un intuitivo ni un orejero. De chiquilín cursó en los conservatorios y sin ser demasiado grande -15 años o poco más- recibió su bautismo de fuego en la orquesta de Juan Maglio, y su confirmación en la de Paquita Bernardo y en la de Roberto Firpo. De ahí en más, florecieron sus acordes en diversas orquestas, inclusive en la primera de Pedro Maffia (1928) y la que enseguida codirigió con Osvaldo Pugliese. En 1933 formó su propio sexteto, que sobrevivió durante tres años en medio de la indiferencia de los comerciantes de la música. Lo componían, al segundo violín, Hugo Baralis; al piano, José Pascual -el famoso autor de Arrabal-; a los bandoneones, el joven Aníbal Troilo y Jorge Argentino Fernández, y al bajo, Pedro Caracciolo. De aquella agrupación ya mítica quedan sólo recuerdos y suposiciones. Demasiado avanzada para su tiempo, no alcanzó a dejar documentos fonográficos, salvo alguno, perdido en la marea de los años que bien podría enriquecer y envanecer a coleccionistas afortunados. Los seis eran muchachos geniales; lo que hicieron más tarde demostró que también eran tangueros.
Hace unos años se editó un LD con 14 interpretaciones de orquestas que incluían el violín de Vardaro. Nombrémoslas: Luis Petrucelli, Trío Víctor, Juan Guido, Juan Carlos Cobián, Los Provincianos, Adolfo Carabelli, Carlos Marcucci, Típica Víctor y Osvaldo Fresedo. Tal vez la tecnología logre algún día aislar el sonido del violín de Vardaro en la masa sonora de los conjuntos típicos. En tanto, no hay más remedio que agregar al placer de escucharlo, el encanto de descubrirlo. Quizá en aquel LD -debido a la pasión tanguera de Sierra, ese gigante a quien decían Luisito- falte la versión de La Cumparsita por la orquesta grande de Piazzolla (aquella a la que llamaban La Cumparsola), donde el violín de Vardaro canta en las alturas, inmediatamente por debajo o tal vez encima de los coros celestiales. Si Homero Expósito no lo toma a mal, diría que ese canto nos da la sensación de un arco de violín clavado en el medio del pecho.
Otras orquestas -sobre todo, la Típica Víctor- contaron a Vardaro en sus filas. Era el violinista más requerido, pero tal vez nunca haya podido hacer lo que en verdad amaba, un tango que fuera refinado y auténtico a la vez. Por los años sesenta se sumó a las huestes del Nuevo Tango y, siendo mucho mayor que Piazzolla, militó disciplinadamente a sus órdenes. Es maravilloso -dijo- cómo Astor nos capta y nos comprende a cada uno de nosotros en sus arreglos. También confesó: En cierta oportunidad pude ir a tocar con D' Arienzo, ganando cinco veces lo que en ese momento recibía. Pero no fui. D' Arienzo no es lo que yo quiero. Con D' Arienzo tocaba otro gran violinista del tango, que había sabido tener una orquesta nada desdeñable: Cayetano Puglisi. Llegado el momento crucial de su vida y de la vida del tango, Vardarito se fue a tocar como violín de fila a la Orquesta Sinfónica de Córdoba. Esa era la música que él había amado desde sus días de niño prodigio, cuando a los 14 años -10 de julio de 1919- dio un concierto en el salón La Argentina con obras de Beethoven y de Bach. Luego arribaron al tango artistas que lo superaban en técnica: Francini, Bajour, Agri... Pero como dijo otro gigante del violín tanguero, Reynaldo Nichele, el sonido de Vardaro tenía ese misterio que ninguna palabra podría explicar.


sábado, 30 de noviembre de 2013

Alberto Marino - Biografía - 30 de noviembre de 2013



                                          ALBERTO MARINO
AIberto Marino -por verdadero nombre Vicente Marinaro- nació en Palermo, capital de Sicilia (Italia), el 26 de abril de 1923 y murió en Buenos Aires el 21 de junio de 1989. Era italiano meridional, como Roberto Maida; en su tierra uno y otro habrían sido exitosos cantantes.
Marino tenía seis años cuando su familia desembarcó en Buenos Aires y enseguida subió al tren, rumbo a Salta. En aquella ciudad pasó su infancia a la sombra de Güemes y al amparo del Cristo del Milagro. A los once estuvo de vuelta en la gran capital del Sur y después de completar sus estudios primarios se empleó en una marmolería. Como otrora a José Muñiz, alguien lo escuchó cantar entre los mármoles, que a ninguno de los dos contagiaron su frialdad. Se inició como aficionado mientras estudiaba con Eduardo Bonessi, quien había sido maestro del dúo Gardel-Razzano. A poco adoptó el seudónimo Alberto Demari en la orquesta de Emilio Balcarce y en algunas otras, hasta que en 1940, al anclar nuevamente en la de Balcarce, que dirigía a la sazón Emilio Orlando, cambió su seudónimo por otro igualmente marítimo: Alberto Marino. Así lo anunciaron en el palco del "Palermo Palace" la noche en que Troilo lo escuchó cantar y, sin pensarlo mucho, le mandó un emisario con la comisión de contratarlo: fue en marzo de 1943, un año antes de que Florentino se despegara de la orquesta de Pichuco, de modo que los dos tenores convivieron durante doce meses en ese conjunto. Su ingreso en la orquesta de Troilo se produjo cuando sólo contaba veinte años. Cuando decidió formar orquesta propia contaba 24. Las oportunidades de aprender habían sido muchas y estaban bien aprovechadas. Había hecho Canción desesperada, Fuimos, Sin palabras. Luego cantó y grabó con la nueva orquesta de Balcarce, que venía de ser el director de la orquesta de Castillo. Pero sus capolavoros son posteriores: Sueno querido (1941), con orquesta dirigida por Héctor María Artola, Carillón de la Merced, y el hit de los hits, La rodada, una canción de Eduardo Escáriz Méndez y el musicalísimo Eduardo Bonessi, que grabó dos veces con guitarra (noviembre de 1949 y setiembre de 1957), más alguna yapa perdida entre sus más de doscientos aportes a la fonografía. Tal vez él prefiriera el samba Venganza, de Lupecino Rodríguez, que en 1952 trajo de una gira carioca y grabó en junio de aquel mismo año, más o menos convertido en tango. Y lo que él prefería al público no le disgustaba.
Marino -que ha pasado a la crónica tanguera como La Voz de Oro del Tango- estuvo discográficamente activo hasta 1979 y continuó cantando prácticamente hasta su muerte (lo había hecho en Estados Unidos y Japón y en 1988 se fue a Australia). Fue la suya una vida entera dedicada al tango, vida relativamente breve pero, en términos profesionales, envidiablemente extensa, porque a los sesenta años largos aún era un cantor, y no un diseur.
Se dice que cuando Marino escuchó su primer disco -supongo que de prueba- no le gustó, porque le parecía que imitaba a Gardel. No era un pecado imitarlo, ciertamente: si Gardel era el paradigma, ¿a quién, sino a él, debía imitar? Elaboró, sin embargo, un estilo propio y fue uno de los grandes cantores del tango de todos los tiempos. Admitiendo que, después de Gardel, fueron inimpugnables Corsini, Magaldi, Charlo, Gómez y del Carril, entre los seis cantantes de la docena está, sin duda, Marino, junto a Rivero, Castillo... y de ahí en más entran a tallar los gustos. El mío coloca, pegaditos, a Roberto Maida, Berón y Campos. Un cantor de tangos se hace con voz, con musicalidad y con comunicatividad. No todos los nombrados merecen diez puntos en cada una de esas asignaturas. Creo que, salvo Gardel, ninguno. Ocurre, empero, que los puntos acumulados por un cantor en un solo rubro (Marino, digamos en voz; Rufino, en musicalidad; Castillo, en comunicatividad) supera los que otros reúnen en los tres.








miércoles, 27 de noviembre de 2013

Raul Carda 27 de Noviembre de 2013 -179-



LOS TITULOS DE TEMAS, AUTOR Y COMPOSITOR SE ENCUENTRAN EN LOS TRACKS CORRESPONDIENTES.

MED- DESCARGA RAUL CARDA

lunes, 25 de noviembre de 2013

Ciriaco Ortiz 25 de Noviembre de 2013 -546-



El tango,  música ciudadana, ha recibido en todas sus etapas grandes y valiosos aportes de figuras del interior, citemos al azar los nombres de algunos de ellos: Agustín Bardi, Juan Carlos Cobián, Roberto Firpo, Carlos Di Sarli y Homero Manzi (por solo citar a unos pocos), todos ellos creadores de significación, integrantes de esa generación de hombres de tierra adentro.
Un 2 de Agosto de 1908 nacía en Córdoba el que habría de marcar un hito de la interpretación del bandoneón, me refiero a Ciriaco Ortiz, cuya importancia como instrumentista ha sido tal, que creó un estilo interpretativo como lo hicieron Pedro Maffia y Pedro Laurenz, músicos que han dejado obras que aún perduran en la historia de nuestro tango.
Ciriaco, no solo fue autor e intérprete de temas de tango, también compuso valses, milongas, chacareras y otros temas pertenecientes al género folclórico. Es así que hoy recordamos a esta importantísima figura bandoneonística que fue creador de un estilo íntimo y emotivo el cual ha quedado prendido en el alma tanguera de nuestro Buenos Aires querido.
Hoy publico un viejo disco de vinilo editado por RCA Víctor en su serie Camdem Coleccionista, del Trío* de Ciriaco Ortiz y lanzado a la venta en 1971 aproximadamente, bajo el título “Ciriaco Ortiz – Ciriaco en el Recuerdo”.  El mismo contiene los siguientes temas:
001 Alma de bohemio - Roberto Firpo - 23-1-35
002 Mi noche triste - Pascual Contursi y Samuel Castriota - 11-3-36
003 Por unos ojos (vals) - Fausto Frontera - 25-10-32
04 La Cumparsita - Gerardo Matos Rodríguez - 27-9-34
005 A mi madre - Luis Petrucelli - 11-5-39
006 Tu vieja ventana (vals) - Ambrosio Rio y Guillermo Desiderio Barbieri - 3-6-52
007 El llorón - Enrique Cadícamo y Ambrosio Radrizzani - 3-4-52
008 Olga (vals) - Francisco Peña - 11-9-46
009 Galleguita - Alfredo Navarrine y Horacio Petorossi - 18-5-48
010 Betinotti (milonga) H Manzi y S Piana - 25-9-45
011 Tiempos viejos - Francisco Canaro - 10-5-38
012 Cap Polonio - Adolfo Rosquellas - 23-9-48
* Los guitarristas que secundaron a Ciriaco en casi toda su carrera fueron Ramón Andrés Menendez y Vicente Spina. En los últimos años lo acompañó Edmundo Porteño Zaldivar.

4SHH- DESCARGA CIRIACO ORTIZ


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miércoles, 20 de noviembre de 2013

Paquita Bernardo - Biografía - 20 de noviembre de 2013


                                                 Paquita Bernardo


Paquita Bernardo, "la primera enamorada del bandoneón porteño", según la llamó Ricardo M. Llanes, nació en Buenos Aires (Villa Crespo) el 1° de mayo de 1900 y murió en el mismo barrio el 14 de abril de 1925. Fue hija de los inmigrantes españoles José María Bernardo y María Giménez, quienes, la hicieron bautizar como Francisca; solían decirle "La flor de Villa Crespo" y tuvo un hermano mayor, Arturo, que la sobrevivió largamente y fue el albacea de su memoria.
Para entonces era común entre la incipiente clase media que la niña de la casa tañera el piano para poder lucir sus habilidades en las reuniones familiares. El padre de Paquita, hombre de buen pasar, envió a la niña al conservatorio de Catalina Torres. Antes que el teclado del bandoneón, los dedos de Paquita oprimieron el del piano, pero hete aquí que asistía al conservatorio José Servidlo "Balija”, fueyero adolescente que tenía su misma edad y no había soñado aún con componer, con su hermano Luis, esa endecha maravillosa que es El bulín de la calle Ayacucho. El bandoneón de "Balija" deslumbró a la niña, quien abandonó a Beethoven y se entregó ansiosa al método bandoneonística de Augusto P. Berto.
No a los 14 abriles, según la pragmática tanguera, sino a los 20, Paquita trepó al palquito del "Bar Domínguez" (Corrientes 1537), liderando una promisoria troupe de chiquilines: Osvaldo Pugliese (al piano), Elvino Vardaro y Alcides Palavecino (a los violines), Vicente Loduca (a la flauta) y Arturo Bernardo (a la batería), y al frente, ella, con su gran melena, su blusa blanca, su pollera negra y un almohadón recamado para que descansara la brevedad de sus pies. El mayor de todos debía de ser Palavecino, pero el mismo Pedro Maffia, que la apadrinaba espiritualmente, estaba en la edad de la conscripción.
Menudeaban por entonces las orquestas de señoritas (en las que formaban, con dulce cinismo algunas figurantas). En ellas, sin embargo, no había bandoneones ni señoras dispuestas a tañerlos... Caray, el tango aún era machista (aunque no misógino, como algunos mal suponen). Llanes, que en 1921 tenía 24 años y pateaba intensamente la ciudad, de cuya vida cotidiana sería el máximo historiador, recordaba que en el "Domínguez" estrenó Paquita su tango Floreal y que la policía debía desviar hacia Paraná el tránsito de Corrientes, porque los tangueros se agolpaban sobre la calzada.
En el transcurso de su carrera Paquita compuso piezas que no se han perdido. Gardel le grabó La enmascarada (letra de García Jiménez, 1924 y Soñando (letra de Eugenio Cárdenas, 1925). Roberto Firpo registró Cachito, y en Montevideo, donde actuó durante un mes, la entrañable fueyera estrenó su vals Cerro divino. No siempre integraron el conjunto de Paquita los chiquilines de 1921 y no faltó ocasión en que un chansonníer, entonces muy bien considerado, Florindo Ferrario -que más tarde sería brillante actor del teatro y del cine-, le prestó su voz. Por lo demás, la muerte de Paquita -puntualizaba Arturo- no se debió a la enfermedad entonces de moda, la tisis, sino a un resfrío al que no se dio importancia. "Aunque de frágil aspecto físico, poseía una salud muy buena.

Sería injusto suponer que Paquita ocupa en la historia del tango el lugar de una niña transgresora. Ciertamente es un personaje que tiene su arista mítica, por muy de carne, huesos y bella estampa que haya sido. De todos modos, sus composiciones, no desdeñadas por los intérpretes más prestigiosos, revelan un notable talento que, lamentablemente, se agostó en agraz. Su laborioso peregrinaje por palquitos y escenarios, en bares, glorietas y teatros, dice también que el público tanguero, nada sordo, la seguía con interés. A sus virtudes profesionales sumaba, ciertamente, su delicado encanto femenino, que no era poco, pero no era todo. Su imagen, en un estupendo grabado del gran López Anaya, preside la recepción de la Academia Porteña del Lunfardo.

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Nelly Omar - 13 de Noviembre de 2013- -568-

    
    Para todos nuestros amigos lectores, hoy publico este viejo vinilo olvidado, excelentemente interpretados por Nelly Omar.
    Actriz y cantante, la de mas larga trayectoria, insuperable, inimitable.
Surgieron otras después de ella, pero lamentablemente, para esas otras… no la pudieron superar y me parece que lo mismo que Gardel, difícil sea poder igualarla.
    Hoy, a los ciento dos, Nelly,  sigue con su carrera brillante y más radiante que nunca.
    Gracias querida maestra, por hacer con su impecable  voz un sentimiento, mezclada con nostalgia, con amor y desamor, según lo que la letra requería.
   
            

    
Los títulos, autor y compositor se encuentran incluidos en los tracks correspondientes


MED- DESCARGA NELLY OMAR

sábado, 2 de noviembre de 2013

Eduardo Rovira - Biografía - 2 de noviembre de 2013


                                                        Eduardo Rovira
Eduardo Rovira nació en La Plata el 30 abril de 1925 y murió en la misma ciudad el 29 de julio de 1980. En 1969 declaró: «A mí me interesa llegar a la esencia del tango, a los enlaces armónicos, a la variación de los ritmos, al desarrollo de las frases». Buscó la esencia por el camino de la música, pero muchos caminos llevan a Roma.
Salgan, Piazzolla y Rovira son los caudillos de la cruzada renovadora del tango, iniciada por el tiempo en que Julio De Caro disolvió su orquesta y el ímpetu de los cuarenta se había agotado. Los tres se arrimaron, en incursiones audaces y felices, a la gran música de escuela, pero nunca se fueron del tango, más bien siempre estaban volviendo, como dijo Troilo con relación a su barrio. En el fondo eran músicos populares, inclusive desde un punto de vista cuantitativo: en 1969 Rovira declaraba haber compuesto 200 tangos y 92 composiciones de esa otra música -si acaso hubiera otra-, que la pereza mental llama clásica. Pero en su identikit musical el tango era el rasgo prominente. Releo el programa del recital que ofreció en el teatro "Regina" el 27 de julio de 1971: allí están sus obras de avanzada, está A fuego lento, de Salgan; Ciudad triste, de Tarantino; pero también, A los amigos, de Pontier, y Mensaje, de Discépolo. En su última larga duración, Que lo paren, están Mi noche triste y La Cumparsita.
Por lo demás, lo mismo que Piazzolla, se mantuvo fiel al bandoneón, padre o hijo adoptivo del tango, según se lo mire. De ese disco dijo el crítico Vargas Vera que se encuentran allí la pujanza y el nervio tanguero. Estos dichos no definen la tanguedad del Preludio de la guitarra abandonada, pero son los que en lenguaje ideológico suelen llamarse datos de la realidad. El tango no debería ser un sistema de exclusiones o menosprecios. El mismo Rovira menospreciaba el tango-danza, y en lo que a Piazzolla atañe, su menosprecio se desparramaba en abanico. Salgan -espíritu abierto- dijo alguna vez que todos los tangos son el tango. D' accord.
El itinerario tanguero de Rovira fue el ya trillado, una orquesta aquí, otra más allá, aquí la de Alessio, allá la de Alfredo Gobbi, a quien dedicó El engobbiao; también la de Osvaldo Manzi, hasta llegar a sus propios conjuntos. Como el mismo Piazzolla, fue objeto de incomprensiones que, curiosamente, no alcanzaron a Salgan -si es que éste no las mató con la indiferencia-, pero le faltó la polenta de Astor para hacer su propia música contra viento y marea. Por eso, porque las contrariedades económicas lo agobiaron, o por una cuestión de temperamento, no alcanzó una gran trascendencia. «La influencia de Astor -anota Oscar del Priore, que conoció a Rovira como pocos- es notoria en la música contemporánea. En cambio, la de Rovira no se ve porque la mayoría realmente no lo conoce.»

Cuando apareció Sónico, sumé muchas horas escuchándolo. Y cuando, con Oscar De Elía, seleccionamos sesenta leitmotivs fangueros, de otros tantos autores, para el concierto Sesenta tangos en sesenta minutos, incluimos el de la bellísima composición que daba nombre al LD. El 4 de octubre de 1972, en el Nuevo Cine York, de la ciudad de Olivos, Rovira ofreció un concierto de tangos, con sus músicos -entre los que se contaba Reynaldo Nichele- y la colaboración de Antonio Carrizo. Aquella función, realizada en beneficio de la Academia Porteña del Lunfardo, fue una de sus últimas presentaciones. Luego se recluyó -o poco menos- en La Plata, estudió el corno inglés y dirigió la Banda de la Policía. En tanto, seguía buceando en el torrente del tango para descubrir sus fuentes. Sábato lo comparó con Stendhal, por haber sabido expresar un espíritu romántico mediante un lenguaje austero.

viernes, 1 de noviembre de 2013

Orquesta Tipica Tokio 1 de Noviembre


Shimpei Hayakawa, bandoneonista japonés fue el director de la Orquesta Típica Tokio, creada en el año 1940. Músico asociado a la tradición tanguística de Japón, que supo consolidar el gusto de los Japoneses por el Tango.
Nació en la Ciudad de Osaka en 1914 y falleció en 1984. 
Junto a otro pionero del bandoneón en su país natal ( Masaichi Sakamoto), quienes fueron los primeros que se animaron a ejecutar el bandoneón, instrumento desconocido en ese entonces, justo en el momento en que  eran introducidos desde Alemania. Cabe destacar que los primeros “fueyes” fueron importados desde Alemania en 1934, y era de marca “ Doble A “.
Fue un verdadero autodidacto, ya que no tuvo maestros que lo introdujeran en el aprendizaje.
Cuando funda su orquesta en 1940, inmediatamente se consagra en su Japón natal a través de la radio y el disco, llegando a actuar con gran suceso en todo Oriente.
Llegó a Buenos Aires en 1952, acompañado por su esposa, la cancionista Ranko Fujisawa en el año 1952. Retornan a nuestro país en los primeros años sesenta, esta vez con una orquesta integrada por músicos Japoneses, llegando a la grabación de discos para la empresa discográfica RCA Víctor y realizando sus  presentaciones en Buenos Aires y Montevideo. Traía como cantores a su esposa Ranko y al cantor Ikuo Abo. La Orquesta Típica Tokio, realizó además giras por Latinoamérica y grabó también en Colombia para el sello Sonolux. 
La misma se disolvió en 1971.

Los títulos de temas, autor y compositor se encuentran incluidos en los tracks correspondientes.

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lunes, 21 de octubre de 2013

Ernesto Ponzio - Biografía- 20 de octubre de 2013


                                                    Ernesto Ponzio

Ponzio (El Pibe Ernesto) nació en   Buenos   Aires,   probablemente el   10 de julio   1885, y murió el  21  de octubre de   1934 en su casa de Banfield (provincia de   Buenos   Aires),   junto   a   su esposa, Adela Savino,  con  quien se había casado en 1906.
Pertenecía a una familia de músicos (su padre era profesor de arpa y su tío, violinista). La orfandad lo llevó a demostrar por las cantinas lo que estaba aprendiendo en el conservatorio Williams, es decir, tocar el violín. Cuando tenía trece años tornó del aire una melodía y compuso con ella Don Juan. Luego tocó hasta 1911, en varios conjuntos, alternando con músicos no carentes de cierta fama: Eusebio Aspiazú, Juan Carlos Bazán e inclusive Eduardo Arólas (trío Ponzio, Arólas, Thompson, 1910). De ahí en más fue atrapado por la marginalidad.
El Pibe pasó muchos años en la cárcel. Miguel Ángel Lafuente, estudioso de corta pero enjundiosa labor, que tiene en sus manos importante documentación relativa a Ponzio, pasa un poco por encima la peripecia carcelaria del músico, pero no tanto como para no informarnos que a éste se le fue la mano la noche del 18 de enero de 1924 en un lenocinio o fírulo del barrio rosarino de Pichincha, y descerrajó un balazo a Pedro Báez, matándolo ípso facto.
Lo condenaron a 20 años de prisión y, por reincidente, a reclusión por tiempo indeterminado en territorios del Sur. Según Lafuente, formó un conjunto musical en la cárcel, pero no hay mayor referencia sobre ello. Lo que sí se sabe es que en 1928 ya estaba nuevamente en circulación, tal vez porque el presidente Marcelo T. de Alvear, el aristócrata más democrático que ha tenido nuestro país, ejerció con el Pibe sus facultades soberanas de conmutar penas e indultar.
Lo cierto es que Ponzio, criado en el malevaje y hombre de sangre caliente, ya había conocido más de un calabozo. Hombre simpático, pero de mala hiel y de alma cerrada, se dejaba arrebatar por su genio, que no toleraba agravios. No era un compadre capaz de no alzar la voz y de jugarse la vida, como Jacinto Chiclana; más bien era capaz de quitársela a otro, a puro bufonazo. Hombre de dedo ágil, y alma torva, aunque por rachas más bien perdonadoras, era temido por unos, esquivado por otros y querido por algunos.
Ya en Buenos Aires, en 1932 formó en la Orquesta Típica de la Guardia Vieja, que Juan Carlos Bazán organizó para ofrecer un espectáculo en el teatro Nacional, en contrapunto con la Roberto Firpo, presentada como moderna. Se lo ve también en la película Tango (1933). Estuvo musicalmente activo hasta su muerte, que lloraron, con óptima prosa los escritores porteños de mayor enjundia: Nicolás Olivari, José Antonio Saldías, Enrique González Tuñón.

Su obra no es vasta: algunos tangos de autoría cuestionada (Don. Juan, Ataniche), otros como Quiero papita o Culpas ajenas (con letra de Jorge Curi, que le grabó Gardel). Dicen los que saben que fue quien introdujo el pizzicato en la interpretación tanguera, pero tal vez más que a la historia del tango, El Pibe Ernesto (que se pasó la vida reclamando la paternidad de El entrerriano) pertenezca a la leyenda. Y la leyenda es la flor de la historia.

domingo, 20 de octubre de 2013

Oscar Bassil 20 de Octubre

OSCAR BASSIL
(18 de agosto de 1930 en Buenos Aires) – Bandoneonísta, compositor y director – Apodo: El Turquito
Se inició como músico en la orquesta de Roberto Severino en el año 1939. En 1942 colaboró en el conjunto  de Félix Guillán, en unos de esos bailes que se daban en el Palermo Palace. Durante toda su trayectoria artística trabajó en distintas  orquestas: Osmar Maderna, Atilio Stampone, Héctor Varela, Luciano Leocata y Fulvio Salamanca.
 En 1949 se vinculó con Francisco Canaro, manteniéndose en la misma durante quince años, con esta orquesta  viajó a Japón  con La Embajada del Tango, en una gira que duró desde el 25 de Noviembre hasta el 31 de Diciembre de 1961, completaban la fila de bandoneones: Domingo Federico, Ambrosio D. Scapola y Antonio Germade.
 Este era el segundo viaje de Bassil a Japón, ya que el primero lo realizó con la “Embajada Argentina del Tango” en 1954. En 1990 realiza su tercer viaje como director de “La Orquesta Símbolo Francisco Canaro”, completando con una cuarta gira en 1992 al frente de su orquesta y llegando a grabar un disco larga duración en una de sus actuaciones en vivo en la Ciudad de Osaka.
              Estuvo incorporado a los canales 7 y 13 de televisión. Pero lo más fundamental de su carrera fue cuando tuvo a su cargo la Banda de la Armada Argentina con la cual recorrió el mundo ofreciendo su espectáculo Tango a Bordo.
             Compositor de varios temas: “Orillera” con letra de Ivo Pelay, “Esquina de antaño” una milonga instrumental,  “Compás de espera” entre otros.
              El cine nacional contó con su participación en dos películas: "Otra cosa es con guitarra" en 1945, y "Al compás de tu mentira" en 1951.
              Uno de sus últimos trabajos  realizados fue la grabación de un compacto realizado en el año 2000 y presentado el 6 de mayo de ese año bajo el nombre de Quinteto Pirincho. En este disco Bassil mantiene el estilo de Canaro y en algunas de sus versiones contó con la participación del  cantor Alberto Golán.
               Durante los últimos años Bassil se encontraba radicado en la Ciudad de Mar del Plata.

Las siguientes grabaciones fueron realizadas en la Ciudad de Osaka en Japón en el año 1992.


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viernes, 18 de octubre de 2013

Angel Cárdenas 18 de Octubre

ANGEL CARDENAS  
(17 de julio de 1927 en Chacabuco  Provincia de Buenos Aires – 4 de Diciembre de 2005) – Nombre de familia: Angel Bartoli - Cantor – actor y compositor.
Se inició como cantor de tangos y canciones criollas a principios de 1940 con un acompañamiento de guitarras. También para esos años comienza su labor en radio y locales nocturnos. Realizó giras por el interior de país y estuvo vinculado a una importante empresa cinematográfica como actor de la misma. 
El 2 de mayo de 1956 se vincula a la orquesta de Troilo y con su definida voz de tenor, abarca un repertorio que había sido característico de Floreal Ruiz y de Aldo Calderón.  Grabó con Pichuco 16 discos a partir de Julio de 1956, siendo tres a dúo con Goyeneche. Entre sus interpretaciones sobresalen, Te llaman Malevo,  ejemplar grabación del año l957. Cesó su permanencia en ésta orquesta a principios de 1960. Luego, se vincula a la orquesta de Titi Rossi, realizando giras por Centroamérica y Estados Unidos.   Intervino en las películas nacionales: Sabaleros y Juvenilla.  Su último trabajo en el disco quedó impreso en marzo del año 2000 en un CD al que lanzaron a la venta con el nombre de Siempre Angel Cárdenas.
De su obra de compositor le pertenecen: “Entre tangos y milongas”, “Frente a frente con la vida”, Milongueando y varias obras más.

Ángel Cárdenas en la orquesta de Aníbal Troilo, todas su grabaciones.

Los títulos, autor , compositor y fechas de grabación de encuentran en los respectivos tags correspondientes.

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viernes, 11 de octubre de 2013

Dante Linyera - Biografía - 11 de octubre de 2013

                                                      Dante  Linyera
Bautista Rimoli -que se firmó alternativamente Dante A. Linyera (por alusión a Dante Alighieri), Carlos Onofre Alvear y Arnaldo Demos- nació en Buenos Aires el 2 de agosto de 1902 y murió en la misma ciudad el 14 de julio de 1938. Casi un mes más tarde, el 8 de agosto, el diario Noticias Gráficas informó sobre su muerte. Fue uno de los colaboradores iniciales de nuestro diario, decía, después de llamarlo émulo de Betinotti y agregar que dejó de existir en un anonimato cruelmente incompatible con la vasta labor desarrollada.
Muchacho de barrio, con aspiraciones literarias que manifestó leyendo vorazmente y versificando a destajo, aprendió a medir sus versos cuando Álvaro Yunque le enseñó a hacerlo. En 1923 los publicaba ya muy originales, e impregnados de un pesimismo que resultaba discepoliano avant lalettre, en la hoy legendaria revista El alma que canta, fundada por Vicente Buquieri (en realidad, Buccheri). Luego hizo teatro del que más tarde se llamaría independiente, vio impresas sus poesías en publicaciones diversas, y el 26 de abril de 1928 editó el primer número de La canción moderna, una especie de réplica de El alma que canta. De ese mismo año es su folletito ¡Semos hermanos!, en el que reúne algunos de sus poemas.
Dante A. Linyera escribió buen número de letras de tango, entre ellas la de Pajarito, a la que él mismo puso música, que Carlos Gardel grabó en abril de 1930. Alberto Castillo también dejó una versión fonográfica de esta pieza. Fue asimismo autor de la letra de Boedo, el gran tango de Julio De Caro, con cuya orquesta lo estrenó Roberto Díaz, en el cine Renacimiento, el 8 de octubre de 1928. El mismo Díaz repitió la grabación, con guitarras, cantando la letra íntegra, el 18 de abril de 1929. También grabó este intérprete, con guitarras, Cocoliche (abril de 1930), y con la orquesta de Luis Petrucelli, Pestañas negras. Floridita de arrabal hermosa letra dedicada a la calle Boedo, fue estrenada en 1928 por el dúo Recio-Precona. Otra grabación memorable es la que Carlos Dante hizo de Si volviera Jesús, con la orquesta de Miguel Caló, en setiembre de 1935. La orquesta de Julio De Caro grabó, a su vez, aparte de tres versiones -todas sin canto- de Loca Bohemia, (sobre la música de Francisco De Caro), Cómo nos divertimos, con estribillo cantado por Luis Díaz, Hasta el otro carnaval, con el mismo chansonnier, y Yo me quiero divertir, sin canto. Otras letras de Linyera son también las de A la francesa, con música de Enrique Mónaco; Ridi, pagliaccio, musicado por Alberto Cima; Yo soy el payaso, música de Alfonso Lacueva; Milonga del bien perdido, en colaboración con Ángel Greco, etc.
Rimoli, que fue un notable poeta popular, de una fecundidad admirable, capaz de tocar temas muy disímiles y de escribir en verso o en prosa con igual facilidad, no fue, en cambio, un gran letrista. Más que como tal, merece ser recordado -y honrado-corno difusor del tango, esa creación maravillosa de Buenos Aires que amó entrañablemente y a la que dio mucho más que cuanto recibió de ella. Su revista, sabiamente administrada por Julio Korn, se convirtió en Radiolandia cuando el mercado así lo exigió. Para entonces, Linyera ya estaba esperando la muerte en el manicomio, allí donde también la esperaron y la recibieron Pascual Contursi y Eduardo Escáriz Méndez. Él había alentado, en 1928, la carrera tanguística de Discépolo, al que llamó filósofo antes de que otro lo hiciera, y con quien compartía la misma cosmovisión pesimista y esperanzada a la vez.

Desde las páginas de La canción moderna, muy leídas, promovió sin egoísmo a multitud de músicos, de poetas, de intérpretes. Otro, tal vez, en su lugar, y que fuera, como él, un letrista de discreto para arriba, habría colocado gran número de criaturas suyas en los repertorios de los músicos, de los cantores y de las grabadoras. Linyera no lo hizo; las grabaciones de sus piezas son escasas. Como un sanmartiniano del tango lo dio todo sin pedir nada. Este año, 1998, la Academia Porteña del Lunfardo y la Academia Nacional del Tango entregarán, en forma conjunta, el título de Benemérito del Tango a un admirable estudioso, crítico y difusor radicado en Chivilcoy; Gaspar J. Astarita. Creo que el mismo título habría que otorgar, con carácter póstumo, a Dante A. Linyera.

martes, 1 de octubre de 2013

Ciriaco Ortiz - Biografia - 1 de octubre de 2013 -75-


                                                                   Ciriaco Ortiz

Ángel Ciriaco Ortiz nació en Córdoba el 5 de agosto de 1905 y murió en Buenos Aires el 9 de julio de 1970. Con mejor derecho que de Malena podría decirse de Ciriaquito que sus venas tenían sangre de bandoneón, pues su padre era un consumado ejecutante de ese instrumento, y a fines del siglo 19. Aquel Ciriaco legendario fue el maestro de Ciriaquito.
No tenía 20 años el morochito cuando emigró a Buenos Aires, persuadido por el pianista Nicolás Vaccaro, autor de Barajando, de que en la capital le esperaba su destino. Pronto halló conchabo en la orquesta de Juan Carlos Bazán, y de allí en más hizo el camino de todos los músicos de tango, camino lleno de meandros, de recodos y de ritornelos. Su fama de bandoneonista fue creciendo a la par que la de sus chistes y chascarrillos, que parecen ser lo más recordado de sus andares y quedares. Felizmente, el fraseo moroso y coloquial que cultivaba, chamuyeta y querendón, como de tardecita provinciana bajo la parra hospitalaria, perdura en grabaciones encantadoras. ¡Qué macana habría sido que Ciriaquito naciera antes que Edison! Pero no; tuvo la precaución de comenzar a grabar sus discos -el 15 de setiembre de 1929, para más señas-, cuando el sabio ya había perfeccionado el gramófono. Formó para ello un trío con los guitarristas Vicente Spina (autor de el vals Tu olvido) y Ramón Andrés Menéndez. Para entonces ya había fraseado en la orquesta de Roberto Firpo e inclusive había formado un pequeño conjunto en el que tenía de ladero a Luis Petrucelli, alejado del sexteto de Julio De Caro, donde lo reemplazaría Pedro Laurenz.
En el después de aquel momento cenital -el de la formación del trío-, cabe una fecunda estada en la orquesta de Francisco Canaro, su actuación en el sexteto Vardaro-Pugliese, su desempeño en el Quinteto de Ases, diseñado por Homero Manzi (cuatro fueyes: Maffia, Marcucci, Laurenz, Ciriaquito; un piano: Piana), y en el Trío Número Uno de Radio El Mundo, junto a Cobián y a Cayetano Puglisi, y en el quinteto Los Virtuosos (Marcucci, Julio y Francisco De Caro, Elvino Vardaro). Además deben contarse la música que puso a los alejandrinos de dieciséis que le dio Celedonio Flores con el título Atenti, Pebeta, tango que difundió Alberto Gómez (1929), y algunas otras. Su cursas musicus es extensísimo. Fueron 40 años de trajinar con las botoneras en ambas márgenes del Plata, y también muy lejos del estuario color de león, de inventar chistes y de ejercer con virtuosismo inigualado el arte de hacerse querer.

Mi memoria rescata un reportaje que alguna vez le hice para una revista porteña. Yo lo había descubierto cuando modulaba con su bandoneón sin segundo, como silabeando la letra de Mano a mano, sentadito al frente de una orquesta muy numerosa dirigida por Marianito Mores (años 50, teatro que se llamaba por entonces "Enrique Santos Discépolo"), ciertas noches de "El Viejo Almacén", donde disfruté la hospitalidad del gran Edmundo Rivero (y espero no haber abusado de ella), cuando su fueye le chamuyaba no sé qué cosas rantifusas a la guitarra de Edmundo Zaldívar... Bella alucinación la que me lo presenta ahora, desovillando con su derecha la melodía inefable de Los pájaros perdidos, mientras Astor se esfuerza en vano por enredarlo en los acordes endiablados que teje su izquierda entre traviesa e insurgente... Quizás alguna vez -si, como escribió Julián, hay un mundo pa' los que se piantan- el buen Dios me dé el gusto de ese concierto que sólo su omnipotencia podría hacer posible.