Juan
Andrés Caruso
Francisco
Canaro vio a Juan Andrés Caruso como "un poeta nato y podría decir de
refinada inspiración". Dice que nació en Bahía Blanca, pero Jorge Larroca,
que escribió con afecto y responsabilidad profesional la biografía del letrista
de Cara sucia, establece que el lugar de nacimiento, ocurrido el 20 de
setiembre de 1890 (según la información policial el 22), fue la ciudad de La
Plata. Murió en Buenos Aires el 1° de marzo de 1931.
Antes
de radicarse en Buenos Aires estuvo, sí, en Bahía Blanca, donde durante algún
tiempo hizo periodismo lugareño. Ya en la Capital Federal ingresó en la
redacción de La Montaña. Habitó en el barrio de San Cristóbal próximo a los
Greco y a los Canaro, y trabó con el mayor de ellos, Francisco, apodado
Pirincho, una afectuosa amistad que le permitió, en 1917, iniciarse como
letrista, poniendo versos a un tango del maestro, Cara sucia, que tuvo mucha
repercusión (en realidad, glosaba un tema anónimo). Luego derramó su
"refinada inspiración" sobre gran número de partituras musicales que
en las nóminas de la SADAIC, recogidas por Larroca, superan el centenar y
medio... y no están todas. No menos de una treintena fueron compuestas para su
amigo Pirincho. Carlos Gardel le grabó treinta y ocho de ellas, entre las que no
se cuenta la de Alma de bohemio, registrada en cambio para el disco por Ignacio
Corsini en 1927. Carlos Gardel sólo grabó dos composiciones de Roberto Firpo,
pese a que había sido su compañero cuando debutó profesionalmente en el
"Armenonville". Las letras de Caruso son de diverso carácter y van
desde Cascabelito (José Bohr) a Se acabaron los otarios (Francisco Canaro),
Ladrillo (Juan de Dios Filiberto), No me escribas (Agustín Bardi), Cartitas
perfumadas (Ángel Greco). También fue Caruso hombre de teatro, no sólo porque
escribió para la escena, sino porque se desempeñó en tareas empresariales.
Larroca registra treinta y dos piezas debidas a Caruso, desde Niervitas and
Company Limited (1918) a El camino de Buenos Aires (1928). Con la misma
decisión el autor escribió para el género libre, que los españoles llaman
sicalíptico (de sicalipsis: malicia sexual, picardía erótica) y para el llamado
realista, e inclusive para el histórico, "tratado con honestidad y
altura", según afirma su biógrafo, cómo en Juana Azurduy y El Tigre de los
Llanos. Vale la pena detenerse en el sainete lírico Nobleza de arrabal, con
música de Francisco Canaro, que la compañía de Felipe Panigazzi le estrenó en
el teatro "Variedades", frente a la plaza Constitución, el 8 de octubre
de 1919, porque en ella Delfina Fuentes y el mismo Panigazzi cantaban el tango
Nobleza de arrabal, con letra original del mismo Caruso. Como es sabido,
Hornero Manzi cambió esa letra por otra de su propia inspiración, que firmó
Juan Arauco y cauto Nelly Ornar (lo mismo haría con la del vals Desde el alma,
de Rosita Meló).
Jorge
Larroca estima que fue Caruso quien impuso el tango pintoresquista, "ese
que se nutre en el espíritu burlón del porteño y fija, en versos precisos,
aspectos sutiles y vulnerables de la idiosincrasia del habitante de Buenos
Aires". Sea de ello lo que fuere, Juan Andrés Caruso merece algo más que
algunas líneas de compromiso en una historia del tango, no sólo porque fue el
letrista más veces llevado al fonógrafo por Carlos Gardel, sino porque se contó
entre los primeros, entre aquellos pocos que, como Pascual Contursi, José
González Castillo y Luis Roldan, debieron crear un lenguaje literario capaz de
expresar a un pueblo cosmopolita, abrumado todavía por altos índices de
analfabetismo, y también acertar con los temas que podían suscitar el interés
de ese público. Las preferencias de Gardel constituyen, dé todos modos, un
juicio de valor nada desdeñable.