Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi

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Tango, Radio y más Historias, blog distinguido por su aporte a la difusión del Tango, sus autores e intérpretes.

viernes, 1 de agosto de 2014

Osmar Maderna - Biografía - 1 de agosto de 2014


 
Orquesta de Osmar Maderna
                                        

                                              Osmar  Maderna
Osmar Héctor Maderna nació en Pehuajó (provincia de Buenos Aires) el 26 de febrero de 1918 y murió en jurisdicción del partido de Lomas de Zamora (provincia de Buenos Aires), el 28 de abril de 1951, por causa de un accidente aéreo. Fue uno de los diez hijos de Juan Maderna y María Nigro, y el menor de los varones. A los seis años comenzó a estudiar música con la profesora Leonilda Lugonez de Azcona y; de chiquilín, por no mirar el tango desde afuera, formó sus primeras orquestas. Una de ellas, la Vitaphone, fue escuchada ocasionalmente por Feliciano Brunelli, quien no tardó en convencer a Osmar de que se radicara en Buenos Aires. Esto ocurrió en 1936, cuando tenía 18 años. Antes de que cumpliera los 21, Miguel Caló ya se lo había llevado a su orquesta para reemplazar a Héctor Stamponi (que tenía 22; el director, Caló no era mucho mayor: 32 años).
Los cinco años que pasó con Caló fueron decisivos para el jovencito pehuajense. Era pianista y arreglador. Cuatro bandoneones (Pontier de cadenero), cuatro violines (Francini al frente) y un contrabajo completaban el conjunto, que pasó a la mitología tanguera con el nombre de Orquesta de las Estrellas. De aquellos años es la versión de Sans Souci, que emocionó a su autor, Enrique Delfino.
Seguro de sus fuerzas, en 1945 Maderna se desvinculó de Caló y formó su propio conjunto. Allí estaban Leopoldo Federico y su amigo de la infancia Aquiles Roggero. Se presentó en la confitería "Ruca", luego en el café "Marzotto", pasó al "Tango Bar”, enfrentó los micrófonos de Radio Belgrano y Radio El Mundo. La vedette de la orquesta fue naturalmente, el piano, tocado con ímpetu juvenil y virtuosismo deslumbrante. Alternaba los clásicos -Chiqué (1946, el peronismo ya había llegado al gobierno y persistía la censura radiofónica), Ojos negros-, con los modernos -Margo- y con sus audaces fantasías, que aportaban al tango una musicalidad fresca y briosa (El vuelo del moscardón, Concierto en la luna, Fantasía en tiempo de tango, Lluvia de estrellas, Escalas en azul). Los discos que recogían estas composiciones se vendían sin tasa. En el exterior se interesaban por ellas, y las grabaron Henry James, George Melachrino y el mismísimo André Kostelanetz, esposo que fue de Lily Pons. Adscripto a cánones más ortodoxos, Osmar escribió también tangos muy bellos, como La noche que te fuiste (versos de Catunga Contursi, 1945), y el famoso vals Pequeña (letra de Homero Expósito, 1949).
Maderna encontró la muerte en lo mejor de su carrera. Su hermano Miguel recordó que de niño le gustaba volar y que ya a los 18 años había tomado lecciones de aviación. Al fin tuvo su avión propio. «Aquella tarde de abril en que se mató, iba en el avión de un amigo. En el suyo volaba otro. Al verlo comenzó a filmarlo y, en busca de una mejor toma, se aproximó demasiado y ocurrió la fatalidad.»

En mi Crónica General de Tango recordé que Maderna y Piazzolla surgieron contemporáneamente a un tango que les quedaba chico. A falta de mejor opción, se inclinaron entonces por lo que ha dado en llamarse el decarismo, pero uno y otro estaban resueltos a avanzar más allá de Julio De Caro. Maderna alcanzó el éxito con mayor facilidad que Piazzolla. Éste luchó durante muchos años para conseguir ser alguien. A Maderna la vida comenzó a sonreírle cuando apenas era un adolescente. ¿A dónde habría llegado si la fatalidad no hubiera quebrado a la vez sus alas y las del avión que conducía? Nada más vano que interrogar al futuro. Pero no debe a su muerte a destiempo el firme lugar que ocupa en la historia del tango. Lo ocupa por su fantasía desbordante y su virtuosismo inusitado.