Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi

Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi
Tango, Radio y más Historias, blog distinguido por su aporte a la difusión del Tango, sus autores e intérpretes.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Jorge Luis Borges - Biografia - 17 de enero de 2012 -





Jorge Luis Borges
Nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899 y murió en Ginebra el 14 de junio de 1986.
Los tangueros no quieren a Borges. No considero tangueros a los tangófilos, que se sienten dartañanes, y lo mismo arremeten contra Piazzolla y contra las grabadoras; ni a los historiadores. ni a los exégetas. ni a los tanguistas (que son quienes hacen los tangos).
Tanguero es el que gusta de escuchar tangos sin mayores prejuicios, quien los siente y los disfruta, quien les debe cierto cosquilleo en las articulaciones y repite sus versos como si fueran sentencias de La Rochefoucauld o del Viejo Vizcacha. Los tangos preferidos por el tanguero son aquellos escuchados en los mejores momentos de su vida, cuando era joven, los bailaba y a su compás se tiraba los primeros lances. La fracción más numerosa es la de quienes eran jóvenes por los años cuarenta. De ahí en más, ya casi no hay tangueros: hay Piazzolla nos o indiferentes.
Cada porteño tiene un tango a su medida, fabricado con sus propias emociones. Pero la medida de Borges parece serle exclusiva, nadie confiesa compartirla ... Una tarde cualquiera, hace muchos años, se detuvo en una esquina de Palermo uno de los doscientos y tantos organitos que surcaban la ciudad moliendo primeramente habaneras (cfr. Leopoldo Lugones) y, luego, tangos (cfr. González Castillo). Pudo haber sido en 1921. En marzo de ese año, los Borges habían regresado de Europa. Digamos que fue por octubre o noviembre. Borges marchaba solo por la calle Honduras, inventando los versos de Fervor de Buenos Aires y memorizando lo que inventaba. De pronto aparece el organito y, a su conjuro, cuatro muchachos forman dos parejas y se ponen a bailar. La tarde está cayendo. No hay brumas violetas sobre el cielo gris, porque el que anda paseando no es Lugones, sino Borges.
El ocaso se ha teñido de un amarillo brillante, como el de un huevo frito. La silueta de los bailarines desde el medio de la calzada recorta sobre el horizonte lejano. que deja ver un retazo allá, donde el callejón se pierde. Piruetean sin tasa. Disfrutan a sus ansias y el pudor que pone luz en medio de la pareja facilita el enérgico juego de las piernas.
En ese tango. Borges reencontró a Buenos Aires que se le ofrecía bajo las especies de una coreografía endiablada. Los compadritos llevaban un bultito en la sisa. Eran breves fiyingos que Borges exaltó a cuchillos, y supuso a sus portadores capaces de usarlos. Ser capaz, en el lenguaje de los compadritos, no sólo es poder. sino hacer lo que se puede cuando se debe hacerlo. De esa laya es la capacidad. Tal vez aquellos bailarines no fueran capaces de empuñar el arma, ni de clavarla tras un salto a lo gato, sino apenas arteramente por la espalda. Pero Borges idealizó aquel instante mágico. Y para él, el tango fue una diablura instalada en una mitología de puñales. Con el recuerdo puesto en aquel ocaso casi culinario, Borges escribió muy bellas letras para milongas, que los intérpretes no rechazan, sino que se jactan de repetir: Alto lo veo, y cabal. con el alma comedida.
Pero los tangueros no lo quieren. Y tal vez no lo quieran, principalmente. porque se metió con Gardel. Y con Gardel no se jode. Gardel es nuestro punto de referencia, la imagen de lo que nos gustaría ser. Reírse de Gardel es como si se rieran de uno. Y Borges. que veía al tango como a un guapo incapaz de una lágrima o de una ternura. sostenía que la letra lo había hecho sensiblero; ese Contursi, ese Celedonio que nunca habían manejado una faca. ese Gardel que llevaba una lágrima en la garganta. Complaciente. dijo luego que las letras forman una vasta e inconexa Comedia Humana de Buenos Aires... Sin embargo, él renegaba de esa comedia humana mechada de gringos parlanchines. sólo reconocía al tango mudo que había visto bailar aquella tarde de 1921.
No lo quieren a Borges porque se quedó en la segunda década. Y porque teorizó sobre el tango con una agudeza en la cual el tanguero veía, ve, algo así como un propósito de arrebatárselo.
Yo lo quiero. Creo que Borges es un benemérito del tango, porque lo paseó de bracete por la alta literatura y porque, a los que solamente lo sentíamos, nos enseñó a penarlo.