JOSÉ
RIAL
José
Rial nació en Buenos Aires el 14 de noviembre de 1896 y murió en la misma
ciudad el 8 de julio de 1954.
Fue
quien enseñó a los porteños que los amigos se cotizan en las malas y en las
buenas, y que es bueno repartir la chaucha cuando el Gran Dispensador nos
asigna una porción demasiado crecida de esa legumbre.
Fue
Rial un poeta de barrio, sin duda el primero de los poetas de barrio que se
inclinó hacia el lado del tango.
No
era poeta de barrio Pascual Contursi, sino de cabaret y lenocinio; no lo fueron
tampoco Celedonio, demasiado letrado para serlo, ni, ciertamente, José González
Castillo que se codeaba con la alta cultura. La musa del barrio no es iletrada,
pero tampoco abunda en letras; tiene buen oído poético y algo entiende acerca
de rimas, de censuras y de cadencias. No cuenta las sílabas con los dedos, sino
con el instinto, y a veces se le enreda la sintaxis. Es sencilla y candorosa,
tiene el alma blanca y si acaso piensa que está más alto que cuanto la realidad
afirma. nunca está demasiado bajo. José Rial, varón del Parque de los
Patricios, vecino del Barrio de las Ranas, pero sin nada de ranero ni de ranún,
dejó para las letras del tango una página ineludible, tan sabia como algunas de
Gorrindo, como otras de Discépolo, y afirmada en sus convicciones como el
acento másculo de Gardel: Preparate pal domingo.
Un
enamorado del tango, acucioso y veraz, Eduardo Visconti, se convirtió en
biógrafo -casi hagiógrafo- de Rial . Por él sabemos que el vate llegó al tango
como Razzano desde una de las legendarias troupes criollistas, la denominada
Gloria, Patria y Tradición.
Un
vecino que lo quería y admiraba, Guillermo Desiderio Barbieri, guitarrista de
Gardel desde 1921, le puso música a ciertos versos de Rial, que no carecen de acento
benotiniano: "Porque yo sueño cómo te aprecio, de que a mi lado te he de
tener". Son los del vals Rosas de otoño, que Gardel grabó, no sólo porque
la música era de su guitarrista leal hasta la muerte, sino porque la
reminiscencia payadoril le cala muy grata. Esta composición ha podido ser, a la
vez, sin apartarse de la floricultura, el vals Rosas de otoño y el tango Tus
violetas. "De sus cuarenta y siete obras registradas en SADAIC -anota
Visconti-, sólo unas veinte tuvieron difusión al haber sido grabadas e interpretadas
para la radiofonía o espectáculos públicos". Nueve de ellas, lucubradas y
laboriosamente escritas por este juglar arrabalero, fueron cantadas por el
Zorzal, y perduran en su voz (que perduran también en estas páginas: Corazoncito,
Ebrio, Hágame el favor, Pobre amigo, Preparate p'al domingo. Primero yo,
Resígnate hermano, Rosas de otoño o Tus violetas y Se llama mujer). No son
obras que acrediten notable originalidad, pero lo que nadie podrá negarles es
autenticidad: la tienen por sus metáforas campesinas (Podrás cambiarte de
aperos, pero de costumbres no), por un no infrecuente ladearse hacia el
cultismo (En mi semblante claro se ve, tu suplicado ruego, el perfume de tu
amor y tu gracia espiritual) y por el tono apodíctico que encuentra su extrema
y feliz manifestación en Preparate p'al domingo ("Estos datos bien pulenta
se brindan por amistad").
Un
poeta de barrio no podía sino ser anarquista o radical. Rial fue radical,
aunque tuvo el buen gusto de no mezclar el tango con sus preferencias políticas.
Un fino instinto alejó siempre a los tangueros genuinos de esa mezcla
peligrosa. Se mencionará Viva la patria... Aparte de que la excepción
confirmaría la regla, son los de ese tango versos que pertenecen a Francisco
García Jiménez, hombre que rondaba la alta cultura y que en sus años postreros
se ufanaba de colaborar en el suplemento literario de La Prensa.
Humilde
pero altivo, Rial, a propósito de quienes desdeñaban sus letras, escribió
alguna vez: "¡Qué me importan los gorriones si ya me cantó el Zorzal...!
Me gustarla cifrar en él a todos los poetas de barrio que le dieron voz al
tango e hicieron que el promedio de las letras esté más cerca del pueblo que de
la Facultad de Filosofía y Letras.