Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi

Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi
Tango, Radio y más Historias, blog distinguido por su aporte a la difusión del Tango, sus autores e intérpretes.

miércoles, 30 de abril de 2014

Francisco Canaro Biografia- 30 de abril de 2014



Francisco Canaro
Francisco Canaro nació en San José de Mayo (Uruguay) el 26 de noviembre de 1888 y murió en Buenos Aires el 14 de diciembre de 1964. En sus 3700 grabaciones    de   música   popular   se encierra todo el tango.
Como escribió sus memorias, poco que se dijera de Pirincho podría ser novedoso. Fue un trabajador incansable, una inteligencia alerta, una imaginación en vilo, una disciplina de Káiser. No inventó el tango, no lo hizo, no lo renovó. Pero a él se debe la continuidad de esta especie musical que de tanto en tanto nos da el gozo infinito de verla resurgir en el rescoldo.
Ejemplo impar de tenacidad, se fabricó un violín con una lata de aceite; luego aprendió a tañer un instrumento en serio (si alguien sabe quién le enseñó que lo diga), recorrió el camino de rutina por lenocinios y peringundines, aprendió a leer música y a escribirla (¿quién le enseñó, por Dios?), supo de dúos y de tríos con instrumentos diversos (ningún timbre es intrínsecamente impropio para el tango), militó junto a Greco y otra gente que estaba componiendo la historia sin darse cuenta en la murga que se llamó, por primera vez, orquesta típica. Anduvo con el oído abierto a las melodías que poblaban el aire en la urbe que conoció ya cosmopolita, las tradujo en sonidos simples, lineales, sin mucha fioritura, sin mucho arrequive, como para oídos todavía no desbastados por la cultura.
Escribió a destajo y también por encargo, como los periodistas, pero sobre el pentagrama, y el pueblo se sintió expresado por lo que escribía. Por eso lo siguió por los bailes, por los palquitos, por los estudios de radio, por los teatros. Siempre supo lo que quería y escogió siempre a la gente capaz de hacerlo y hacerlo bien. No era un asceta, pero su generosidad iba mucho más allá de la anécdota, y eso lo saben no pocos de sus músicos. No fue músico de conservatorio, pero compitió, juvenilmente, con los pequeños del Cuarenta y ahí no más, como para abrir la década, plantó Adiós, pampa mía, que cantó todo el mundo, desde Alberto Arenas, que lo estrenó, hasta Gianna Pederzini. No hizo del tango un patrimonio generacional, y lo buscó a Mores -impensado sucesor en el tiempo del inefable e infalible orejero José Martínez- y lo hizo hombre de tango. Canaro ganó mucho dinero, con los discos, con los bailes, con la radio, con las comedias musicales. Sólo perdió plata cuando se metió a producir filmes (a veces también en el hipódromo y cuando le prestaba a Gardel). Llevó el tango a París y a los Estados Unidos, siempre con buena fortuna, y en el Japón formó parte de la multitud que lo aplaudía el príncipe Akihito, que después fue emperador. Nunca dudó de sí mismo, pero nada lo envaneció. Siempre fue Pirincho Canaro y en términos artísticos sobrevivió a Firpo y a Maglio. Su público estaba en todas partes; allí donde hubiera un gramófono estaba Francisco Canaro. No hubo habido tanguista que grabara tanto: Fresedo, mil doscientas composiciones; D' Arienzo, poco menos de mil. Después de Gardel fue la figura más importante del tango. No faltó quien dijera que convirtió al tango en un producto y que no lo remontó a las altas esferas de la música sino que pasó por el circuito comercial que hizo tanta música como marketing. Lo que se quiera, pero en todo puso un intuitivo e instintivo decoro, ajeno al mal gusto. Tendió con algunas composiciones -Halcón negro, Pájaro azul hacia la alta música, y, sin dejar de ser un líder, fue también un trabajador imparable.