Juan
Maglio
Juan Maglio
-o "J. Pacho Maglio",
como dice la partitura de su primer tango, El Zurdo, dedicado al jóquey Luís Laborde-
nació en Buenos Aires (barrio de
Palermo) el 18
de noviembre de 1880 y murió en
el hospital Ramos Mejía de
la misma ciudad, el 14 de julio de 1934.
En
1906 Francisco Canaro coincidió con él en un peringundín de Guaminí (provincia
de Buenos Aires) y lo vio como un muchacho simpático, de cutis trigueño tirando
a pálido, que usaba bigotes con las guías hacia arriba sostenidas por
cosméticos. Su padre era bandoneonista aficionado y de él aprendió las primeras
notas; las demás se las enseñó Domingo Santa Cruz, el autor de Unión Cívica,
Para 1909 ya se había fogueado en más de un café y a los cafés volvería después
de las zapadas en las casas non sanctas del interior, hasta tener el suyo
propio, " Ambos Mundos", sobre la calle Paraná casi esquina
Corrientes. Héctor Bates -fuente perenne de información, donde todos mojamos
los labios de vez en cuando- lo entrevistó tres días antes de que el querido
músico muriera, en la misma sala del hospital, y tomó nota de la numerosa
clientela que llenaba aquellas instalaciones, atraídas por el embrujo de su
fuelle, Pacho, a quien le había prendido como apodo la cariñosa reprimenda
paterna, -eh, sei pazzo?- ya conocía, por entonces, el halago de la placa
impresa. Había formado un conjunto con Pepino Bonano (violín con corneta),
Carlos Hernani Machi (flauta) y Luciano Ríos [guitarra), y grabado varias
decenas de tangos para Tagini permisionario de la firma Columbia. Los avisos
publicitarios del año 1913 registran 16. Es fama que esos discos se vendían
como pan caliente, que la gente pedía "un pacho**, sin importarle de qué
tango se tratara. Él mismo declaró que en 1914 había levantado con los discos
12.000 pesos.
Su
trajinar fue luego el habitual de los tanguistas; cafés; bailes carnavalescos;
escenarios, donde era corriente hacer figuraciones escenográficas de cabarés,
con palco y todo. En 1923 comenzó a grabar para discos Nacional. Ya se lo
contaba entre los primeros que habían llevado el tango a los salones de la
haute, donde lo bailaban el Maco Milani, Ricardo Güiraldes, Vicente Madero y
otros jóvenes de abolengo, con damas que podían ser Beba de González Bonorino o
Victoria Ocampo. Clamorosas temporadas en el café "Nacional", donde
acaudilló a músicos cuyos nombres derrotaron al olvido (Rodolfo Biagi, Elvino
Vardaro, Juan Polito, Federico Scorticati y, en 1932, Aníbal Troilo), giras,
viajes a Montevideo, discos y más discos. Como, pese a haberse iniciado en la
vida trabajando de peón en un horno de ladrillos, tenía inclinaciones
literarias, escribió y logró estrenar algunas obritas teatrales (una comedia,
un drama, un poema gaucho) que firmó con el seudónimo Oglima. El mismo
seudónimo lo utilizó para firmar las letras de varios tangos, entre ellos
Llegué a ladrón por amarte, y no le faltó tiempo para componer un buen número
de piezas muy valiosas: Armenonville, El tío soltero, Maderito (dedicado a
Vicente Madero), Cuasi nada, Royal Pigalle, Sábado Inglés (tal vez el más
importante de todos). .
El
nombre de Pacho es hoy menos frecuente que el de Canaro y el de Firpo en boca
de la tanguería. Sin embargo, como bien dice el estudioso Orlando Del Greco,
estaríamos desacertados si dijéramos que en el apodo Pacho no está resumido
todo el tango. Murió demasiado joven [a los 54 años), pero alcanzó a ver el
triunfo de Gardel, los refinamientos de De Caro, el sinfonismo de Canaro
(Halcón negro) y de Firpo (Cabaret de Cristal). Antes de todo eso, en 1925,
cuando la guardia nueva era todavía una criatura de pecho, se acaloraba y
decía: ¿Cuál es la característica negativa de los tangos de hoy? La ausencia de
un sentimiento emotivo, viril y ardiente... El tango llorón y fofo de ahora
carece de personalidad. Tal vez ignorara que estaba coincidiendo con Borges,