Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi

Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi
Tango, Radio y más Historias, blog distinguido por su aporte a la difusión del Tango, sus autores e intérpretes.

lunes, 14 de mayo de 2012

Ricardo Tanturi Biografía 14 de mayo de 2012




RICARDO TANTURI

Nació en Buenos Aires. en el barrio de Barracas el 27 de enero de 1905 y falleció en la misma ciudad el 14 de enero de 1973.
Era cinco años menor que D' Arienzo y nueve mayor que Troílo. Su hermano, Antonio Tanturí, autor de Triste regreso y Pestañitas (letras de García Jiménez}. le enseñó a tocar el piano. Aprendió bien sus lecciones, tan bien como las que le impartían en la Facultad de Medicina, donde se recibió de médico. Otro estudiante, compañero y amigo, Raúl Sánchez Reynoso. había organizado una jazz-band y en ella se enroló Tanturi. Con el mismo Sánchez Reynoso y Antonio Arcieri a los violines formó más tarde un trío para presentarse en un cine de San Cristóbal: el chansonnier era Juan Carlos Thorry. Éste ya había cantado con Osvaldo Fresedo e inclusive había grabado con esa orquesta Leguisamo solo (1927) y otros tangos.
En 1931 Tanturi formó su primer conjunto -un sexteto-, al que llamó Los Indios como homenaje a un equipo de polo que llevaba ese nombre. Lo amplió luego -inclusive con un cantor oficial, Carlos Ortega- y tuvo la suerte que lo escuchara Pablo Osvaldo Valle, director artístico de la radio El Mundo. Oírlo y contratarlo fue todo uno. Simultáneamente comenzó su carrera discográfica. que alcanzaría a 178 versiones en veintinueve años de labor, entre Tierrita, de Bardi, y El resero, de Petillo, una y otra sin canto.
En 1940 comienza la gran historia de Tanturí, cuando incorpora a un cantor que se llamaba Alberto De Luca, que era nueve años menor que él, se hacía llamar Alberto Du al y finalmente fue Alberto Castillo. De la aparición de la voz de Castillo en la radio capilla de mi casa, (yo tan sólo veinte años tenía), conservo recuerdos un tanto marchitos; mucho más vivos son los del revuelo que esa voz suscitó en la tanguería. Todavía el tango podía producir acontecimientos y la integración del binomio Tanturi - Castillo fue uno ele los más notables de la guardia del Cuarenta. Sólo han de haber­ lo superado las grabaciones de La cumparsita y La puñalada (las de 1943) hechas por D' Arienzo y los versos de Malena en la voz de Fiorentlno (1941). Castillo representó, tal vez, para el avatar canoro del tango lo mismo que D´Arienzo para el avatar rítmico:  una suerte de retorno a las fuentes, justo cuando el tango se abría a los refinamientos de conservatorio. No fue poco el mérito de Tanturi al elegir a Castillo y aceptarlo en su ubicación artística, situada exactamente en las antípodas de Roberto Maida, de Femando Díaz, de Fiorentlno, de Roberto Ray, los más claros referentes del estribillismo. La proeza de la generación de estupendos cantores de orquesta, producida por la guardia del Cuarenta, fue la de haber compatibilizado el canto con la bailabilidad.  Castillo, entre ellos, porque la orquesta de Tanturi nació bailable y no relegó nunca esa cualidad que estaba en su misma esencia.
Cuando Castillo se supo vedette emigró de Los Indios hacia el primo cartello. Tanturi, con buen ojo y mejor suerte plantó en su lugar a un uruguayo admirable, que se llamaba Enrique Campos, que si no fue el más tanguero de los cantores de tango -Gardel aparte, pardiez; Gardel es el único-, le pasó raspando. Roberto Videla -llevado por el mismo Campos-. Osvaldo Ribó. Elsa Rivas, Juan Carlos Godoy fueron sucesores de aquellos dos cantores sin reposición.
Típico producto de la guardia del Cuarenta, cuando esta languideció la orquesta de Tanturi se fue apagando. Disoluciones y recomposiciones signaron los años postreros. Es duro decirlo, pero una orquesta de tangos requiere talento, buen gusto y alma porteña. También exige mercado. En los seis primeros años de la década de 1960, Tanturi no grabó un solo disco. El último lo imprimió en 1966. Sobrevivió siete años a su orquesta. Es cierto que uno lo Identifica con Castillo y con Campos, pero vale la pena prestar atención a sus veinte interpretaciones sin canto. También en ellas habita una clara y honda tanguedad.