Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi

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Tango, Radio y más Historias, blog distinguido por su aporte a la difusión del Tango, sus autores e intérpretes.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Carlos Dante - Biografía - 1 de setiembre de 2013

                                            
                                               CARLOS DANTE
Carlos Dante Testori nació en Buenos Aires, en el barrio de Boedo, el 12 de marzo  de   1906 y  murió  en la misma ciudad el 18 de abril de 1985.
El 19 de noviembre de 1928, Juan D' Arienzo, respondiendo a una encuesta de la revista La canción moderna acerca de « ¿Qué cantor prefiere?», decía: Gardel Dante -que corea los tangos de mi orquesta en los discos Electra-, Charlo, Gómez. Dante había comenzado a grabar discos con la orquesta de D' Arienzo en 1928, cuando tenía 22 años y el maestro, seis más. Cuando D' Arienzo lo recibió en su conjunto, por decisión de la grabadora, ya había cantado con Pracánico, con Maffia y otros distinguidos músicos, e inclusive había grabado para el mismo sello acompañado de guitarras. Grabó 35 composiciones y al año siguiente -1929- se fue a Europa con el guitarrista, contrabajista y medio cantor Rafael Canaro, hermano del Káiser y coautor, con él, de Sentimiento gaucho. Dante recordaba, en su hermosa vejez: «Como de que sí, me casé antes con Celia Alonso, mi compañera de toda la vida. Fueron tres años y medio, aunque habíamos viajado con un contrato de seis meses». Toda Europa era un buen mercado para el tango y Dante se hizo escuchar en París, en Niza, en España -donde grabó 36 piezas con la orquesta de Rafael Canaro, según datos del providente Gutiérrez Miglio-.
Luis Adolfo Sierra ha registrado una anécdota cuya veracidad, como la de todas las anécdotas, es siempre cuestionable: que después de cantar en el "Garrón", con la orquesta de Manuel Pizarro, Dante vio acercarse a un caballero que le dijo en buen castellano: Es usted un excelente cantor de tangos. No cambie nunca su manera de cantar: Al tango hay que decirlo, no gritarlo. El caballero era el célebre barítono Titta Ruffo, quien, aunque no era pianista, dio en la tecla: Dante decía el tango, pero lo decía con una exquisita musicalidad y una bella voz de tenor. Si uno le
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hubiera dicho cantor refinado no habría expresado adecuadamente su espíritu tanguero; pero hecha la salvedad bien podría hablarse de su refinamiento.

El regreso se produjo hacia 1933. Buscó oyentes, entonces, en el café "Germinal" , donde zapaba de 13 a 24 hs. Debía cantar más de treinta piezas, «bastantes más que las que componen un recital de los de hoy». Se cansó y se fue a trabajar en YPF. Sin embargo, en 1936, Agustín Irusta lo convenció para que formara dúo con Pedro Noda, a quien Agustín Magaldi -famosísimo entonces- lo había dejado sin primera voz. Con el dúo no pasó gran cosa, y encaró su tarea en las orquestas de Caló y de Vardaro como una ayuda de costas. Recordaba luego: Cuando decidí poner el punto final a mi vida de cantor, Alfredo De Angelis, ese Colorado de corazón grande, me va a buscar a mi casa, y me convence para que forme parte de la orquesta, por lo menos para que viera si podía vivir del canto. Sustituí nada menos que a Floreal Ruiz. Estuvo trece años con De Angelis, compartiendo éxitos con Julio Martel y con Oscar Larroca. Grabó en ese lapso ciento treinta y nueve composiciones (Gutiérrez Miglio dixit). Uno tenía la sensación de que Dante era demasiado cantor para aquella orquesta, desconsideradamente minimizada por algunos, pero entrañablemente popular. Al fin, todos los tangos hacen el tango, porque la tanguedad casi nunca se da entera. Y aquella entente de un cantor admirado por Titta Ruffo y una orquesta que se mantenía conmovedoramente fiel al avatar más popular del tango dejó no sólo un recuerdo grato, sino 139 lecciones de canto grabadas en disco. Diez años -acotaba Sierra- en aquel inolvidable programa cotidiano Glostora Tango Club. Trece años con De Angelis. Los mejores de Dante. Luego, en 1957, formó dúo con Oscar Larroca; duró poco la nueva orientación artística. Y él, Dante, confesó: «Cuando decidí largar tenía resto. Pero pudieron más la prudencia y el buen sentido que la vanidad y esas cosas. Me retiré a tiempo. Eso quiero que digan, decía mi hijo. Y teníamos razón ambos...». Hoy los tangueros le estaríamos diciendo, si en lugar de vivir ochenta bellos años, hubiese alcanzado algunos más: «Gracias, Dante, por todas y cada una de sus lecciones de canto. Gracias, principalmente, por su bella lección de vida».