RICARDO
TANTURI
Nació
en Buenos Aires. en el barrio de Barracas el 27 de enero de 1905 y falleció en
la misma ciudad el 14 de enero de 1973.
Era
cinco años menor que D' Arienzo y nueve mayor que Troílo. Su hermano, Antonio
Tanturí, autor de Triste regreso y Pestañitas (letras de García Jiménez}. le
enseñó a tocar el piano. Aprendió bien sus lecciones, tan bien como las que le
impartían en la Facultad de Medicina, donde se recibió de médico. Otro
estudiante, compañero y amigo, Raúl Sánchez Reynoso. había organizado una
jazz-band y en ella se enroló Tanturi. Con el mismo Sánchez Reynoso y Antonio
Arcieri a los violines formó más tarde un trío para presentarse en un cine de
San Cristóbal: el chansonnier era Juan Carlos Thorry. Éste ya había cantado con
Osvaldo Fresedo e inclusive había grabado con esa orquesta Leguisamo solo
(1927) y otros tangos.
En
1931 Tanturi formó su primer conjunto -un sexteto-, al que llamó Los Indios
como homenaje a un equipo de polo que llevaba ese nombre. Lo amplió luego
-inclusive con un cantor oficial, Carlos Ortega- y tuvo la suerte que lo
escuchara Pablo Osvaldo Valle, director artístico de la radio El Mundo. Oírlo y
contratarlo fue todo uno. Simultáneamente comenzó su carrera discográfica. que
alcanzaría a 178 versiones en veintinueve años de labor, entre Tierrita, de
Bardi, y El resero, de Petillo, una y otra sin canto.
En
1940 comienza la gran historia de Tanturí, cuando incorpora a un cantor que se
llamaba Alberto De Luca, que era nueve años menor que él, se hacía llamar
Alberto Du al y finalmente fue Alberto Castillo. De la aparición de la voz de
Castillo en la radio capilla de mi casa, (yo tan sólo veinte años tenía),
conservo recuerdos un tanto marchitos; mucho más vivos son los del revuelo que
esa voz suscitó en la tanguería. Todavía el tango podía producir
acontecimientos y la integración del binomio Tanturi - Castillo fue uno ele los
más notables de la guardia del Cuarenta. Sólo han de haber lo superado las
grabaciones de La cumparsita y La puñalada (las de 1943) hechas por D' Arienzo
y los versos de Malena en la voz de Fiorentlno (1941). Castillo representó, tal
vez, para el avatar canoro del tango lo mismo que D´Arienzo para el avatar
rítmico: una suerte de retorno a las
fuentes, justo cuando el tango se abría a los refinamientos de conservatorio.
No fue poco el mérito de Tanturi al elegir a Castillo y aceptarlo en su
ubicación artística, situada exactamente en las antípodas de Roberto Maida, de
Femando Díaz, de Fiorentlno, de Roberto Ray, los más claros referentes del
estribillismo. La proeza de la generación de estupendos cantores de orquesta,
producida por la guardia del Cuarenta, fue la de haber compatibilizado el canto
con la bailabilidad. Castillo, entre
ellos, porque la orquesta de Tanturi nació bailable y no relegó nunca esa
cualidad que estaba en su misma esencia.
Cuando
Castillo se supo vedette emigró de Los Indios hacia el primo cartello. Tanturi,
con buen ojo y mejor suerte plantó en su lugar a un uruguayo admirable, que se
llamaba Enrique Campos, que si no fue el más tanguero de los cantores de tango
-Gardel aparte, pardiez; Gardel es el único-, le pasó raspando. Roberto Videla
-llevado por el mismo Campos-. Osvaldo Ribó. Elsa Rivas, Juan Carlos Godoy
fueron sucesores de aquellos dos cantores sin reposición.
Típico
producto de la guardia del Cuarenta, cuando esta languideció la orquesta de
Tanturi se fue apagando. Disoluciones y recomposiciones signaron los años
postreros. Es duro decirlo, pero una orquesta de tangos requiere talento, buen
gusto y alma porteña. También exige mercado. En los seis primeros años de la
década de 1960, Tanturi no grabó un solo disco. El último lo imprimió en 1966.
Sobrevivió siete años a su orquesta. Es cierto que uno lo Identifica con
Castillo y con Campos, pero vale la pena prestar atención a sus veinte
interpretaciones sin canto. También en ellas habita una clara y honda tanguedad.