Francisco
A. Marino
Francisco
Alfredo Marino, el autor de los versos
de El ciruja, nació en Buenos Aires, barrio de Almagro, el 30 de enero de 1904
y murió en la misma ciudad el 21 de marzo de 1973.
De
chico no más se agenció una guitarra y comenzó a pulsarla de oído, hasta
hacerlo con soltura profesional. En 1922 -18 años- se presentó como cantor en
el famoso café "Nacional", donde hasta entonces nadie había osado
cantar desde el palquito. En 1924 formó con Pablo Eduardo Gómez un dúo que se
presentó en el cabaret "Casino Pigalle" y luego en el mencionado
café. En éste actuaba, por entonces, la orquesta de Ernesto de la Cruz que,
naturalmente, carecía de vocalista. Una apuesta acerca del empleo del lunfardo
en las letras de tango movió al cantor y guitarrista Marino a improvisarse
letrista. Produjo así una página magistral, un clásico que aún perdura, El
ciruja. Este y sus contemporáneos La gayola (Tagini y Tuegols) y Barajando
(Escáriz Méndez y Vaccaro) son los últimos grandes tangos malandras: el lirismo
de Manzi despuntaba ya tímidamente en Viejo ciego. Los versos de Marino fueron
musicalizados por Ernesto de la Cruz, y con la orquesta que éste acaudillaba
los estrenó Pablo Eduardo Gómez. Marino jamás los cantó en su vida. Gardel, en
cambio, ni corto ni perezoso los grabó ese mismo año, lo mismo que Ignacio
Corsini y Rosita Quiroga.
Al
siguiente -1927- se lo encuentra a Marino acompañando con su guitarra y junto a
las de Iturralde y Barroso a Juan Carlos Marambio Catán. Ese año se casa, y
abandona la farándula, pero en 1930 no resiste la invitación que le hace Carlos
V. Geroni Flores para incorporarse en la orquesta que estaba formando y con la
que llevaría el tango a Europa. Va como guitarrista (los cantores son Julio
Vega y Héctor Morel). Pronto, empero, se independiza de la orquesta y forma con
Morel un dúo que luego se convierte en trío cuando se les suma la morena
americana, Nildey Watkins, cantante de blues. Sus andanzas europeas hacen una
suerte de pendant con las de Marambio: el autor de Acquaforte marcha hacia el
este y el de El ciruja prefiere España y Marruecos.
Ya
de regreso en Buenos Aires Héctor Morel se convierte en Héctor Farrel y Marino
se incorpora corno chansonnier en el famoso sexteto de Elvino Vardaro (1934).
Pero lo que realmente le tira es el teatro y corno actor se lo ve en dos
comedias musicales de Canaro y Pelay, La patria del tango y Mal de amores;
donde el canto corría por cuenta de Agustín Irusta, Roberto Fugazot y Roberto
Maida. Hizo una buena carrera y se lució inclusive junto a López Lagar que era
entonces una especie de marca en el orillo del buen teatro. En el radioteatro,
Marino se hizo famoso en las series Los Pérez García y Peter Fox lo sabía.
También se asomó al cine argentino en algunas películas como Turbión, El loco
Serenata, Pelota de trapo y Su última pelea. Estuvo durante 22 años en radio El
Mundo y en 1967 se le confió la dirección de esa emisora.
Marino
dio al tango una treintena de letras, además de la versión expurgada de El
ciruja, que obtuvo, durante la veda radiofónica del lunfardo, la respectiva
aprobación de Radiocomunicaciones. Algunas, como Vieja volanta y El aguatero,
no carecen de cierto encanto evocativo. Ninguna alcanza, sin embargo, la altura
de El ciruja y ningún verso de la literatura tanguística ha igualado la
expresividad del dodecasílabo imbatible que también admiraba Francisco
Villaespesa: "campaneando un cacho'e sol en la vedera".
El
30 de junio de 1972 la Academia Porteña del Lunfardo realizó una sesión pública
en homenaje a Marino. Marambio Catán recordó episodios de sus andanzas comunes,
Luis Ricardo Furlan hizo un análisis poético de El ciruja y yo dije muchas
cosas, menos la que repito siempre y digo ahora para salvar aquella omisión:
¡Qué bueno que el autor de El ciruja, justamente el autor de El ciruja, sea
todo un caballero! Aquella tarde el autor de El ciruja no pudo agradecer el
homenaje porque se puso a llorar.
En
1993, Silvia Laura Papa, alumna de la entonces Universidad del Tango de Buenos
Aires, en la cátedra Cantantes de Tango, dictada por Roberto Gutiérrez Miglio,
presentó una completa monografía sobre Francisco Alfredo Marino.