PEDRO
MAFFIA
Pedro
Mario Maffia nació en el barrio porteño de Balvanera el 28 de agosto de 1899 y
murió en la misma ciudad el 16 de octubre de 1967.
Pasaron
muchos años desde el día en que José Ricardo lo descubrió tocando en Punta Alta
(1917) y le sugirió a Roberto Firpo -que andaba de gira con el dúo Gardel-
Razzano- que
fuera
a escucharlo. Firpo fue, lo vio, lo escuchó, lo contrató. Ha pasado mucho
tiempo y Maffia sigue siendo sinónimo de bandoneón.
Con
Firpo se quedó Maffia cinco años. y luego
se mudó a la orquesta de Juan Carlos Cobián, donde Julio De Caro tocaba el
segundo violín (el primero, nada menos que Agesilao Ferrazano). Luego marchó, con su ladero Luis Petrucelli,
a la orquesta que organizaba Julio. Al poco tiempo, por cuestiones profesionales,
Petrucelli emigró y lo reemplazó Pedro Blanco Laurenz. Allí nació aquello de
los dos Pedros que hasta Piazzolla evocó en uno de sus tangos. Cumplido su
ciclo con De Caro, formó su propia orquesta, en la que tocaron dos de los
violinistas de los mayores, Elvino Vardaro y Cayetano Puglisi.
Su
actuación fue desde entonces intensa y variada.
Intervino
a veces en conjuntos que procuraban versiones más modernas y refinadas del
tango: tal el Cuarteto Popular Argentino, con Sebastián Piana, Abel Fleury y Alfredo
Corletto. Era cuñado de Piana y como éste, quería que el tango mantuviera su
tempo, su cadencia. Por eso hizo un breve paréntesis artístico cuando, hacia
1940, las orquestas comenzaron a correr, arrastradas sin duda, por Juan D' Arienzo.
Bien vale la pena recordar que a la orquesta de Maffia se debe el rescate de un
bello tango del violinista Peregrino Paulos, 6a del R2 (sexta compañía del
segundo regimiento). al que el instinto tanguero del director y la letra de
Luis Rubinstein convirtieron en Inspiración (1930, en el cabaret Pelikan).
Maffia poseía
conocimientos teóricos envidiables y una inspiración que no sólo
queda manifiesta en páginas como Noche de Reyes (música bellísima, pero una
letra olvidable), Pelele, Piba boba, Pura maña, Ventarrón, Taconeando, las
primeras partes de Amurado, No aflojés, y otro centenar de títulos, sino
también en lo que compuso para filmes como Sombras porteñas (1935) y comedias
musicales como Jugando al amor, de Ivo Pelay, y Juan Tango, de Germán Ziclis.
Oscar
Zucchi, en su reciente libro enciclopédico por su dimensión, -un tratado cabal
por su densidad -, dice que Maffia y Laurenz plasmaron las bases definitivas de
una escuela bandeoneonística aplicada a la ejecución del tango. Uno podría
acotar que echaron esas bases sobre tierra firme -que no sé si era roca, pero
era firme-, afirmada por Chiappe y el Pardo Sebastián. como bien dice el autor.
pero además por Arolas y Greco, por Bernstein y por Maglio, por el tano Genaro
y por Pepín, maestro de Maffia. El tango es una larga elaboración siempre inconclusa.
La verdad última yace debajo de una honda capa sedimentaria casi imposible de
catear por completo. Hoy nos deslumbran bandoneonistas admirables, algunos de
ellos muy jóvenes. Proceden de un denso ramaje genealógico en la mitad de cuyo
tronco, de donde arrancan ramas floridas, está Pedro Maffia. La raíz manda su
savia desde muy abajo. La copa continúa buscando el cielo