Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi

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Tango, Radio y más Historias, blog distinguido por su aporte a la difusión del Tango, sus autores e intérpretes.

sábado, 3 de marzo de 2012

Orlando Goñi - Biografía - 3 de marzo de 2012 -




ORLANDO GOÑI

Nació en Buenos Aires en 1914 y murió en Montevideo el 5 de febrero de 1945.
Estuvo siete años en La orquesta de Aníbal Troilo, desde 1937 a 1943. Fueron sus mejores años y tal vez los mejores de Pichuco. Se oye su piano en setenta versiones fonográficas desde Comme il faut a El distinguido ciudadano.
Cuando emigró, con Fiorentlno y Piazzolla, lo sustituyó José Basso. El bandoneonista Martín Héctor Cuestas lo recordaba tal como lo había conocido en 1928 con saco azul, pantalón de fantasía y un funyi grandote tipo Orión. Fue Cuestas quien lo acercó al sexteto de Miguel Caló, donde tocaba su hermano Domingo Cuestas de ladero del director, que aún pulsaba su instrumento. Respondió fenómeno. porque era competente, aunque tocara fuerte como un elefante. En realidad, Goñi se presentó a Cuestas. que tocaba en un cine de Mataderos con un pequeño conjunto cuyo pianista era Carlos García. Cuando éste se abrió, publicaron un aviso pidiendo un pianista. Goñi llegó con su Orión y con el antecedente de haber estudiado con Vicente Scaramuzza. Ya era amigo de Alfredo Gobbi, que le llevaba un par de años. La amistad de Goñi y Gobbi. (afinidades electivas, para decirlo con Goethe) forman parte de la historia del tango. Con Gobbi había hecho Goñi su primera experiencia artística. Luego, desvinculado ya de Caló, formó en la orquesta que el hijo del andariego organizó en 1932. Juntos estuvieron en la orquesta de Alberto Pugliese. En la de Cobián (1936) estrechó Goñi su amistad con Troilo, a quien estimuló a formar el conjunto que debutaría en el "Marabú" el 1º de julio de 1937.
Goñi no compuso tango alguno ni fue tampoco arreglador en el sentido que lo fueron Galván o Artola. Cuando se alejó de Troilo armó su propia orquesta, con músicos tan ilustres como Eduardo Rovira, Antonio Ríos y Roberto Di Filippo. Durante quince meses anduvo entonces por los dancings y los estudios de la radio Belgrano, pero en ninguna sala de grabación.  Era simplemente un pianista que fuera. además, medio director y medio arreglador a la vez. Cuando Pichuco todavía tocaba sin arreglos Goñi le organizaba la parrilla. Luis Adolfo Sierra, que siguió su trayectoria con atención muy sabia, aseguraba que Goñi transmitía su personalidad, entre desmañada y sobradara, a la conducción orquestal. Lo memoraba sentado como sin ganas frente al piano, con sus piernas extendidas, renuente al empleo de los pedales, y sus brazos como echados sobre el teclado. La izquierda de Goñi bordoneaba densa y profundamente no sólo cuando interpretaba tangos, sino también valses y milongas (confróntese la versión de Mano brava). Fue sin duda el primero que ligó el canto de su instrumento con el de la orquesta. No dejaba ningún vacío sonoro sin llenar con ripienti o soldaduras melódicas surgidos de su inventiva ágil y espontánea. Pastor Cores. un ducho bandoneonista que viene de lejos en el tiempo, dice que no son pocos los pasajes, las variaciones y las modulaciones de Goñi que han venido pasando de mano en mano. Sierra encumbró el lujoso alarde del empleo de la síncopa, que era acaso el gran secreto de su estilo interpretativo, y narraba que, cuando Troilo comenzó a utilizar arreglos escritos, los arregladores. que conocían la vena creadora de Goñi, dejaban librada a su inventiva la función conductora de la mano izquierda, “siempre robando tiempos y haciendo llegar el sonido redondo y expresivo en esa fracción de segundo, que es privilegio exclusivo de los grandes ejecutantes».
También Goñi era de estirpe musical decariana. Pesquisaba la música en la rutina del tango y concurría con Gobbi al cine Select Lavalle a escuchar al sexteto innovador de los De Caro. A la luz de fósforos indiscretos -que encendían como buscando algún acorde perdido en la penumbra- pasaban al pentagrama las trouvailles sonoras de Maffia, de Laurenz. de Julio y de Francisco. Se fue de Troilo porque el uno y el otro eran demasiado grandes para estar juntos. Le sobraba talento, portaba la música en el alma, pero le faltó disciplina. Ha sido escrito que el genio es una larga paciencia. Goñi no la tuvo ni para vivir. No sólo su cuerpo frente al piano se veía cansino; también su corazón frente a la vida. Vivió muy poco y no necesitó más para dejar su impronta en el tango. Cuatro años después de su muerte su fiel amigo le dedicó un tango bellísimo, Orlando Goñi... ¡Cha digo! ¡Cómo no dejaron algunos dúos grabados en discos! El inventor del fonógrafo ha de sentirse frustrado...