ORLANDO
GOÑI
Nació
en Buenos Aires en 1914 y murió en Montevideo el 5 de febrero de 1945.
Estuvo
siete años en La orquesta de Aníbal Troilo, desde 1937 a 1943. Fueron sus
mejores años y tal vez los mejores de Pichuco. Se oye su piano en setenta
versiones fonográficas desde Comme il faut a El distinguido ciudadano.
Cuando
emigró, con Fiorentlno y Piazzolla, lo sustituyó José Basso. El bandoneonista
Martín Héctor Cuestas lo recordaba tal como lo había conocido en 1928 con saco
azul, pantalón de fantasía y un funyi grandote tipo Orión. Fue Cuestas quien lo
acercó al sexteto de Miguel Caló, donde tocaba su hermano Domingo Cuestas de
ladero del director, que aún pulsaba su instrumento. Respondió fenómeno. porque
era competente, aunque tocara fuerte como un elefante. En realidad, Goñi se
presentó a Cuestas. que tocaba en un cine de Mataderos con un pequeño conjunto
cuyo pianista era Carlos García. Cuando éste se abrió, publicaron un aviso
pidiendo un pianista. Goñi llegó con su Orión y con el antecedente de haber
estudiado con Vicente Scaramuzza. Ya era amigo de Alfredo Gobbi, que le llevaba
un par de años. La amistad de Goñi y Gobbi. (afinidades electivas, para decirlo
con Goethe) forman parte de la historia del tango. Con Gobbi había hecho Goñi
su primera experiencia artística. Luego, desvinculado ya de Caló, formó en la
orquesta que el hijo del andariego organizó en 1932. Juntos estuvieron en la
orquesta de Alberto Pugliese. En la de Cobián (1936) estrechó Goñi su amistad
con Troilo, a quien estimuló a formar el conjunto que debutaría en el
"Marabú" el 1º de julio de 1937.
Goñi
no compuso tango alguno ni fue tampoco arreglador en el sentido que lo fueron
Galván o Artola. Cuando se alejó de Troilo armó su propia orquesta, con músicos
tan ilustres como Eduardo Rovira, Antonio Ríos y Roberto Di Filippo. Durante
quince meses anduvo entonces por los dancings y los estudios de la radio
Belgrano, pero en ninguna sala de grabación.
Era simplemente un pianista que fuera. además, medio director y medio
arreglador a la vez. Cuando Pichuco todavía tocaba sin arreglos Goñi le
organizaba la parrilla. Luis Adolfo Sierra, que siguió su trayectoria con atención
muy sabia, aseguraba que Goñi transmitía su personalidad, entre desmañada y
sobradara, a la conducción orquestal. Lo memoraba sentado como sin ganas frente
al piano, con sus piernas extendidas, renuente al empleo de los pedales, y sus
brazos como echados sobre el teclado. La izquierda de Goñi bordoneaba densa y
profundamente no sólo cuando interpretaba tangos, sino también valses y
milongas (confróntese la versión de Mano brava). Fue sin duda el primero que
ligó el canto de su instrumento con el de la orquesta. No dejaba ningún vacío
sonoro sin llenar con ripienti o soldaduras melódicas surgidos de su inventiva
ágil y espontánea. Pastor Cores. un ducho bandoneonista que viene de lejos en
el tiempo, dice que no son pocos los pasajes, las variaciones y las
modulaciones de Goñi que han venido pasando de mano en mano. Sierra encumbró el
lujoso alarde del empleo de la síncopa, que era acaso el gran secreto de su
estilo interpretativo, y narraba que, cuando Troilo comenzó a utilizar arreglos
escritos, los arregladores. que conocían la vena creadora de Goñi, dejaban
librada a su inventiva la función conductora de la mano izquierda, “siempre
robando tiempos y haciendo llegar el sonido redondo y expresivo en esa fracción
de segundo, que es privilegio exclusivo de los grandes ejecutantes».
También
Goñi era de estirpe musical decariana. Pesquisaba la música en la rutina del
tango y concurría con Gobbi al cine Select Lavalle a escuchar al sexteto
innovador de los De Caro. A la luz de fósforos indiscretos -que encendían como
buscando algún acorde perdido en la penumbra- pasaban al pentagrama las
trouvailles sonoras de Maffia, de Laurenz. de Julio y de Francisco. Se fue de
Troilo porque el uno y el otro eran demasiado grandes para estar juntos. Le
sobraba talento, portaba la música en el alma, pero le faltó disciplina. Ha
sido escrito que el genio es una larga paciencia. Goñi no la tuvo ni para
vivir. No sólo su cuerpo frente al piano se veía cansino; también su corazón
frente a la vida. Vivió muy poco y no necesitó más para dejar su impronta en el
tango. Cuatro años después de su muerte su fiel amigo le dedicó un tango
bellísimo, Orlando Goñi... ¡Cha digo! ¡Cómo no dejaron algunos dúos grabados en
discos! El inventor del fonógrafo ha de sentirse frustrado...