El
Cachafaz
Ovidio
José Bianquet, apodado El Cachafaz,
nació en un conventillo de Boedo e Independencia, Buenos
Aires, el 14
de febrero de 1885 y murió en Mar del Plata, entre tango y tango bailado
profesionalmente con la gran Carmencita
Calderón, en el
local denominado Rancho
Grande, el 7 de febrero de 1942, a las 23,15.
A
Bianquet solía llamársele Benito y en alguna vieja crónica del diario Crítica
aparece como Benito Bianchetti. Un gran amigo de El Cacha, don Domingo Catalano,
nos explicó los porqués de esas denominaciones. Transcribo sus palabras casi
textualmente: «Vivía en la calle Rioja al 400; tenía 12 años; jugando con otros
chicos rompieron un vidrio del almacén de la esquina; un vigilante fue a la
vivienda de los Bianquet a reclamar y la madre, doña Diogracia, cordobesa ella,
le dijo: No fue él, mi hijo es buenito. El agente reportó que el culpable era
un hijo de los Bianquet llamado Benito. En el barrio vivía un señor francés,
que tenía unas hijas con las que Benito solía propasarse. Ellas se quejaron a
su padre quien un día, delante de su amiguitos, le espetó: Sos un cachafaz.
Desde entonces Ovidio fue alternativamente Benito y El Cachafaz».
El
Cacha se hizo bailarín mirando triscar al compadraje en las entonces llamadas
academias y los peringundines. En el 900 no había academias de baile en el
sentido que las hubo luego, es decir, con docentes. Todo era empirismo puro.
El
27 de enero de 1941, el Diario de Mar del Plata informaba sobre la inauguración
de Rancho Grande y anunciaba la actuación de El Cacha, de quien decía: "En
1911 fue contratado para actuar en Estados Unidos. Fue el primer bailarín de
tango que salió con contrato para Norteamérica». En 1911 Bianquet tenía 26
años, los mismos que Madero y cinco más que Gardel. Sea de ese viaje lo que
fuere, lo cierto es que en 1913 se contó entre los bailarines que ilustraron el
concurso del Palace Theatre y, según la crónica de Viejo Tanguero (cfr. el
diario Crítica) no acató las instrucciones de bailar liso y tiró algunos cortes
que entusiasmaron a las distinguidas damas de la alta sociedad convocadas por
Antonio De Marchi. De algunas de ellas fue luego profesor. En 1920 realizó un
viaje a París, con el propósito de bailar en "El Garrón". (¿Se habrá
encontrado allí con Vicente Madero?) Lo cierto es que el clima no le sentó y
regresó a Buenos Aires, donde tuvo diversas academias y al menos cuatro
compañeras: Emma Bóveda, Elsa O'Connor (que fue más tarde brillante actriz) e
Isabel San Miguel. Luego, en 1933, apareció Carmencita Calderón, quien lo
acompañó casi una década y hoy, a los noventa y pico, sigue bailando con
agilidad y energía, porque no en vano es La Piba sin Tiempo.
Carmen
recuerda que El Cacha nunca fue carrero ni cochero y que, a veces, trabajaba
como pintor de paredes, tal vez para justificar sus ingresos, porque hasta que
se abrió camino operó en la fauna de la picaresca porteña.
Alto,
espigado, con un rostro en el que las marcas de la viruela acentuaban el
physiqae du role, dominaba el arte de erguirse en la pista y de conducir a su
compañera con destreza y autoridad. Su estilo fue evolucionando con el tiempo
como lo fue el tango mismo. Quien lo vea en la película Tango (1933) no
alcanzará a imaginar los quiebros aquellos del Palace Theatre, que inquietaron
a De Marchi pero entusiasmaron a su esposa, doña María Roca. ¿Habrá apresurado
su regreso de París porque sus cortes no encajaban en el tango caminado a
trancos largos, que había impuesto Madero en "El Garrón"?. Es mejor
que estas cosas nunca se conozcan en términos históricos. La historia no es la
cara más bella de la verdad. Ni El Cacha, ni Gardel ni Villoldo son ciudadanos
de la historia. Su patria es la leyenda.