Rodolfo
Biagi
Rodolfo Biagi
nació en Buenos Aires, en el barrio de San Telmo, el
14 de marzo de 1906 y murió en la misma ciudad el 24 de setiembre de 1969. En
1935 se incorporó en la orquesta de Juan D' Arienzo, con quien trabajó durante
cuatro años (en términos discográficos, desde el 31 de diciembre de 1935,
Orillas de Plata, Juan Maglio, sin canto, hasta el 22 de junio de 1938,
Champagne Tango, Manuel Aróztegui, sin canto). Cuando lo instaló frente al
piano, D' Arienzo había grabado ya 75 composiciones.
Biagi
tenía cumplido su noviciado tanguistico en los cines mudos y su primera
profesión, con Juan Maglio, en el Café Nacional. Además copiaba otra linda
experiencia: la de haber integrado el acompañamiento de Gardel en varias
grabaciones discográficas, junto a Antonio Rodio al violín y Aguilar, Barbieri
y Riverol a las guitarras (Buenos Aires, Yo nací para ti, tú serás para mí,
Aromas del Cairo, Aquellas farras, Viejo smoking, enero de 1930). Por lo demás,
había sido pianista de la orquesta de Juan B. Guido y, luego, de la de Juan
Canaro en la famosa temporada del cine París, de la que entre otros suvenires
quedó el tango Pipistrela, de dicho bandoneonista y letra de Fernando Ochoa. Lo
estrenó entonces Tita Merello, pero no lo grabó hasta 1954.
Ya
se sabe que a partir de 1935 la orquesta de D' Arienzo contribuyó decisivamente
a devolver el tango de los labios a los pies, si bien el canto se mostraba muy
promisorio en voces como las de Hugo del Carril, Héctor Palacios y Oscar
Alonso, y todavía estaban in gamba los astros y las grandes estrellas tangueras
(Azucena, Libertad, Mercedes, Amanda Ledesma, Corsini, Magaldi, Gómez). La
irrupción de D' Arienzo en los estudios de radio El Mundo fue como un coctel
vitamínico cuyo fabuloso resultado fue la guardia del Cuarenta. ¿Hasta dónde
contribuyó Biagi a la revitalización del tango? Transcribo de Horacio Ferrer,
hombre de inteligencia lúcida y confiable: «En 1935 se incorporó (Biagi) a la
orquesta de Juan D’Arienzo, contribuyendo con su modalidad, pianística
nerviosa, armónicamente elemental, monótona en lo rítmico por la invariable
repetición de las mismas ideas musicales, a definir el estilo interpretativo
del conjunto".
D'
Arienzo fue un ramalazo de viento fresco llegado desde los añosos hontanares
del tango, cuando el sintonismo decareano parecía canonizar el candor
pretencioso de Halcón negro (Canaro) y Cabaret de cristal (Firpo). Todo volvía
a ser simple en el tango, como en los días de Garrote o del Quinteto Augusto.
D' Arienzo pasó la esponja sobre la pizarra donde Rosemberg y Perceval
desarrollaban sus arreglos y la dejó monda para que los muchachos del Cuarenta
pudieran escribir lo suyo.
Biagi,
que se sabía sin duda protagonista de la movida darienzana, se cortó solo en
1938. Vuelvo a Ferrer: «El 16 de setiembre (de aquel año), sobre la base de
parecidos supuestos orquestales, debutó con su propio conjunto en la boîte
Marabú y en los programas de radio Belgrano». Aquel tanguismo nervioso, a veces
casi epiléptico, quedó registrado, con sus más y sus menos, en casi 170
versiones discográficas, número significativo, que no se habría alcanzado sin
una perseverante adhesión popular. Todo sugiere que Biagi era un gran músico
que se acotó a sí mismo al perfil de una reducida imagen de manos brujas. Tal
vez con ello no haya hecho mucho bien a su fama, pero se lo hizo al tango,
porque fue como si le estuviera recordando que un poco de sencillez nunca le
cae mal.
Durante
cuarenta años pulsó las teclas con el mismo vigor, formó o contribuyó a la
formación de excelentes cantantes, dejó algunas composiciones que no se olvidan
(Indiferencia) y, sobre todo, la milonga Campo ajuera, sobre versos de Manzi) y
una versión paradigmática, la de Lágrimas y sonrisas. Fue distinto, pero no
todos los que son distintos, como no todos los que son borrachos, lo son por el
gusto de serlo. Fue auténtico, artísticamente sincero. Enriqueció el tango con
un nuevo estilo que es como si le hubiera agregado una cara al arduo poliedro tanguistico
y se hubiera pasado cuatro décadas puliéndola con profesionalismo y con amor.
Fuente:
Hombres y Mujeres que Hicieron al Tango. Por José Gobello.