DOMINGO
SANTA CRUZ
Domingo
Santa Cruz nació en el barrio del Once, en Buenos Aires, el 20 de diciembre de
1884 y murió en la misma ciudad el 5 de agosto de 1931.
No
alcanzó a vivir medio siglo, pero al promediar su vida era ya un bandoneonista
popular en 1915, Yacaré -Felipe Femández-, que escribía en Crítica. el diario
de Natalio Botana, desde los días inaugurales de 1913, lo llamó decano de la
mersa fuellera. Sin embargo, era tres años menor que Pacho y contaba dos menos
que Arturo Hernann Berstein, el alemán.
Oscar
Zucchi, que ha dedicado la primavera y el verano de su vida a hurgar en las
entrañas del bandoneón y en los entresijos de su historia, pone especial empeño
en desmentir a Francisco García Jiménez, que lo daba negro. Santa Cruz no era
hombre de color, sino más bien achinado, lo que podría sugerir alguna mezcla de
sangre aborigen, pero no africana. La blancura absoluta no estaba en su epidermis,
sino en su boina de militante cívico -nombre éste que recibió también cierto
vaso de cerveza, pues la espuma semejaba la boina partidaria-, como cívico,
dedicó uno de los grandes tangos de todos los tiempos, Unión Cívica -que
Alfredo Bevilacqua le tradujo a partitura musical-, a Manuel J. Aparicio,
periodista y político, a quien Gaspar J. Astarita ha dedicado un estudio
ejemplar. El titulo no se refiere a la Unión Cívica Radical, sino a la Unión
Cívica de la Juventud, de la cual aquélla fue un desprendimiento encabezado por
Alem. Si no perdurara el nombre de Santa Cruz por Unión Cívica, no se habría
borrado de los repertorios de polcas, especie musical que enriqueció con una
página obligada, Amelia.
Fue
el rengo Santa Cruz hombre amigo de tocar en lenocinios, particularmente en el
interior del país. Su fueye, conductor -puesto que pulsándolo dirigía a su
típica-. se hizo escuchar, sin embargo, durante el primer lustro de la década
de 1920 en LOX Radio Cultura y en LOY Radio Nacional. Su repertorio estaba
compuesto no sólo de tangos, sino, como los de tantos otros músicos, también de
paratangos, principalmente shimmys y pasodobles. Otro de sus tangos es Hernani,
dedicado a Carlos Hernani Machi, quien había tocado con él y quien, presumiblemente,
le pasarla algunas creaciones al pentagrama. Pero debe mencionarse también Pirovano,
dedicado a los practicantes del hospital Pirovano de Tres Arroyos, ciudad a
donde llegó en 1931, acompañado por su hermano Juan, que era pianista y le
había conseguido un contrato asaz jugoso en uno de los lenocinios de la ciudad.
Las luchas entre bandas de caftens y de macrós había dado triste fama a Tres
Arroyos, donde tallaban fuerte Mayer Shran, Nino Balletta y la Pakuski, dueños
de más de veinte prostíbulos diseminados por toda la provincia. Uno de los que
encontró Domingo en Tres Arroyos se llamaba El Verde. Nos gusta imaginar que
tocó allí, porque en El Verde de Guaminí tocaron, hacia 1907, Canaro y Pacho.
Allá en el sur hizo crisis la tuberculosis que arrastraba Santa Cruz. Bates
dice que murió en la pobreza, después de su regreso a Buenos Aires, donde sus
colegas le organizaron el festival de beneficio que era de rigor. ¿Qué se
habían hecho los famosos emolumentos percibidos en El Verde, El Colorado o El
Francés?
Antes
de este final poco feliz, Santa Cruz había cumplido la performance obligada de
los tanguistas: cafés, prostíbulos, el viajecito a Montevideo. Además, una
academia de baile y su pizca de radiofonía. Zucchi ha rastreado sabia y
tesoneramente sus huellas y ha dibujado el laberinto de sus pasos. Juan Silbido
(Emilio Vattuone) también rescató los nombres de los músicos que secundaron a
Santa Cruz y se hizo eco de una noticia publicada por el diario Última Hora en
1931 sobre “el afligente estado” del autor de Unión Cívica. No es su dolorosa
peripecia -padecida también, y aún más dramáticamente, por otros tanguistas
insignes, como el Chon Pereyra, por ejemplo-, sin embargo, la que explica la
inclusión de Santa Cruz entre los hombres y mujeres que hicieron el tango, sino
que fue uno de los pioneros del fueye, el
“decano
de los fueyeros", como sintetiza el bandoneonólogo mayor del tango, Oscar
Zucchi; el primero en tocar con un instrumento de 71 voces, ya en 1910, cuando
los bandoneones corrientes tenían 53.