Argentino
Galván
Argentino
Liborio Galván nació en Chivilcoy (provincia de Buenos Aires) el 13 de julio de
1913 y murió en Buenos Aires el 8 de noviembre de 1960. En mi libro Conversando
tangos (1976) escribí: «Los Astros del Tango eran siete: Elvino Vardaro y
Enrique Mario Francini, en los violines; Mario Lalli, en la viola; José
Bragato, en el cello; Rafael del Bagno en el contrabajo, Julio Ahumada en el
bandoneón y Jaime Gosis, en el piano. El octavo Astro -la octava maravilla del
mundo- era el arreglador Argentino Galván». Lo suscribo veinte años más tarde
(1998).
El
estudioso Gaspar J. Astarita, chivilcoyano también, ha recogido en un notable
librito (Argentino Galván, Chivilcoy, 1977) los rasgos biográficos de este
músico impar. Nos dice que a los 12 años comenzó a buscar su destino musical;
que estudió violín (y la música necesaria para tañerlo) con la profesora María
Luisa Reyes; que prestamente se entreveró en la música local y en 1931 formó su
propio sexteto; que Alfredo Gobbi y Luis Cantore, de gira por aquellos pagos,
lo estimularon a largarse a Buenos Aires; que ya por entonces se convirtió en
un autodidacto del arreglo; que en 1932 Osvaldo Fresedo le tocó su primer tango
llamado Mariposa y que, ya en Buenos Aires, recaló en la famosa pensión
"La Alegría" (Salta 321) donde compartió manteles e ilusiones con
Enrique Mario Francini, Julio Ahumada, Armando Pontier, Antonio Ríos, Héctor
Stamponi, Alberto Suárez Villanueva, Emilio Barbato y otros caballeros del
ensueño.
Poco
a poco los sueños se fueron realizando. En 1937 Galván se hizo cargo de los
arreglos de la orquesta de Miguel Caló. Allí tocaba un virtuoso del violín,
Raúl Kaplún, y Galván lo aprovechó para liberar al instrumento de su rutina de
cantor de melodías de modo que pudiera desarrollar todas sus posibilidades
sonoras. Creo haber dicho ya que cabría preguntarse si la década del cuarenta
no comenzó con el primer solo de violín que Galvan confió a Kaplún. Desde el
trampolín de la orquesta de Caló no le fue muy arduo al chivilcoyano lanzarse a
la fama. No carecía, ciertamente, de prestigio propio: no en vano Roberto Maida
le habría confiado la dirección de la orquesta a la que me refiero en la
semblanza de su par Héctor Artola.
Para
conocer a Galvan no hace falta detenerse en sus actuaciones. Es más útil
memorar los arreglos de la versión Troilo/Marino de la Milonga triste de Piana,
de la versión Troilo/Rivero de Sur y de otros centenares destinados a orquestas
de variada titularidad. Astarita recuerda los de Tigre viejo, para
Francini-Pontier; El día de tu ausencia, para Fresedo; Rosicler, para José
Basso; Adiós Bardi La Beba para Pugliese. Permítase agregar Recuerdos de
bohemia, para Troilo (dos caras de un 78, 1946), del que en mi Crónica General
de Tango (1980) digo: «Con la versión Galván/Troilo de Recuerdos de bohemia
culmina el tango música, culminan los esfuerzos tesoneramente sistematizados
por Julio De Caro. Allí, si no concluye el tango, comienza al menos la
disputa».
De
lo mucho que cabría agregar no deben olvidarse las 34 ilustraciones sonoras que
preparó Galvan y dirigió para la Historia de la Orquesta Típica (disco y
folleto) de Luis Adolfo Sierra y al menos los nombres de dos de sus
composiciones: la Milonga con traje nuevo y la también milonga Pa que trabaje
el grandote, con lucimiento especial del contrabajo, que anticipa
Contrabajeando, de Troilo y Piazzolla.
Ortega
y Gasset dijo que el hombre es sus ideas. Conozcamos al hombre Galvan a través
de lo que pensaba acerca de los arreglos del tango: «El tango admite
perfectamente la incorporación de nuevos timbres instrumentales, especialmente
las maderas, la flauta (ya familiar), el clarinete, el oboe, el fagot. Y algún
metal, como el corno. Además la percusión, de cuyo concurso no puede
prescindirse. Todo esto sin desplazamiento de las cuerdas, ni del bandoneón,
que es la voz instrumental del tango».