JOSE AGUSTÍN FERREYRA
Nació en Buenos
Aires el 28 de agosto de 1889 y murió en la misma ciudad el 30 de enero de
1943.
Llevaba
el tango en las motas, como Anselmo Rosendo Mendizábal, pues su madre era
criolla de origen africano. Su primer filme Una noche de garufa (1915) tuvo
nombre de tango. Pionero del cine criollo, en cierto sentido Ferreyra lo fue
también del tango, puesto que éste aún se estaba abriendo camino, un poco
impulsado por el barón Demarchi y otro mucho por los músicos geniales de la
guardia vieja, Villoldo, Arolas, Greco, Bardi, Firpo, Aróztegui, Canaro, y; asomando
las narices, desde la otra banda, Enrique Delfino.
Si
Mendizábal había aprendido el piano, Ferreyra estudió violín. Poeta. músico y bailarín,
cuando se metió en el cine lo hizo con el tango a cuestas. y al tango debe el
cine sus dos únicas estrellas de fama internacional, Carlos Gardel y Libertad
Lamarque.
Antes
de que la sonorización le permitiera hacer escuchar la voz de su esposa, María
Turgenova (en realidad. la española María López) en Muñequitas porteñas (1931),
cantando el tango Muñequita, de Hershell y Pancho Lomuto, Gardel ya había
grabado tres veces versos de Ferreyra escritos para sendas películas: La
muchacha del arrabal (1923), El alma de la calle (1926), Y reías como loca
(1927). Este último, de Ferreyra y Eduardo -Chon- Pereyra, acompañaba en 1927
la exhibición de Mi último tango.
Ferreyra
cerró la entente tango-cine que aún mantiene su vigencia, como lo muestran los
filmes de Pino Solanas. Metido como estaba en la entraña misma del teatro
criollo -y esto mucho antes del estreno de Mi noche triste por Manuela Poli-,
el tango no podía resultar extranjero en los sets donde el cine argentino
iniciaba su performance, que tuvo momentos esplendorosos pero que, al fin cuando,
al aproximarse la década de 1930, se desató sobre las salas cinematográficas un
vendaval de música foránea, el proteccionismo - ¿cuándo no? - hizo oír sus
pretensiones que finalmente fueron desechadas. Morera filmó entonces sus
famosos cortos musicales, entre ellos los de Gardel, que enriquecen y
prestigian hoy toda filmoteca que se precie. Nuestras estrellas canoras
compitieron con las de Hollywood y fueron doblemente recompensadas por el
aplauso y la taquilla. Casi contemporáneamente con Morera, Ferreyra hizo oír la
voz de Turgenova y la de Guillermo Casali (en Calles de Buenos Aires, 1933).
preparando el camino de Libertad Lamarque. De allí en más, así como después de
la Poli y Mi noche triste no hubo sainete que careciera de sus tangos propios,
tampoco casi no hubo película sin tango.
La
fusión tango-cine, iniciada por el Negro Ferreyra, alcanzó el cenit con Manuel
Romero, tan afín a aquel en la búsqueda de una veracidad entrañable, la
veracidad del corazón del público. Jorge Miguel Couselo -emocionado biógrafo de
Ferreyra- dice que Muñequitas porteñas inició la era decididamente sonora del
cine nacional. "En más no se admitieron las películas mudas." Sin
duda fue aquel filme el que inauguró la fecunda etapa tanguera del cine
argentino. Por cuya razón una historia del tango no debe ignorar a Ferreyra.
No
se sabrá nunca si Ferreyra fue un bohemio o un romántico, en el caso de que una
y otra palabra, no signifiquen lo mismo. El cine argentino, en cuyos comienzos
levantó su obra como un faro, no tardó en convertirse en una industria próspera
que facilitó a no pocas personas de talento y espíritu de empresario acumular
fortunas para entonces muy cuantiosas. Ferreyra vivió a los saltos y murió
pobre. "Como Florencio Sánchez, solo, en un lejano hospital de Milán,
murió asido a la quimera del teatro, así murió José Agustín Ferreyra, en su
Buenos Aires de siempre, en su barrio de siempre, abrazado a la quimera del
cine." Con esta amargura cuenta Couselo la biografía del Negro. Y yo me
acuerdo de aquello atribuido a Virgilio:
''Así vosotros, pero no para vosotros, arrastráis los arados, los bueyes".
Si no fuera verdad que dar nos hace más felices que recibir, la vida no tendría
sentido. Ni habría vida, siquiera.