Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi

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Tango, Radio y más Historias, blog distinguido por su aporte a la difusión del Tango, sus autores e intérpretes.

domingo, 30 de marzo de 2014

Francisco Fiorentino - Biografía - 30 de marzo de 2014


                                          Francisco Fiorentino

Fiorentino nació en Buenos Aires, en el barrio de San Telmo, el 25 de setiembre de 1905 y murió en un accidente en Mendoza el 11 de setiembre de 1953. Hacía 25 años que cantaba profesionalmente. Se dijo que con él nació el cantor de orquesta, y tal vez fuera así no más, porque antes había habido cantores (Charlo, Irusta, Roberto Díaz( que cantaban con orquesta, pero no formaban parte de ella.
Fiore tenía un hermano violinista -Vicente- y él mismo era bandoneonista. En 1927 tañía su instrumento en la orquesta que Juan D' Arienzo lideraba en el "Chantecler" y, cuando era el caso, se les animaba a los estribillos. Al año siguiente ya estaba en la de Juan Carlos Cobián: con ella, el 11 de julio de aquel año grabó el tango ¿Me querés?, del director del conjunto. Para entonces ya había grabado con Francisco Canaro y, ocasionalmente, con Roberto Firpo. En su carrera estuvieron también la orquesta de Julio Pollero, la de Pedro Maffia, la Víctor y, por supuesto, el conjunto de su hermano. En 1931 hubo una aventura en Berlín, con Los Ases del Tango, como bandoneonista y estribillista, y un regreso apresurado, al cabo de ocho meses económicamente muy duros (se asistía a los opresores de la República de Weimar; Adolf Hitler había afilado sus garras y estaba al acecho).
Ya en Buenos Aires se incorporó como estribillista en la orquesta de Roberto Zerrillo, se presentó como solista, cantó con Los Poetas del Tango (Héctor María Artola, Miguel Nijenshon, Miguel Bonano, Antonio Rodio) y con Ricardo Malerba. Llegamos a 1938. Aníbal Troilo, que no había podido seducir a Rodríguez Lesende para que cantara en su flamante orquesta, lo llama a su lado. Tenía entonces 33 años, la edad en que Gardel asumió plenamente su destino tanguistico. Algunos dicen que el cantor Fiorentino nació el día que entonó su primer tango junto a Troilo y Orlando Goñi. Cátulo Castillo canonizó aquella tríada memorable en versos estremecidos. Y bastante olvidados: «Orlando Goñi te grita desde la bruma de un piano: / Vení, Francisco, que ahora sos vos el que paga el gasto. / Y vuelven horas lejanas y es el mismo Tibidabo / y está Pichuco en sus cosas y están hablando despacio / los duendes que hay en la noche cuando es Dios quien copa el mazo».
Fiore permaneció con Troilo durante cinco años. Ya se sabe que Pichuco, después de su placa inicial (Come il faut- Tinta verde, 7 de marzo de 1938), tardó exactamente tres años en retomar a un estudio de grabación. El 4 de marzo de 1941, Fiore dejó la primera de las versiones que haría con Pichuco; Yo soy el tango, de Homero Expósito y Domingo Federico. En el curso de su gesta troileana produjo otras muchas memorables: Tinta roja, Malena, Garúa, pero ninguna tan honda, tan tanguera, tan nochera, tan de las entrañas como la de Pa que bailen los muchachos (Troilo y Cadícamo, 16 de abril de 1942). Nunca el tango fue expresado con tanta bravura por una voz que no era de tango, que no parecía impregnada de tabaco y alcohol, que, como la de Alberto Gómez y la de Ignacio Corsini, se habría juzgado más indicada para un coro celestial que para un cabaret. ¿Qué filtro milagroso le habían dado a beber Goñi y Troilo a aquel bandoneonista devenido cantor -más diseur que chanteur-para convertirlo en el que, sin mucho respeto por la cronología, pero con muchísimo por la categoría, ha sido llamado el primer cantor de orquestas típicas.
Lo posterior cuenta menos. Emigró con Piazzolla de las filas de Troilo y formó orquesta propia dirigida por quien quizá tuviera prisa en desprenderse de él. Luego estuvo con José Basso, con Alberto Mancione. El conocedor Nicolás Lefcovich ha escrito: «Antes de Troilo, nada; después de Troilo, nada. Solamente sesenta grabaciones con Pichuco le dieron derecho a figurar en la historia de nuestro cancionero porteño». "D'accord".
Se cuenta que días antes del accidente, Fiore le había dicho a un amigo: «Gardel se fue en el momento oportuno. Yo, en cambio, perdí el tren». Ni Gardel, ni Fiore conquistaron la fama con su muerte. Cuando murieron ya eran famosos, ya habían conquistado la eternidad tecnológica de la voz grabada. Gardel fue más infortunado porque casi no tuvo tiempo de disfrutar escuchándose en el disco.