ANGEL
D´AGOSTINO
Nació
en el barrio porteño de Congreso el 25 de mayo de 1900 y murió en su casa de la
calle Paraná el 15 de enero de 1991. Vivió 78 años enredado con el tango. Pasó
por la guardia vieja y siguió la nueva paso a paso. Sobrevivió largamente a la
guardia del Cuarenta, vio nacer y desarrollarse al piazzollismo con el mismo interés
con que había visto nacer a Gardel (para el tango). trabajar y triunfar. Vio
mucho, muchísimo: la irrupción del jazz, el estallido del shimmy. la aparición
del Charleston; vio llegar al bolero en gargantas maravillosas (Ortiz Tirado,
Pedro Vargas. Juan Arvizu). Asistió, por los años sesenta, a la embestida del
canto tierradentrano (folklórico, le dicen) y a la expansión estridente del
rock nacional. ¿Cuál fue la ver dadera época de oro del tango?, le preguntaron
cuando cumplió 80 años. Y contestó: Desde los tiempos de Ángel Villoldo el
tango siempre conoció momentos de triunfo. Para mí, todas las épocas han sido
magnificas. D' Agostino, aunque bien de la guardia vieja, fue músico de conservatorio
con miras a concertista. Pero le tiraba la milonga y era un chiquilín cuando
con otros dos chiquilines, Juan D' Arienzo y un tal Bianchi, formó un trío de
pantalones cortos. A los trece años tocaba en casas de baile, se, jactaba al
cumplir los 90. Anduvo por teatros, acompañando a cantantes que ya eran
ilustres -la gran María Barrientos- o que lo serían -Lola Membrives-, pasó por
muchos palcos y por muchos escenarios, pero nunca soñó con París. Un viaje a
Chile y otro al Uruguay constituyeron las únicas salidas al exterior. Jamás se
sintió preso en su patria; en realidad no entendía que alguien pudiera sentirse
preso en el lugar donde nació y donde creció.
Por
entonces. los músicos de tango no sólo tocaban tangos y D' Agostino no fue la
excepción. Había estado en la jazz de Eduardo Armani cuando, en 1920, se
incorporó en la orquesta de Juan Maglio. Ese mismo año formó su propia orquesta
-el maestro Agesilao Ferrazano al violín-, que fue la primera en acompañar la
proyección de películas mudas (cine Paramount). No compuso mucho, pero lo poco
que compuso ha quedado: Café Domínguez y con el bandoneón de Alfredo Attadia y
los versos de Cadícamo, Tres esquinas.
A
José Lomio, que ya era Ángel Vargas, lo conoció en 1932. Se lo presentó el
empresario del teatro Cómico, Vázquez, marido de Paulina Singerman. Lo llevó a cantar con él, pero debieron pasar
poco menos de diez años para que grabaran juntos. En noviembre de 1940 registraron No aflojes y
Muchacho y ocho meses más tarde. Un
copetín y Tres esquinas.
Cada
uno de ellos parecía hecho para el otro; sin embargo, los problemas de cartel
perturbaron la relación del músico y el cantor que aspiraba en vano a compartir
el primer lugar. Vargas se fue y volvió y murió luego prematuramente. No había
podido compartir el cartel, pero sí los aplausos, y triunfaron en la famosa
Ronda de Ases, organizada por la radio El Mundo en 1943, frente a Fresedo,
Troilo, Di Sarli. Lucio Demare y el mismísimo Juan D' Arienzo.
D'
Agostino explicaba que el éxito de su orquesta se debía a que respetaba la
melodía de las composiciones. Busqué tangos que pudieran ser bailados y
escuchados a la vez. Quise que la melodía, que es el alma de la música, no
pasara inadvertida. Lo logró. Pero no sólo era músico, sino también bailarín;
por eso concilió melodía y bailabilidad. Tomó esos dos ingredientes, los vertió
en la coctelera, agregó la voz de Vargas, batió todo bien batido, con energía,
pero no demasiada. El coctel no era para embriagar a nadie, pero sabía distinto
y casi dulcemente.