Charlo
Carlos José Pérez de la Riestra
(Charlo) nació en las proximidades de Guatraché (provincia de La Pampa) el 6 de
julio de 1906 y murió en Buenos Aires el 28 de octubre de 1990. Cursó sus
primeras letras en el pueblo bonaerense de Puán y la enseñanza media, en La
Plata. En una y otra ciudad siguió también estudios musicales, que completó en
Buenos Aires, cuando, hacia 1923, su familia se radicó en esta ciudad.
En 1924 comenzó su carrera de cantor
en la radio Cultura, donde estrenó su seudónimo Charlo. Esa carrera fue la
habitual: estudios de radio y tabladillos de café. Pero Charlo además era
compositor. Antes de pasar a la grabadora ya había dado a conocer dos tangos,
Sin cariño y Pinta brava (éste sería grabado por él mismo, como estribillista
de la orquesta de Francisco Canaro, el
4 de octubre de 1928, con versos de
Mario Battistella). Precisamente fue en 1928 cuando se convirtió en
estribillista de esa orquesta, reemplazando a Roberto Díaz. Ya había grabado
por entonces una veintena de composiciones, secundado por la guitarras de Spina
y Correa. Sus primeras grabaciones con Canaro fueron dos tangos de Raúl de los
Hoyos, Deja que la gente diga y Quema esas cartas. También colaboró con la
orquesta de Francisco Lomuto, que grababa para el mismo sello. La discografía
total de Charlo supera el millar de títulos, según los cómputos del infatigable
estudioso S. Nicolás Lefcovich.
Extensas giras por América y Europa,
actuaciones en el cine argentino (El alma del bandoneón, 1935; Puerto Nuevo,
1936; Carnauaí de antaño, 1940, y en una segunda etapa Los muchachos se
divierten y Los troperos), un crecido número de tangos, milongas y valses
debidos a su inspiración, todos de gran valor musical (Cobardía, Rencor, Fueye,
Ave de paso, Rondando tu esquina, No hay tierra como la mía, Oro y plata, El
viejo vals, Tu pálida voz, Viejas alegrías) enriquecieron sus sesenta y seis
años de actividad artística y creadora.
Desde el punto de vista de sus
aptitudes fue Charlo, sin duda, la más completa personalidad del tango: cantor
de riquísima musicalidad, pianista delicado y virtuoso, compositor de opulenta
inventiva. Allá por los años treinta, puesto que era buen mozo, se lo llamó el
cantor de las mil novias.
Como tal lo presentó Héctor Bates, en
1934, a través del histórico e historio-gráfico programa que emitía por la
radio Belgrano. Otros dijeron que sus tangos eran de etiqueta. Como quiera que
hubiese sido figuró siempre en lo más brillante de la constelación tanguera.
Como cantor alcanzó la mayor altura en sus versiones de Nostalgias (1936), Las
vueltas de la vida (1940) y Oro y plata (1951); como creador, tal vez en Ave de
paso (1935) y .Rondando tu esquina (1952); como pianista, doquiera se sentó al
teclado. Es posible, empero, que no haya dominado por completo la magia de la
comunicatividad; en todo caso, no la dominó tan plenamente como Gardel, aunque
hubiera debutado en escena, en 1925, reemplazando a Azucena Maizani, que la
dominaba en grado superlativo.