CARMEN
CALDERON
Carmen
Micaela Risso de Cancellieri declara ahora 93 años, aunque algo sugiera que se
le cayó una sota. Lo que importa es que sigue moviendo les gigots con la
agilidad de aquellas francesitas que por agitarlas con brío eran llamadas
gigolettes. Es la más famosa bailarina de tangos, más que una Mistinguette
nacida sobre la avenida La Plata al 900, una versión canyengue de María
Ruanova.
La
más famosa y tal vez la primera. Porque aquellas señoras citadas por Viejo
Tanguero, apodadas Pepa la chata o María la tero, y aún la misma Carmen Gómez,
hacían del tango un simple aperitivo de otros menesteres. Fuera de las
academias y peringundines no se encontraban bailarinas de tango, y en ocasiones
tan conspicuas como el concurso del "Palace Theatre" (1913) hubo que
reclutarlas entre las actrices y coreutas de la escena hispano-criolla. El
Cachafaz tenía por partenaire una bailarina española -Isabel San Miguel-
cuando, en 1933, José Giambuzzi el Tarila le presentó a Carmen, si bien por
entonces ya se lucían en los salones la Cachito y la Flaca Esther.
Carmen
había aprendido a tanguear con su padre y su hermano, apasionados tangueros.
Con sus hermanas menores iba a los bailes suburbanos, más como gobernanta que
como bailarina. Pero una noche bailó, alguien reparó en ella y le bocinó a El
Cachafaz. Éste tenía su academia sobre la calle Lavalle, próxima a Callao. Del
mejor modo posible despidió a la San Miguel, como había despedido ya a Emma
Bóveda y a Elsa O'Connor, y contrató a Carmen. Ese mismo año debutaron en el
cine de San Fernando, con la orquesta de Pedro Maffia. Y con El Cacha continuó
bailando Carmen hasta la noche fatídica del 13 de febrero de 1942, cuando, en
el Rancho Grande de Mar del Plata, entre tango y tango, justo a las 23,15, el
hombre hizo mutis abrazado a la muerte. Cuando había tomado a Carmen por
compañera ya tenía 48 años. La vida le había enseñado mucho, sobre todo en las
arduas cátedras que dicta por la noche. Carmen tampoco era una adolescente. Tenía
su personalidad y ya adornaba sus propios pasos con triplicaciones, caminados y
chaíreos de su inventiva. El Cacha la dejaba hacer. Y la dejaba opinar: Para mí
el tango no es triste. Cada tango me trae un recuerdo feliz, declaraba en
agosto de 1941. Y el cronista comentaba: Carmencita nos ha defraudado. Salimos
a buscar una Francesca Berttni de Puente Alsina y nos encontramos con una
maestrita que, sintiendo el llamado de la milonga, colgó su título y se largó
por el mundo a enseñar el tango. Carmencita piensa y siente, habla y ríe. Es
humana. Es alguien. No es algo.
Muerto
El Cacha comenzó a bailar con El Tarila. También lo hizo con José Méndez, en el
programa Ronda de Ases, de la radio El Mundo. Formó pareja con José Baña, con
Carlos Almada, con Alfredo Núñez y; ocasionalmente, con infinidad de
admiradores, siempre feliz y esperanzada en medio de las mayores desdichas. En
1964 tomó por compañero a Juan Averna, bastante menor en edad, y demostró que
una bailarina de las de antes (ella, en todo caso), puede llevar a un bailarín
joven. En 1975, la Academia Porteña del Lunfardo honró a ambos otorgándoles la
Medalla de Plata que los acredita como amigos, en el curso de una velada
memorable ofrecida en el Centro cultural General San Martín...
Escribo
esto el 23 de agosto de 1998. Ayer Carmen bailó en una academia de la Policía.
Lástima que no estuviera Saura, para enterarse del carisma de esta mujer única,
él, que la soslayó en su película Tango; para que viera cómo la aclamaban, y la
besaban, y ella seguía en pie, desafiando el aluvión de cariño que se despeñaba
desde los corazones... ¿A los 93 años? Dar favor, la verdad no está en el
almanaque. La verdad está en un tango que le escribí: Carmencita Calderón, vos
sos la piba sin tiempo, milonguera de alto rango, sos eterna como el tango que
te lleva en su compás...