Con la solera de la Porteña Jazz Band en
pleno ejercicio, el público de Barcelona pudo paladear las casi olvidadas
esencias puras del jazz tradicional primitivo y el reencuentro resultó feliz y
gratificante. En lo que va del siglo, el jazz no ha dejado de evolucionar, como
materia viva que es, y los padrones originales se han ido quedando atrás, en
los recodos de la memoria. Pero, de pronto, se presenta la Porteña Jazz Band y
expone nuevamente, ante la sorpresa de muchos y el júbilo de los más, los
esquemas que movilizaron el jazz en los años veinte y treinta, convirtiéndolo
en la nueva música más atractiva para la juventud.
Ahora, la reflexión es la
siguiente: a pesar de toda la evolución que el jazz ha experimentado en los
últimos decenios, escuchar de nuevo las músicas de William Christopher Handy,
de King Oliver o de Fletcher Henderson es tan legítimo como, en el campo de la
música clásica, solazarse con las composiciones de Haydn, Haendel o Mozart.
De hecho, la música de estilo "dixieland"
derivada del jazz llamado de Nueva Orleans no ha quedado nunca borrada del mapa
porque la cultivan infinidad de agrupaciones instrumentales amateurs en todo el
globo. Si se aborda despreocupadamente, es un género de música fácil y
asequible para músicos aficionados. Tocar "dixieland" bien ya es más
difícil, de manera que las bandas de músicos que se ven capaces de tocar buen
"dixieland" ya no se detienen en este género y acometen
planteamientos de mayor envergadura, con lo cual el "dixieland" sigue
quedando en manos de los aficionados de andar por casa.
Pero mientras tanto, en Buenos Aires, la Porteña Jazz Band se
tomaba el jazz tradicional en serio y con un entusiasmo que corría parejo con
el máximo rigor técnico, asimilaba el jazz orquestal de los orígenes y lo
cultivaba con la autoéxígenciá más radical. Y así hasta hoy, desde los lejanos
años sesenta, la orquesta ha mantenido airosamente la antorcha de la
legitimidad, incluso con los forzados cambios de personal y con la entrada de
savia joven. En el universo del jazz, Buenos Aires sigue siendo un arrabal pero
a pesar de ios inconvenientes de la periferia, la Porteña Jazz Band ha
ganado solera y se ha hecho apreciar por los jazzmen más conspicuos, que han
tenido que descubrirse ante ellos. En el apretado escenario de La Cova , la Porteña dio cuatro
conciertos vibrantes ante un auditorio que abarrotó cuatro veces el local y
participó efusivamente de la fiesta. La orquesta ofreció un amplio repertorio
en el que felizmente se alternaban las piezas primitivas que en sus días divulgaron
los míticos conjuntos de King Olíver, Kid Ory, Tommy Ladnier, Johnny Dodds,
Louis Armstrong, para adentrarse después en los arreglos inspirados en Fletcher
Henderson, en Cab Calloway, en Fats Waller...
Y no era sólo un complacido
abaniqueo de la memoria sino una activación formal de una música perfectamente
válida, ejecutada con buen humor y utilizando gags hilarantes, como en los
buenos viejos tiempos, sin desdeñar tampoco los solos de radiante virtuosismo.
El público, con sus ovaciones insistentes, no les dejaba marchar.
ALBERT MALLOFRÉ
Crítica
publicada por el diario La
Vanguardia de España
MEGM- BAJAR PORTEÑA JAZZ BAND - VOL 2
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