CARLOS
DANTE
Carlos
Dante Testori nació en Buenos Aires, en el barrio de Boedo, el 12 de marzo de
1906 y murió en la misma ciudad el 18 de abril de 1985.
El
19 de noviembre de 1928, Juan D' Arienzo, respondiendo a una encuesta de la
revista La canción moderna acerca de « ¿Qué cantor prefiere?», decía: Gardel
Dante -que corea los tangos de mi orquesta en los discos Electra-, Charlo,
Gómez. Dante había comenzado a grabar discos con la orquesta de D' Arienzo en
1928, cuando tenía 22 años y el maestro, seis más. Cuando D' Arienzo lo recibió
en su conjunto, por decisión de la grabadora, ya había cantado con Pracánico,
con Maffia y otros distinguidos músicos, e inclusive había grabado para el
mismo sello acompañado de guitarras. Grabó 35 composiciones y al año siguiente
-1929- se fue a Europa con el guitarrista, contrabajista y medio cantor Rafael
Canaro, hermano del Káiser y coautor, con él, de Sentimiento gaucho. Dante
recordaba, en su hermosa vejez: «Como de que sí, me casé antes con Celia
Alonso, mi compañera de toda la vida. Fueron tres años y medio, aunque habíamos
viajado con un contrato de seis meses». Toda Europa era un buen mercado para el
tango y Dante se hizo escuchar en París, en Niza, en España -donde grabó 36
piezas con la orquesta de Rafael Canaro, según datos del providente Gutiérrez
Miglio-.
Luis
Adolfo Sierra ha registrado una anécdota cuya veracidad, como la de todas las
anécdotas, es siempre cuestionable: que después de cantar en el
"Garrón", con la orquesta de Manuel Pizarro, Dante vio acercarse a un
caballero que le dijo en buen castellano: Es usted un excelente cantor de
tangos. No cambie nunca su manera de cantar: Al tango hay que decirlo, no gritarlo.
El caballero era el célebre barítono Titta Ruffo, quien, aunque no era
pianista, dio en la tecla: Dante decía el tango, pero lo decía con una
exquisita musicalidad y una bella voz de tenor. Si uno le
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hubiera
dicho cantor refinado no habría expresado adecuadamente su espíritu tanguero;
pero hecha la salvedad bien podría hablarse de su refinamiento.
El
regreso se produjo hacia 1933. Buscó oyentes, entonces, en el café
"Germinal" , donde zapaba de 13 a 24 hs. Debía cantar más de treinta
piezas, «bastantes más que las que componen un recital de los de hoy». Se cansó
y se fue a trabajar en YPF. Sin embargo, en 1936, Agustín Irusta lo convenció
para que formara dúo con Pedro Noda, a quien Agustín Magaldi -famosísimo
entonces- lo había dejado sin primera voz. Con el dúo no pasó gran cosa, y
encaró su tarea en las orquestas de Caló y de Vardaro como una ayuda de costas.
Recordaba luego: Cuando decidí poner el punto final a mi vida de cantor,
Alfredo De Angelis, ese Colorado de corazón grande, me va a buscar a mi casa, y
me convence para que forme parte de la orquesta, por lo menos para que viera si
podía vivir del canto. Sustituí nada menos que a Floreal Ruiz. Estuvo trece
años con De Angelis, compartiendo éxitos con Julio Martel y con Oscar Larroca.
Grabó en ese lapso ciento treinta y nueve composiciones (Gutiérrez Miglio
dixit). Uno tenía la sensación de que Dante era demasiado cantor para aquella
orquesta, desconsideradamente minimizada por algunos, pero entrañablemente
popular. Al fin, todos los tangos hacen el tango, porque la tanguedad casi
nunca se da entera. Y aquella entente de un cantor admirado por Titta Ruffo y
una orquesta que se mantenía conmovedoramente fiel al avatar más popular del
tango dejó no sólo un recuerdo grato, sino 139 lecciones de canto grabadas en
disco. Diez años -acotaba Sierra- en aquel inolvidable programa cotidiano
Glostora Tango Club. Trece años con De Angelis. Los mejores de Dante. Luego, en
1957, formó dúo con Oscar Larroca; duró poco la nueva orientación artística. Y
él, Dante, confesó: «Cuando decidí largar tenía resto. Pero pudieron más la
prudencia y el buen sentido que la vanidad y esas cosas. Me retiré a tiempo.
Eso quiero que digan, decía mi hijo. Y teníamos razón ambos...». Hoy los
tangueros le estaríamos diciendo, si en lugar de vivir ochenta bellos años,
hubiese alcanzado algunos más: «Gracias, Dante, por todas y cada una de sus
lecciones de canto. Gracias, principalmente, por su bella lección de vida».