Distinción del Centro de Cultura Tanguera Alfredo Belussi

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miércoles, 2 de diciembre de 2020

Uruguay y sus Interpretes - Volumen 05 Payadores y Sureros - Interpretes Varios - 2 de diciembre de 2020 -


 

Un poco de historia sobre los payadores y cantores sureros, que aún mantienen su vigencia, y que el tango no los ha hecho quedar en el olvido. Con estas grabaciones seguimos manteniendo viva la verdadera canción criolla, la del gaucho, el campo y tanta temática más aún en vigencia.

 

El tango comienza a disputar su supremacía con los payadores. Y éstos se van adaptando al género ciudadano, compitiendo tanto idiomáticamente (porque ya se encuentran piezas en lunfardo) como estilísticamente (porque ya hay payadores que firman tangos). La lucha se vuelca en favor de la canción ciudadana, que marca la decadencia del género payadoril cuando nace el tango-canción.

Finalizaba el siglo XIX cuando payadores ya en plena gloria recorrían la ciudad con el solo bagaje de su inspiración y su guitarra. El tango, por esos años, es más bien una danza que debe practicarse en determinados sitios y no puede, como aquellos poetas, trasladarse fácilmente de uno a otro lugar ni puede ser ejecutado en algunos ambientes. El payador es capaz, con sus payadas o sus improvisaciones solistas, de hacerse recibir bien en todo lugar público y en cualquier otro escenario familiar o culto. No importaba en su arte la música —que en el caso del tango era lo esencial, y en él eran formas repetidas—, sino la palabra, los versos, con los cuales brindaba un mensaje patriótico, criollo, cultural... Finalizaba el siglo cuando el tango, con sus pequeños conjuntos, comenzaba a disputarles a los payadores las preferencias del pueblo.

Entonces el tango, para disputar con los payadores, se bautiza de "criollo", y cómo recoge en sus títulos los temas tradicionalistas. Es posible que la idea de ponerle "letra" a determinados tangos, es decir, tomar la música de algunos para hacerlo, haya sido un procedimiento inspirado también por los payadores, otro aspecto de la competencia. Por algo vemos que el "letrista" casi único de la Guardia Vieja es Ángel Villoldo, iniciado también en lides payadorescas. Y es el mismo Villoldo quien nos da la imagen de un primitivo cantor de tangos acompañado, como los payadores, con su propia guitarra. (La guitarra, que entró cada vez más en los primitivos conjuntos del tango, pasando de "criolla" a "porteña", será más adelante, como se verá, el clásico acompañamiento de los futuros cantores del tango-canción, Carlos Gardel es el primer ejemplo). La única diferencia notoria de la poesía de los payadores con los sencillos versos puestos a los tangos es la temática; llegará un momento en que el payador se verá obligado, a su vez, a disputarle un lugar al tango, y entonces hasta utilizará su lenguaje. Así veremos cantar en lunfardo tanto a Gabino Ezeiza como a Arturo de Nava; al moreno Higinio Cazón firmar No arrugue ... que no hay quien planche, "tango nacional derivado del caló", y a José Betinoti sus versos Del arrabal, "puramente en caló", y "El cabrero", "diálogo en verdadero caló". Otros payadores no cedieron; se mantuvieron en la pureza de su línea tradicionalista, pero hubo algunos que directamente se dedicaron a escribir y cantar tangos cuando la hora lo exigió al artista popular. Así ocurrió con Arturo A. Mathon, que cuando volvió al país hacia 1915, después de recorrer países americanos, y se encontró con el tango en pleno auge, siguió los ejemplos de Gobbi y Villoldo y grabó una serie de discos, con bandoneón y guitarra, que incluyen tangos con sus letras como El rana, El cachafaz, El apache argentino, El taura del sud, etc. Otro caso es el de Francisco N. Bianco, uno de los precursores en cantar con orquestas típicas, admirador de Betinotti y Cepeda, que alguna vez escribió esta décima:

"Soy el gaucho payador / de la llanura infinita, ley rey de la vidalita / por su buen gusto y dulzor;/ el que hoy no tiene valor / pa'l que es de distinto rango, /que. 'más le interesa un tango / del bajo o del arrabal / que un canto tradicional / con arpa, quena y charango ...".

Sin embargo, Bianco sucumbió también al empuje del tango, y además de cantar con las orquestas de Firpo y Arólas puso letra a La payanca, de Berto, y es autor en música y versos de La cuna del tango. Aún pudo llegar a escribir sentidos versos de homenaje a Carlos Gardel, lo mismo que al payador uruguayo Juan Pedro López, a quien el Zorzal le grabó varias composiciones criollas y el tango Flor campera, con música de Aguilar. Para algunos payadores urbanos, pues, la "evolución" como artistas populares que se deben al gusto del público, la necesidad de estar "a la moda", impusieron seguir el camino del tango. Debemos recordar también que grandes payadores debieron convivir, en distintas oportunidades y lugares del espectáculo, con "tanguistas" destacados. Betinoti cantaba en un café de la calle Entre Ríos donde se lucía la orquestita de Vicente Greco, quien se basó en el tema de Pobre mi madre querida para escribir el tango que llevaba el nombre de dicho café y que dedicó a su dueño, El estribo.

Ángel Villoldo, ya tanguero de ley, siguió compartiendo noches con payadores; por ejemplo, con Diego Munilla en los altos del mercado Lorea. En estas ocasiones, como en sus actuaciones entre 1898 y 1899, en circos, junto a Nava, Cazón o Madariaga, Villoldo solía ganar especiales aplausos cantando sus primeros "tanguitos". También fue su compañero en otras actuaciones el gran payador José María Silva. Gabino Ezeiza llevó como acompañante, en cierta gira, al pianista Manuel O. Campoamor, el autor de La cara de la luna, de quien se dice que también fue acompañante, en grabaciones, de Higinio Cazón. A propósito de discos, los primitivos estudios de grabaciones fueron también lugar de encuentros entre payadores y "tanguistas", que solían compartir las ediciones de los "doble faz". En fin, cafés, recreos, circos y teatros fueron compartidos por payadores y músicos del tango. "En muchos patios de ladrillos dejaron de escucharse las cifras y las décimas y se hicieron menos frecuentes las antes ansiadas visitas de los payadores, relegados para dar lugar a que se entreveraran las polleras de percal y los pantalones a la francesa en un ensayo de tango..." (Enrique H. Puccia). Más acá en el siglo, un payador que aún brillaba con la gloria de muchos años, Arturo de Nava, actuaba en un lugar de moda, el famoso Armenonville, cuando aparece un morochito que sobresale en un dúo con José Razzano y debe utilizar su guitarra; es el mismo Carlos Gardel que paseará por el mundo, junto a los tangos, su inmortal canción El carretero (…)

Podemos juzgar, a través de las deficientes antiguas grabaciones, las voces y las interpretaciones de payadores como Gabino Ezeiza, Higinio Cazón, José María Silva, Arturo de Nava y José Betinoti. Es importante tocar este punto, pues ellos dejaron registradas en el disco las composiciones que tenían en su repertorio como "cantores", canciones que se hicieron populares, que repetían y que les eran solicitadas en cada actuación. Los primitivos tangos que cantaban Villoldo, Gobbi y Mathon —también documentados en discos—, eran todos de tono alegre, con letras graciosas o pícaras (pero nunca prostibularias).

Gabino Ezeiza no se distinguió precisamente por su voz, que le escuchamos a veces áspera, otras dulcificada, siempre de acuerdo con las defectuosas y a veces distorsionantes grabaciones primitivas. El fuerte de Gabino era su lucidez, sus sorprendentes improvisaciones, es decir, su auténtica maestría payadoresca. Esto es lo que ganaba a su auditorio. Podía ocurrir que algún payador con voz más cálida pudiese encantar al público, pero su estilo era lo que primaba y podía hacer olvidar la atracción de un timbre vocal. Esto pudo ocurrir con Arturo de Nava en 1896 y, en cierto modo, ocurrió antes en Bragado, en sus comienzos, cuando enfrentó a aquel que se convertiría, precisamente por la calidad de su voz, en el célebre tenor Florencio Constantino. "Constantino seducía con su voz magnífica; Ezeiza, con su sagacidad, logró compensar esta diferencia", ha dicho Ismael Moya. "El notable tenor siempre recordó al moreno payador de aquellas noches gauchas de Bragado. Y lo hizo con palabras de afecto, celebrando la picardía jocunda con que trataba de enlazarlo..." Gabino se hizo fuerte, como cantor, en el tono épico, y nada mejor que su canción al Heroico Paysandú para comprobarlo. Este tono es el que siempre sobresale, y con respecto a otras composiciones, sentimentales y hasta humorísticas, no puede desprenderse de su vigoroso estilo. En el tono tierno y lastimero también alcanzaba a conmover a su auditorio. Un especialista en todo lo referente a las expresiones musicales de la raza negra, Néstor Ortiz Oderigo, analizando discos de Gabino Ezeiza ha dicho: "Barítono de clara dicción, de voz bien timbrada, cálida y penetrante, sabía articularla en sobrias síncopas que generalmente insertaba en la marcación de la cesura del verso, siguiendo una vieja tradición en la música africana, vieja tradición que está, asimismo, en los blues afronorteamericanos. De color uniforme en todas sus gradaciones, poseía una voz equilibradamente impostada, y en las tesituras media y grave resultaba particularmente agradable..."

De Higinio Cazón podríamos hacer parecida descripción a la de Gabino, tal vez semejantes por ser de una misma raza, y le descubrimos una voz de un registro de tenor que alcanza algunos registros graves elocuentes. En la síntesis histórica de El gaucho lo oímos claramente en su tono heroico, y en su famoso poema El ombú coposo por momentos emociona con su tono tierno, sobre todo cuando conmovido quiebra la voz.

José María Silva muestra en las grabaciones de distintas épocas una potente voz y suele hacer alardes de cantante. Excepción hecha de algunas composiciones auténticamente criollas, se destaca más en el género lírico, con poesías de alto vuelo, como en el caso de la utilización de las famosas rimas de Bécquer "Volverán las oscuras golondrinas..."

Pero no hay duda de que bs casos más interesantes en cuanto a la calidad de sus voces y los matices interpretativos, legados importantes para los cantores inmediatos, son los de Arturo de Nava y José Betinotti. Ellos, tanto en sus composiciones criollas como en sus poesías amatorias o melancólicas, han aportado al canto popular importantes recursos dramáticos que otros se encargarán de llevar al tango-canción...

De Arturo de Nava existen muchísimas grabaciones de distintas épocas y para distintos sellos: Víctor, Odeón, Era, Chantecler, Columbia, etc. Hay algunas en las que canta con su padre, Juan de Nava. Siendo actor de la compañía de los Podestá también grabó celebradas escenas de sainetes líricos, a menudo con la actriz y tiple Lea Conti. En estas versiones se hace más notable su notable voz de barítono, clara y bien impostada, extendida siempre al registro de tenor dramático, voz a la vez potente y muy expresiva. Es tal vez el payador-cantante que alcanza la máxima gama de matices.

José Betinotti (1878-1915) se inició en el canto criollo antes de cumplir sus veinte años, mientras trabajaba como obrero, recibiendo las primeras palabras de aliento de Pablo Vázquez; pero su etapa decisiva se inicia en 1899, cuando es aleccionado por Luis García y presentado por éste en un circo. Otros dos morenos serán luego sus maestros y a la vez rivales de las primeras lides: Gabino Ezeiza e Higinio Cazón. Por su formación ciudadana y por su delicado espíritu, Betinotti no cultivó especialmente lo criollo ni tampoco fue demasiado afecto, a proponérselo, ensayaron la expresión de distintos sentimientos en la canción criolla que luego pasarían con ellos al tango-canción, marcando para éste las reglas definitivas para su interpretación. El tango-canción, a partir de Mi noche triste, Flor de fango, Ivette y Margot, marcaría una etapa de decadencia del arte payadoril, coincidiendo con la desaparición de sus más altos exponentes, reemplazadas sus poesías criollas por la historia de esas desdichadas muchachas y los lamentos del hombre abandonado por la amada en las melodramáticas "letras" de Contursi, de Flores o de Navarrine, y por la voz sentimental de los cantores del tango. El gaucho y la poesía campesina, ante un cambiante panorama ciudadano, dejan paso al arrabal y sus personajes. Por otra parte, el cantor de tangos, como un actor que monologa a menudo, se expresa con letra y música ajena (a veces también es autor), y por eso un payador llamado Marcelo Beatriz cantó:

 "Siempre ha sido el payador / quien demostró alma de artista, / no en la destrucción tanguista / y sien verso educador. / El tango es para el cantor I que con lo ajeno se luce / y al ambiente se reduce / buscando su conveniencia; /pero el payador es ciencia / que al público la traduce.

Alrededor del 30 todavía protestaba así el payador Evaristo Barrios:

"El micrófono cuentero I/que los ruidos desparrama, / suele apuntalar la fama / y hacer un rey de un tanguero..."

Pero ni Gardel ni Corsini se olvidarán de la figura del payador, es decir, el tango no lo soslayará, y aparecerá mencionado en obras del repertorio de ambos: Santos Vega, Betinotti, El adiós de Gabino Ezeiza, La pena del payador, El payador de San Telmo, y en letras de tangos como Mocosita (Soliño), Duelo criollo (Bayardo), Callecita de mi barrio (Maroni), La uruguayita Lucía (López Barreto) y Barretón de payador (Flores).

Anotó Marcelino M. Román: "Sería absurdo pretender que las ciudades modernas tuvieran expresiones populares propias de la vida campera, como tampoco puede creerse que el tango esté expresando una totalidad argentina o lo característico de las regiones interiores. El tango no es lo gaucho ni podría serlo, aunque a los integrantes de las orquestas porteñas que han ido a Europa a difundir el tango les haya gustado presentarse vestidos de gauchos. El tango puede ser la gran expresión popular de las ciudades argentinas, pero a condición de que no se insista en las notas arbitrarias, caricaturescas y  que no tienen carácter lo criollo".

El tango, por ciudadano, desplazó a los payadores (nunca desaparecieron del todo, hasta hoy) en el gusto popular, no cuando sólo era una danza, sino cuando entre dos siglos se escuchaba su música apoyada por la entronización del bandoneón, y luego, dos décadas más tarde, cuando se hace canción. Para entonces, ya cristalizaba como género aquello que los payadores habían contribuido a forjar...

Titulos publicados en el día de la fecha

 

Title: 01 Cosas que pasan -Victor Abel Gimenez -Canto- Victor Abel Gimenez

Artist: Interpretes Varios

Album: Payadores y Sureros

Comment: Publicado por: Tango, Radio y más Historias.

 

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