Quizás porque ama la libertad, porque quiere a todo aquello que nace del corazón y que no es una imposición, quizás porque se adelantó sin pensarlo a su época, María Luisa Carnelli fue una de las primeras(o la primera) y la más fecunda letrista de tango. Pero en su trayectoria, Hesse fue apenas un aspecto lateral. Porque su exultante vida interior la empujó hacia otras múltiples actividades, que la distinguieron de otras mujeres. Claro, seguramente será difícil asociar su nombre con el tango. Mucho más sencillo sería advertir que ella fue "Luis Mario" o "Mario Castro", según la ocasión. Que fue la autora de Cuando llora la milonga, de Se va la vida, de El malevo, de Linyera, y de tantas otras
letras que, si llevaron una firma masculina, fue solamente
por acatar una estricta prohibición paterna.
—Nací en La Plata al terminar el siglo,
en la calle 47 entre 1 y 2, a
media cuadra del bosque... cuando era realmente un bosque. Allí aparecían de
tardecita una india y un individuo del tipo del malevo, medio mestizo,
de sombrero y pañuelo, y caminar encorvado y bamboleante.
Lo tengo muy presente, porque siempre me impresionó como la
pinta del verdadero malevo.
Para llegar al colegio, tenía que cruzar las vías del tren,
que todavía atravesaba la diagonal 80. La escuela quedaba en la calle 46. Yo me
quedaba mirando el río desde sus ventanales, en el segundo piso. Siendo muy
chica, me acuerdo de habernos hecho la primera rabona con una compañerita. Su
padre tenía caballos. Y nos fuimos a cabalgar, hacia el lado del río... Desde
muy chica me gustó el tango. Mis hermanos —éramos diez, en total—, lo
escuchaban en un fonógrafo a escondidas, porque mis padres no querían de
ninguna manera que esa música entrara a casa. Entonces quitábamos la bocina
para que apenas si se pudiera escuchar los discos, que mis hermanos compraban
por dos pesos. Cierta vez, mi hermana tuvo la ocurrencia, de bailar un tango en
una casa de familia. Mi padre le dio un tremendo castigo.
— ¿Cuándo empezó a escribir?
—A los doce años, recuerdo haber escrito unos versos
dedicados al "caudaloso" río Sarandí... que apenas si era un arroyo.
De todas formas, lo envié al diario El día, donde me lo rechazaron. 'Por
supuesto, salí ofendidísima, porque me pareció que estaban cometiendo una
injusticia. Claro que ya desde pequeña escribía versos. Posteriormente, y
simultáneamente con mi interés por escribir, cursé el Liceo, el Normal y me
casé. Entonces comencé mi trayectoria como periodista.
Empecé haciendo colaboraciones en El hogar. A partir de
allí, trabajé en todas las revistas y diarios de Buenos Aires.
— ¿Y los tangos, cuándo llegan?
—Estando en Noticias Gráficas.
En 1927, el Malevo Muñoz tenía que hacerle una letra a Julio
De Caro para el tango El malevo. Como no escribía tangos, se lo llevó a
Enrique González Tunan. Y éste, que nunca hizo un poema —quien los hacía
era su hermano, Raúl—, a la vez me lo derivó a mí. Entonces lo escribí.
Lamentablemente, De Caro en sus memorias cita al Malevo Muñoz como autor del
tango, cuando en realidad lo escribí yo.
Después, con Edgardo Donato, compuse Se va la vida. Fue
hacia1929. Con este tema pasó algo muy gracioso. Con Donato hicimos un monstruo
para una casa de artículos sanitarios, que pagaba quinientos pesos por la
propaganda. Como no se entendieron Donato y el propietario de la firma, señor
Escala, tuve que volver a hacerle letra.
Como en aquel momento casi todos los tangos llevaban letras lunfardas
y yo ya conocía ese lenguaje por mis hermanos y por el ambiente periodístico,
tenía que usarlo. En ocasión de un homenaje a Filiberto, se sentó a mi lado
Last Reason.
En dicha reunión, la orquesta invitada para tal
acontecimiento tocó Se va la vida. Entonces Last Reason me dijo que era
un tango realmente lindo, a excepción de la letra, sin saber que la había compuesto
yo. Lo dejé despacharse contra la letra un largo tiempo... hasta que al final
le dije que era mía. Ese tango se impuso en España, llevado por Azucena
Maizani. Allá gustó mucho, a tal punto que Manuel Pizarro, en cierta ocasión me
comentó que los tangos que más solicitaban
eran La Cumparsita, Adiós muchachos y Se va la vida.
— ¿Qué otros intentos por re vitalizar el tango realizó?
—El tiempo me hizo apreciar que el tango decaía en el
interés popular.
No lo decía yo, sino las cifras que percibía por los
derechos de autor.
Entonces, con Sebastián Piana, decidimos darle al tango un nuevo
sabor, creando otro ritmo. Estaba el compromiso, además, de seguir
manteniéndolo en el exterior,
donde día a día iba decayendo.
Lo planteé con Piana y surgió una melodía que no era jazz ni
tropical. Mecha Quintana creó la coreografía. Entonces pedimos apoyo oficial.
Nosotros estábamos muy confiados en que el nuevo ritmo, que se llamaba "Tam
Tam" traería divisas
seguras al país. La Secretaría de Prensa, por medio del general Uriondo,
nos delegó el pedido a Apold. Y el proyecto quedó archivado definitivamente.
Una pena, porque era una melodía que podía tocarla la jazz como la típica. Y que
era una cosa bien nuestra, que recordaba no sólo el tambor africano, sino una
serie de cosas más... Era un tema pegadizo, popular. Lamentablemente, no
prosperó. Lógicamente, quedó registrado y aún sigo esperando la posibilidad de
difundirlo.
¿Sabe por qué? Porque es difícil concebir una idea original.
Mucha gente ha tomado cosas de otros y las ha adoptado como
si fueran propias. A mí me ha pasado, inclusive, con ciertas notas que pretendí
hacer publicar.
—Obviamente, se desprende de esto que no se considera una
letrista de tango...
—No, por supuesto. Yo escribí numerosos cuentos y poemas.
Viajé a veinticuatro países. Estuve en la guerra civil española como periodista.
Creo que soy más que nada eso: periodista. Y escritora. Si me preguntaran por
qué escribí letras de tango, diría que un poco porque sobreviven más, por su
popularidad.
Y porque con una sola
letra, la de Cuando
llora la milonga, gané más que publicando ocho libros.
— ¿Qué tango le gusta?
—No el de ahora, seguramente.
Hay muchas orquestaciones, mucha técnica, pero le han
quitado su carácter de porteño. El tango me gusta hasta 1940. No por los valores
que tiene, sino por la fuerza exultante que trae del mismo país. Además, no
estaba comercializado. Había una emulación legítima, no la que fue impuesta
después. Si un músico creaba algo, otro intentaba superarlo sanamente. El tango
canción alcanza su punto máximo con Filiberto. Hasta 1940. Después viene la
guerra, pierde mercados, y va decayendo en el exterior. A la vez, se tolera una
invasión de jazz que haría perder definitivamente
su sabor auténtico al tango. A tal punto, que ahora es una
mercancía.
Por eso me quedo con el de la guardia vieja. Aunque
reconozco a aquel que va del '25 al '40. Pero después, encuentro que está
desvirtuado.
—O sea, que se perdió para siempre ese mercado entre
nosotros...
—Es que no se le ha hecho una propaganda adecuada. Ha
habido una penetración imperialista de fabulosos capitales que ha permitido que
el tango vegete, mientras los demás ritmos lo iban ahogando. Hubo épocas que se
obligaba a ejecutar
un 50 por ciento de música nacional. Fue cuando a mí se me ocurrió
crear ese nuevo ritmo. Que para mí era muy argentino, pero más rítmico que el
tango. Con letra y características de lo nuestro.
— ¿Qué otros intérpretes le agradan?
—Gardel, por supuesto, aunque me gusta el de la primera
época. Y en la actualidad, me interesa Jorge Sobral.
— ¿Y entre los poetas?
—Aquí ha habido una especial idolatría por Discépolo, y
es un error. Se ha dicho de él que era el Schopenhauer del tango, pero no por el
genio sino por el pesimismo. Ese es el error de Discépolo. Quien sí era un
apóstol era Almafuerte. Un verdadero poeta. Pero hay otras cosas que responden
a lo nuestro. Navarrine, por ejemplo. Temas como Gajito de cedrón. Manzi
y Navarrine son quienes más se acercan a lo nuestro.
— ¿Y usted cómo se considera?
—Como una muchacha proveniente de una familia burguesa con ambiciones
literarias, a quien le resultaba realmente incongruente escribir tangos
lunfardos. Mi padre, por supuesto, jamás supo que era yo quien los escribía. El
no quería que yo fuera demasiado libre.
En María Luisa Carnelli era inevitable. Pese a la voluntad
paterna.
Fuente: 1880 Un Siglo de Tango 1990 - Tomo 1 "La Era Prenatal"
Páginas: 156-157- 158
Páginas: 156-157- 158