miércoles, 14 de enero de 2015

Alfredo Le Pera - Biografía - 14 de enero de 2015

 


ALFREDO LE PERA

Nació en Sao Paulo (Brasil) el 7 de junio de 1900 y murió junto a Gardel en el accidente aéreo de Medellín (Colombia) el 24 de junio de 1935. Sus padres, Alfonso Le Pera y María Sorrentino, eran inmigrantes italianos que hacia 1902 bajaron a Buenos Aires,

En esta ciudad, Alfredo cursó estudios en el Colegio Nacional Mariano Moreno, donde tuvo como profesor a Vicente Martínez Cuitiño, hombre de prensa y de teatro, quien lo acercó al periodismo, inició la carrera médica y cursándola ganó la amistad de José Ingenieros. Muy pronto, sin embargo, la abandonó para dedicarse plenamente al periodismo. Compartió con Julio F. Escobar la crónica teatral de Última Hora, pasó luego a El Telégrafo, como jefe de página y, con esta misma jerarquía, se desempeñó finalmente en El Mando, En tanto, escribía y estrenaba sainetes y revistas escénicas que, ciertamente, no anunciaban al pulcro letrista de Carlos Gardel. Tras cumplir, en 1928, una misión periodística en Estados Unidos y en Europa se vinculó con la empresa Artistas Unidos, para cuyas películas comenzó a escribir los títulos sobreimpresos. De esta época es su viaje a Chile, como autor de la compañía de revistas encabezada por Enrique Santos Discépolo y Tania. Firmó entonces con Discépolo el tango Carillón de la Merced, que, interpretado triunfalmente por Tania, salvó una temporada que amenazaba derrumbarse.

Es probable que Le Pera y Gardel se hayan conocido en Buenos Aires, pues el uno y el otro transitaban las mismas calles, pero la amistad nació en París, en 1932, durante la tercera estada del Mago en aquella metrópoli. El encuentro fue promovido por la Paramount, Le Pera, frecuentador de sets, de quien decíase que había conquistado especiales simpatías de la famosísima Gaby Morlay, se convirtió en el libretista del astro. En esa tarea desplegó un formidable talento, que nadie habría previsto, salvo, tal vez, los sabuesos de Paramount.

Sainetero al fin -y bastante ramplón-, superó Le Pera la tentación del género mínimo y convirtió al Morocho del Abasto en una mezcla, rara pero imperfectible, de muchacho arrabalero, cajetilla, playboy y caballero andante dotado de nobilísimos sentimientos. En los filmes de Le Pera, Gardel se representa a sí mismo, tal como era en la vida cotidiana, canchero y tierno a la vez, reo, gentilhombre, enamorado y derecho. Hornero Manzi censuró aquella suerte de estereotipo creado por Le Pera; el público hispanófono, en cambio, la aprobó por unanimidad.

Las letras de las canciones que Le Pera compuso para Gardel -en las que la influencia de Amado Nervo se acerca audazmente al plagio (cfr. El día que me quieras)- se adecúan magistralmente al personaje y si como poeta no alcanza el vuelo de Manzi, ni la profundidad de Discépolo, ni la porteñidad de Romero, ni el cancherismo de Cele, acierta con algunas frases proverbiales “veinte años no es nada; siempre se vuelve al primer amor; la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser”, que constituyen un ingrediente poco estudiado pero muy propio de la letrística tanguera, utilizado por Cadícamo con notable sabiduría. El lenguaje de Le Pera no es rico; su modesta tropología, anclada en Nervo, se torna reiterativa. A veces, sin embargo, conquista una bella metáfora “un rayo misterioso hará nido en tu pelo “que no desdeñó Neruda. En todo caso, el decoro de su escritura literaria no muestra ninguna grieta.