Luis Adolfo Sierra
Luis Adolfo
Sierra Makintosh nació en París
el 23 de enero de 1916 y murió en
Buenos Aires el 7 de diciembre de
1997. Fue el mayor
crítico del tango, entendiendo aquí
por crítica el estudio analítico y sistemático.
Quien
en 1913 se firmó "Viejo Tanguero" no fue sólo el primer historiador
del tango, sino también su primer crítico. Como prehistoriador lo acredita su
trabajo sobre El tango, su evolución y su historia, publicado en el diario
Crítica en 1913, que hace unos años reedité facsimilarmente para la Academia
Porteña del Lunfardo. Sus crónicas del concurso del "Palace Theatre",
desarrollado en setiembre de aquel año, eran más que crónicas, eran verdaderas
críticas que contraponían dos visiones distintas del tango: la primitiva, que
era la suya, y la de Antonio María De Marchi, acuñada en París. Salvo un par de
notas sueltas de Juan Carlos Lamadrid, fue necesario aguardar la aparición de
Luis Adolfo Sierra en escena, opinando y enseñando, para que surgiera una nueva
disciplina intelectual, que lo es, llamada no impropiamente tangología, en la
que hay sitio para mucha gente: para músicos y poetas, para coleccionistas y
críticos, para historiadores y difusores. Sierra unía a sus vivencias
tangueras, conservadas desde la niñez, un bagaje cultural muy vasto que le
permitía soslayar la improvisación y el ditirambo. Desde sus exposiciones
radiofónicas, desde sus escritos periodísticos, dictó cátedra de tango en una y
otra banda del Plata.
De
niño vivió en los altos de las oficinas de Max Glücksmann, lo que le permitió
tratar, por los años treinta a Gardel, a Corsini, a Maglio, a Cobián, a De Caro.
Concluyó su carrera de derecho, pero sólo ejerció la abogacía para defender a
músicos y letristas. Estudió bandoneón con Pedro Maffia y después de algún
intento de actuación pública junto al inolvidable Enrique (Mono) Villegas,
abandonó el instrumento y se dedicó a indagar el tango como fenómeno cultural.
Aportó lo suyo a la creación tanguística y lo hizo en dos ocasiones memorables:
en 1955 colaboró con él Piazzolla recién regresado de París, en la formación
del Octeto Buenos Aires y, cuatro años más tarde, contribuyó a la formación de
Los Ases del Tango, organizados por Argentino Galván, que representaban un
regreso al tango tradicional.
En
Montevideo colaboró activamente en el Club de la Guardia Nueva, fundado por
Horacio Ferrer. Ha recordado Boris Puga, el gran estudioso uruguayo, que se
aguardaban con expectativa sus visitas al club, donde brindaba charlas de gran
valor, y en cada viaje que los estudiosos orientales hacían a Buenos Aires, «él
era el infatigable anfitrión que nos presentaba figuras del tango: Pedro
Maffia, Pedro Laurenz, Enrique M. Francini, Elvino Vardaro, Eugenio Nóbile,
Ciriaco Ortiz, Julio Ahumada, Argentino Galván, Lucio Demare».
Aparte
de su Historia de la Orquesta Típica (dos ediciones) y de su estudio sobre El
tango romanza, Sierra dejó dispersa una numerosa obra escrita. Sólo para la
Academia Porteña del Lunfardo -de la que fue miembro hasta su muerte- compuso
59 trabajos, sabios y de grata lectura, que darían un valiosísimo volumen.
En
los últimos años, Luisito Sierra confrontó una situación personal muy amarga.
En esas horas no le faltó la solicitud afectuosa de sus amigos de la Academia
Porteña del Lunfardo y de la Academia Nacional del Tango.