Tania
Ana
Luciano Davis nació en Toledo (España). La adivinación del día y el año de su
nacimiento pertenecen al folklore de Buenos Aires. En 1993, el poeta y
publicista Antonio Requeni la hizo nacer con el siglo. La historia oficial
habla de 1908. Discutir la edad de Tania es tan vano como polemizar por la
patria de Gardel: sus datos pertenecen a la historia y ellos son ciudadanos de
la leyenda. De todos modos creo que Gardel nació en Toulouse y que Tania vio la
luz el 13 de octubre de 1895, anticipándose un par de meses a Rosita Quiroga.
Por supuesto, cuando Rosita cantaba estilos por Bahía Blanca (1917), Tania se
arriesgaba en Valencia al cuplé y la tonadilla.
Tal
vez en su vida puedan distinguirse dos etapas. La primera comenzó en Marruecos,
donde conoció, en 1922, a Antonio Fernández, integrante del conjunto Los
Mexican, con quien se casó. Ya trataba de que la llamaran Tania, que no es
vesre ni anagrama del diminutivo de su nombre, sino el que en la vida real
llevaba una de sus amigas. Con el Mexican entonaba y bailaba las españoladas de
rigor: Yo cantaba canciones españolas como La violetera y Agua que no has de
beber, añora todavía. Con una troupe hispánica vino a Buenos Aires en 1924 y al
poco tiempo la contrataron para cantar en Río de Janeiro con un conjunto en el
que militaba el legendario cantor y guitarrista Mario Pardo. La tentación del
tango comenzó a ser irresistible para ella, pero no se fue de boca: ensayó
primero con un tango español que ya era famoso: Fumando espero. La aplaudieron
mucho y el empresario se la llevó al "Chantecler" de la calle Paraná.
Sin duda, Gardel, que tenía buenos motivos para concurrir a ese lugar, la habrá
escuchado cantar alguna vez. Sin embargo, el rico anecdotario del Mago nada
registra al respectó. Tania recordaba que en esa época, a diferencia de otras
cancionistas que vestían la típica pollera y blusa, iba muy elegante y no la
desvelaba su acento español.
Ya
tenemos, entonces, una nueva cancionista de tangos, nacida en Toledo. Los
astros eran Gardel, nacido en Francia, y Corsini, nacido en Italia. Buenos
Aires, la cosmópolis, la ciudad del mundo, era crisol de razas, de lenguas y de
acentos. Cariñosamente decíanle a Tania la gallega y la gallega, antes que
Malena, cantaba el tango como ninguna. Mas no fue en el "Chantecler”, sino
en el "Folies Bergere" de la calle Cerrito donde la escuchó José
Razzano, y lo arrastró a Discépolo: Hay una gallega que canta Esta noche me
emborracho. Sería 1927, quizá 1928. Tania ha relatado con gran ternura lo que
ocurrió: Un día Discépolo me dijo: Tengo un departamento en la calle Cangallo;
vení a tomar un té. Me vestí muy mona y fui. Después del té me propuso que me
quedara y me quedé con él para siempre. Fuimos muy felices, vivimos siempre
como novios. Viajamos por el mundo y le estrené muchos de sus tangos. Discépolo
tenía entonces 26 o 27 años y se había abierto camino (la voz y el transido
decir de la Maizani se lo habían abierto) sin renunciar siquiera a un adarme de
lo que él quería escribir.
Con
él comenzó y terminó la segunda etapa de la vida de Tania. Ella se convirtió en
su cancionista oficial. Ciertamente Malevaje fue estrenado por Azucena y
Cambalache, por Ernesto Fama; Yira... Yira..., por la Bozán y Victoria, por
Pepe Arias; ¿Qué sapa, Señor?, por Tito Lusiardo y Chorra, por Marcos Caplán.
Pero Tania le estrenó Tormenta y Uno, por citar dos piezas liminares, y,
también, Confesión, Desencanto y Carillón de la Merced. Además, le inspiró
muchísimos otros. Él, "tan chiquito y desnudo", encontró en Tania
algo más que una mujer. Tal vez no pudiera decir, como el personaje de Romero,
que en su vida hubiera tenido muchas minas, pero sí que, en cambio, tuvo una
mujer, una supermujer. El lenguaje moderno, que todo lo rebaja, diría que fue
su pareja. Y sí, claro; pero fue más bien un hada madrina. Ella le impartió las
lecciones de vida que Discépolo tradujo en versos de tango. Lástima no poder
decirle ¡Que viva cien años, señora!, porque ya los tiene. Digámosle, como los
reos: ¡No te mueras nunca, Tania!