domingo, 5 de octubre de 2014

Tania - Biografía - 5 de octubre de 2014


                                                           Tania
Ana Luciano Davis nació en Toledo (España). La adivinación del día y el año de su nacimiento pertenecen al folklore de Buenos Aires. En 1993, el poeta y publicista Antonio Requeni la hizo nacer con el siglo. La historia oficial habla de 1908. Discutir la edad de Tania es tan vano como polemizar por la patria de Gardel: sus datos pertenecen a la historia y ellos son ciudadanos de la leyenda. De todos modos creo que Gardel nació en Toulouse y que Tania vio la luz el 13 de octubre de 1895, anticipándose un par de meses a Rosita Quiroga. Por supuesto, cuando Rosita cantaba estilos por Bahía Blanca (1917), Tania se arriesgaba en Valencia al cuplé y la tonadilla.
Tal vez en su vida puedan distinguirse dos etapas. La primera comenzó en Marruecos, donde conoció, en 1922, a Antonio Fernández, integrante del conjunto Los Mexican, con quien se casó. Ya trataba de que la llamaran Tania, que no es vesre ni anagrama del diminutivo de su nombre, sino el que en la vida real llevaba una de sus amigas. Con el Mexican entonaba y bailaba las españoladas de rigor: Yo cantaba canciones españolas como La violetera y Agua que no has de beber, añora todavía. Con una troupe hispánica vino a Buenos Aires en 1924 y al poco tiempo la contrataron para cantar en Río de Janeiro con un conjunto en el que militaba el legendario cantor y guitarrista Mario Pardo. La tentación del tango comenzó a ser irresistible para ella, pero no se fue de boca: ensayó primero con un tango español que ya era famoso: Fumando espero. La aplaudieron mucho y el empresario se la llevó al "Chantecler" de la calle Paraná. Sin duda, Gardel, que tenía buenos motivos para concurrir a ese lugar, la habrá escuchado cantar alguna vez. Sin embargo, el rico anecdotario del Mago nada registra al respectó. Tania recordaba que en esa época, a diferencia de otras cancionistas que vestían la típica pollera y blusa, iba muy elegante y no la desvelaba su acento español.
Ya tenemos, entonces, una nueva cancionista de tangos, nacida en Toledo. Los astros eran Gardel, nacido en Francia, y Corsini, nacido en Italia. Buenos Aires, la cosmópolis, la ciudad del mundo, era crisol de razas, de lenguas y de acentos. Cariñosamente decíanle a Tania la gallega y la gallega, antes que Malena, cantaba el tango como ninguna. Mas no fue en el "Chantecler”, sino en el "Folies Bergere" de la calle Cerrito donde la escuchó José Razzano, y lo arrastró a Discépolo: Hay una gallega que canta Esta noche me emborracho. Sería 1927, quizá 1928. Tania ha relatado con gran ternura lo que ocurrió: Un día Discépolo me dijo: Tengo un departamento en la calle Cangallo; vení a tomar un té. Me vestí muy mona y fui. Después del té me propuso que me quedara y me quedé con él para siempre. Fuimos muy felices, vivimos siempre como novios. Viajamos por el mundo y le estrené muchos de sus tangos. Discépolo tenía entonces 26 o 27 años y se había abierto camino (la voz y el transido decir de la Maizani se lo habían abierto) sin renunciar siquiera a un adarme de lo que él quería escribir.

Con él comenzó y terminó la segunda etapa de la vida de Tania. Ella se convirtió en su cancionista oficial. Ciertamente Malevaje fue estrenado por Azucena y Cambalache, por Ernesto Fama; Yira... Yira..., por la Bozán y Victoria, por Pepe Arias; ¿Qué sapa, Señor?, por Tito Lusiardo y Chorra, por Marcos Caplán. Pero Tania le estrenó Tormenta y Uno, por citar dos piezas liminares, y, también, Confesión, Desencanto y Carillón de la Merced. Además, le inspiró muchísimos otros. Él, "tan chiquito y desnudo", encontró en Tania algo más que una mujer. Tal vez no pudiera decir, como el personaje de Romero, que en su vida hubiera tenido muchas minas, pero sí que, en cambio, tuvo una mujer, una supermujer. El lenguaje moderno, que todo lo rebaja, diría que fue su pareja. Y sí, claro; pero fue más bien un hada madrina. Ella le impartió las lecciones de vida que Discépolo tradujo en versos de tango. Lástima no poder decirle ¡Que viva cien años, señora!, porque ya los tiene. Digámosle, como los reos: ¡No te mueras nunca, Tania!