Pedro Laurenz
Pedro
Blanco Laurenz nació en Buenos Aires el 10 de octubre de 1902 y murió en la misma ciudad el 7 de julio
de 1972.
Pedro Laurenz (Derecha) y sus cantores Bermudez y Linares |
Recuerda
Julio De Caro en sus memorias que cuando Luis Petrucelli, el segundo bandoneón
del sexteto, se alejó, después de haber grabado un solo tango, Todo corazón, en
1925, acudió a un café de Villa del Parque para contratar, en su reemplazo, a
Enrique Pollet, que tocaba allí con la orquesta de Roberto Goyeneche. Después
de escuchar ese conjunto desechó la idea de contratar a Pollet, y se inclinó
por su segundo, un tal Pedro Blanco, hermanastro de los hermanos Félix y
Eustaquio Laurenz. «Yo lo bautizo Pedro B. Laurenz», le dijo don Julio (sólo
tenía 26 años pero le gustaba que le dijeran don). Se lo llevó no más y se
ingenió para retenerlo durante 9 años, hasta 1934, cuando el ya famoso autor de
Risa loca (1926), Berretín (1927), Mal de amores (1928) y de la primera parte
del más tanguero de todos los tangos, Amurado (1926), decidió formar su propio
conjunto. Por supuesto, De Caro le había grabado aquellas composiciones y, en
sus treinta años de actividad discográfica, otros 12 más (a Pedro Maffia, que
lo abandonó en 1926, sólo le grabó 8).
Laurenz
se presentó en "Los 36 Billares". Contaba con músicos tan brillantes
como Alfredo Gobbi, José Niesov y Armando Blasco. Estaba tocando allí cuando lo
sorprendió la noticia de la muerte de Gardel, a quien había encontrado en Niza
pocos años atrás. Fue en el "Paláis de la Mediterranée”, al llegar con la
orquesta de Julio De Caro en 1931. En ese casino cantaba El Mago y Carlos
Chaplin consolaba con May Reeves sus penas de amor y aceptaba los agasajos de
Sadie Barón de Wakefield (que no era baronesa). Con el bandoneón de Laurenz
cantó Gardel Tomo y obligo en el filme Luces de Buenos Aires.
La
orquesta de Laurenz se extinguió prácticamente al mismo tiempo que la de De
Caro, en 1953. Alcanzó a dejar 68 versiones discográficas en una serie iniciada
en 1937 con la Milonga de mis amores (cantada por Héctor Farrell), Vieja amiga
(1938), cantada por Juan Carlos Casas y el afortunadísimo Como dos extraños
(1940), también cantado por Casas. Los antiguos y briosos tangos de Laurenz que
ya había grabado De Caro (los nombrados y, además, La revancha y Orgullo criollo),
tuvieron en la orquesta del maestro un aire nuevo. Nélida Rouchetto, profunda
sabedora de estas cosas (y otras muchas) asegura que Laurenz formó una nueva
escuela musical en la que están sabiamente incluidos Pugliese, Piazzolla y
Salgan. Esa escuela -dice- se define con un discurso musical de acentos
irregulares, o sea rítmicos, que a veces los dejó escritos y otras están implícitas
para que los atienda el ejecutante. Mas no permitamos que se nos quede en el
tintero un tanguerísimo tango de Laurenz, De puro guapo, estrenado en los
bailes del carnaval de 1935 en el Club Independiente y grabado inmediatamente
por la orquesta de Francisco Canaro, con la voz de Roberto Maida en los versos
de Manuel A. Meaños. El autor lo grabó en enero de 1940 con Juan Carlos Casas
en el canto.
En
1960 Horado Salgan tuvo la feliz idea de constituir el Quinteto Real y convocó
a Laurenz (que pertenecía a otra generación, aunque había brillado como él en
la guardia del Cuarenta) para tocar el bandoneón. Durante diez años permaneció
Laurenz en ese conjunto con el que tres veces viajó al Japón. Uno de los muchos
motivos que hay para celebrar la iniciativa de Salgan es el de haber preservado
el sonido del bandoneón de Laurenz, que venía de la etapa fundacional del
tango-música, en un contexto moderno y no exento de alguna in-telectualización.
El vigoroso fraseo de Laurenz no había perdido nada de su empuje cadenero
(recuérdese que el cadenero es el caballo atado al tiro del carro para marcar
el paso hacia adelante a los compañeros de faena). Tanta energía arrojó todavía
sus destellos en el mismísimo "Carnegie Hall" de Nueva York, en una
velada memorable ofrecida el 16 de mayo de 1970. Con ésta coronó cincuenta años
dedicados a su fueye querido. En la mitología del tango ha quedado junto al
otro Pedro, Maffia, de igual a igual. Horado Ferrer le cantó: «Quien lo ha
visto tocar decir pudiera, que no era un jueye, che, lo que apretaba, sino un
potro con teclas, que mandaba sus relinchos de sangre compañera».