Osvaldo
Pugliese
Nació
en Buenos Aires, sobre la calle
Canning 382, en Villa Crespo, el 2 de diciembre de 1905 y murió en la misma
ciudad el 25 de julio de 1995.
Fue
un músico precoz, como tantos otros. A los 16 años ya tañía el piano en los cines
donde la mudez de la pantalla convocaba a la música y a los 19 compuso
Recuerdo, uno de los tangos más importantes de todos los tiempos. En 1923
debutó profesionalmente, como pianista de la orquesta de cámara de radio
Cultura. El mismo día de su debut ejecutó, como solista, un vals de Chopin y
presentó, como autor, una Tarantella de concierto. Había estudiado -lo mismo
que Sebastián Piaña- con Antonio D' Agostino, un maestro apenas mayor que sus
alumnos, quien murió próximo a los cien años. Luego lo hizo con el exigente y
reputadísimo Vicente Scaramuzza.
Cuando
compuso Recuerdo ya se había dedicado por completo al tango. Fue en 1924 y
tocaba, por entonces, en "La cueva del chancho", un pequeño local de Villa Crespo. Sin embargo,
el estreno del famoso tango ocurrió en el café "Mitre también de Villa Crespo, y estuvo a cargo de
un cuarteto liderado por el bandoneonista Juan Fava. El 9 de diciembre de 1926,
el sexteto de Julio De Caro grabó Recuerdo y lo lanzó a la fama. Los versos de
Eduardo Moreno son posteriores y los cantó y grabó por primera vez la adorable
Rosita Montemar, acompañada por guitarras.
La
trayectoria de Osvaldo Pugliese fue larga, perseverante y fecunda. Algunos
hitos que se destacan en el camino, son su participación como uno de los músicos
fundadores del sexteto de Pedro Maffia (1926), la formación del sexteto
Vardaro-Pugliese (1929), el debut de su propia orquesta en el café
"Nacional" (1939), la grabación de su primer disco (El rodeo y
Farol), el 15 de julio de 1943. Como pianista, si bien fue uno de los muchos
tributarios de Francisco De Caro, desarrolló un estilo propio que privilegiaba
la conducción frente al virtuosismo. Su orquesta, adscripta a la escuela
decariana, también tuvo su propio sonido y su propio ritmo, orientado hacia la
bailabilidad, aunque sin detrimento de la riqueza musical ni de la atención
prestada a sus vocalistas, que los tuvo tan precisos como Roberto Chanel y tan
carismáticos como Alberto Moran. Sus versiones de Unión Cívica (instrumental) y
de El abrojito (con canto) deben contarse entre las más felices de cuantas ha
producido el tango en toda la historia de su interpretación orquestal.
La
fama de la orquesta de Pugliese y su admirable y ejemplar lealtad a las ideas
políticas que profesaba y que lo llevaron a la cárcel, mas no bajo ninguna
dictadura, sino por arbitrio de un gobierno popular, han contribuido, tal vez,
a relegar al creador, cuyo haber no se agota, ciertamente con Recuerdo. Páginas
como Adiós, Bardi, A los artistas plásticos, La yumba (que en 1943 preanunció
la vanguardia piazzolliana) y La Beba (publicado en 1934 y grabado en 1972)
colocan a Pugliese entre los grandes creadores, del mismo modo que Igual que
una sombra (versos de Enrique Cadícamo, de los que Enrique Campos dejó, en
1945, una versión insuperable) lo muestra como un melodista de estremecida
sensibilidad popular.
Pocos
tanguistas han sido honrados en vida tanto como lo fue Osvaldo Pugliese. Sin
duda, la torpe aunque efímera persecución política de la que fue víctima le
rentó muchos desagravios en forma de homenaje. Pero si fue un hombre bueno y un
ciudadano intrépido, también fue un gran tanguista y uno de los dos más
valiosos que la guardia del cuarenta dio al tango. El otro fue Aníbal Troilo,