Osmar
Maderna
Osmar
Héctor Maderna nació en Pehuajó (provincia de Buenos Aires) el 26 de febrero de
1918 y murió en jurisdicción del partido de Lomas de Zamora (provincia de
Buenos Aires), el 28 de abril de 1951, por causa de un accidente aéreo. Fue uno
de los diez hijos de Juan Maderna y María Nigro, y el menor de los varones. A
los seis años comenzó a estudiar música con la profesora Leonilda Lugonez de
Azcona y; de chiquilín, por no mirar el tango desde afuera, formó sus primeras
orquestas. Una de ellas, la Vitaphone, fue escuchada ocasionalmente por
Feliciano Brunelli, quien no tardó en convencer a Osmar de que se radicara en
Buenos Aires. Esto ocurrió en 1936, cuando tenía 18 años. Antes de que
cumpliera los 21, Miguel Caló ya se lo había llevado a su orquesta para
reemplazar a Héctor Stamponi (que tenía 22; el director, Caló no era mucho
mayor: 32 años).
Los
cinco años que pasó con Caló fueron decisivos para el jovencito pehuajense. Era
pianista y arreglador. Cuatro bandoneones (Pontier de cadenero), cuatro
violines (Francini al frente) y un contrabajo completaban el conjunto, que pasó
a la mitología tanguera con el nombre de Orquesta de las Estrellas. De aquellos
años es la versión de Sans Souci, que emocionó a su autor, Enrique Delfino.
Seguro
de sus fuerzas, en 1945 Maderna se desvinculó de Caló y formó su propio
conjunto. Allí estaban Leopoldo Federico y su amigo de la infancia Aquiles
Roggero. Se presentó en la confitería "Ruca", luego en el café
"Marzotto", pasó al "Tango Bar”, enfrentó los micrófonos de
Radio Belgrano y Radio El Mundo. La vedette de la orquesta fue naturalmente, el
piano, tocado con ímpetu juvenil y virtuosismo deslumbrante. Alternaba los
clásicos -Chiqué (1946, el peronismo ya había llegado al gobierno y persistía
la censura radiofónica), Ojos negros-, con los modernos -Margo- y con sus
audaces fantasías, que aportaban al tango una musicalidad fresca y briosa (El
vuelo del moscardón, Concierto en la luna, Fantasía en tiempo de tango, Lluvia
de estrellas, Escalas en azul). Los discos que recogían estas composiciones se
vendían sin tasa. En el exterior se interesaban por ellas, y las grabaron Henry
James, George Melachrino y el mismísimo André Kostelanetz, esposo que fue de
Lily Pons. Adscripto a cánones más ortodoxos, Osmar escribió también tangos muy
bellos, como La noche que te fuiste (versos de Catunga Contursi, 1945), y el
famoso vals Pequeña (letra de Homero Expósito, 1949).
Maderna
encontró la muerte en lo mejor de su carrera. Su hermano Miguel recordó que de
niño le gustaba volar y que ya a los 18 años había tomado lecciones de
aviación. Al fin tuvo su avión propio. «Aquella tarde de abril en que se mató,
iba en el avión de un amigo. En el suyo volaba otro. Al verlo comenzó a
filmarlo y, en busca de una mejor toma, se aproximó demasiado y ocurrió la
fatalidad.»
En
mi Crónica General de Tango recordé que Maderna y Piazzolla surgieron
contemporáneamente a un tango que les quedaba chico. A falta de mejor opción,
se inclinaron entonces por lo que ha dado en llamarse el decarismo, pero uno y
otro estaban resueltos a avanzar más allá de Julio De Caro. Maderna alcanzó el
éxito con mayor facilidad que Piazzolla. Éste luchó durante muchos años para
conseguir ser alguien. A Maderna la vida comenzó a sonreírle cuando apenas era
un adolescente. ¿A dónde habría llegado si la fatalidad no hubiera quebrado a
la vez sus alas y las del avión que conducía? Nada más vano que interrogar al
futuro. Pero no debe a su muerte a destiempo el firme lugar que ocupa en la
historia del tango. Lo ocupa por su fantasía desbordante y su virtuosismo
inusitado.