Martín
Darré
Mariano Mores y Martín Darré |
Martín
Vicente Darré nació en Buenos Aires el 26 de mayo de 1916 y falleció en la
misma ciudad el 14 de noviembre de 1991. En 1978 había compuesto la letra y la
música del himno del Campeonato Mundial de Fútbol. De ella dejó dicho: «He
tratado de que la música resulte fácil, pero no tonta. Para la letra he buscado
un sentido educativo; fervor deportivo, pero no localista, sentido de
bienvenida, de cordialidad, de convivencia».
Más
allá y más acá de aquella marcha, Darré era un hombre de tango. Comenzó su vida
profesional como bandeonista y en 1932 se enroló como tal en la popularísima orquesta
de Francisco J. Lomuto. Tenía entonces 17 años. Pronto, sin maestro alguno,
comenzó a estudiar orquestación. Se contó, así, junto a Julio Rosenberg, al
organista belga Julio Perceval y al pianista Sebastián Lombardo en el primer
grupo de músicos que llevaron el tango a los atriles. Fue el alma de la
Orquesta Gigante de Radio El Mundo, en la que se fusionaron directores y
ejecutantes de los conjuntos de Osvaldo Fresedo, Francisco Lomuto, Julio De
Caro, Edgardo Donato, Juan Canaro y Ricardo Tanturi. Al mismo tiempo, hacía
arreglos para la famosa orquesta vienesa de Dajos Bela y para otros cultores de
la música internacional. Luego alternó el tango con el jazz. Sobre esta etapa
de su vida escribió Ben Molar: «Culminó con la aparición de la agrupación denominada
"Héctor y su jazz", con otro de los hermanos Lomuto, la más seria y
cuidada formación argentina en la modalidad, de la que Darré fue responsable
técnico y colaborador en todas sus versiones, que sumarían varios centenares a
lo largo de diez años de existencia. En ese conjunto se desempeñó como
pianista».
Su
regreso full time al tango se produjo como orquestador del conjunto de Mariano
Mores. Buscó entonces -fueron sus Palabras- «unir las esencias más puras de
nuestra música popular con la riqueza instrumental de la gran música». Lo más
positivo, probablemente, de su larga estada en el conjunto de Mores fue que con
ella pudo demostrar Darré una parcela inexplorada de la vasta jurisdicción del
tango, en la que tienen igual derecho de ciudadanía el bandoneón quejoso, el
íntimo pianito, la guitarra orillera -es decir, de esa zona de nadie donde las
orillas de la ciudad se juntan con las del campo-, los vientos, los bronces y
hasta el serrucho que en algunas versiones de la orquesta de Eduardo Bianco puede
parecer un lejano canto de querubes o una insólita quejumbre de ánimas en pena.
Todo timbre, todo sonido puede ser tango; todo timbre, todo sonido alguna vez
fue tango.
Aunque
autodidacto musical, Darré fue hombre de pensamiento muy denso, capaz de dejar
pendiente de su palabra a un auditorio de gente tan andada y tan leída como la
que escuchó su discurso de recepción cuando se incorporó como miembro de número
en la Academia Porteña del Lunfardo. También fue gremialista, y como tal
presidió el Sindicato Argentino de Músicos, logrando que concertistas como
Carlos Pessina, Raúl Spivak y Lía Cimaglia enriquecieran la nómina de
afiliados. Y otrosí fue letrista de algunas composiciones de Mores, como Viejo
Buenos Aires y OK, Mr. Tango, y letrista y músico de El cantar de un tango,
Incertidumbre, Puentecito, Un sueño, etc. Más importancia que a esas páginas,
atribuía, sin embargo, a su condición de miembro titular de la Orden de
Caballería de San Martín de Tours y de la Asociación del Regimiento I de
Patricios.
Murió
un 12 de noviembre, apenas pasado el día de su patrono Martín de Tours. Había
soportado dos intervenciones quirúrgicas que en vano trataron de salvarlo de la
muerte. Menos de 30 días antes de morir, el 14 de octubre, tuvo ánimo para
escribirme: «Quiero justificar mi ausencia a la sesión (de la Academia Porteña
del Lunfardo) correspondiente al mes en curso. Le ruego quiera perdonar mi
falta». Pasará mucho tiempo antes de que el tango engendre otro varón tan
entero.