María
Esther Podestá
María
Esther Podestá nació en Buenos Aires el
24 de noviembre 1896 y murió en la misma ciudad el 18 de setiembre de 1983.
Jorge Miguel Couselo la llamó el último eslabón de un clan célebre. Era el clan
Podestá, fundador del teatro criollo. A los 16 años contrajo matrimonio con
Segundo Pomar, que la doblaba en edad.
Entre
los 643 folletos de la Biblioteca Criolla que el antropólogo alemán Robert
Lehmann Nitsche legó al Instituto Iberoamericano de Berlín puede hallarse uno,
sin mención de lugar ni de fecha de edición, que se titula Últimas canciones de
María Podestá, la rubia cantora. Los mal informados podrían suponer que esa
rubia era María Esther, mas no es así. Es que el árbol genealógico del clan
Podestá es muy frondoso e intrincado. María Podestá era tía de María Esther,
nieta, a su vez, de Jerónimo Podestá (el segundo de los nueve hijos de Pedro
Podestá y María Teresa Torterolo) e hija de José Francisco. Como todos los
miembros del clan, María Esther anduvo por los escenarios en su primerísima
edad. En sus memorias, que confió a la buena pluma de José Miguel Couselo, dice
que debutó a los tres años, en 1899, y que lo hizo cantando vidalitas, trepada
a una silla. Entonces los artistas -así se llamaban los actores y las
actrices-, además de decir gallardamente sus parlamentos, sabían cantar y
bailar y si además eran circenses, también andar por los aires con mucho
donaire.
Actuando,
cantando y bailando llegó María Esther a los 26 años, ya hecha una señora. Sus
grandes ojos, que encandilarían a Enrique Gómez Carillo -periodista guatemalteco,
personaje fugaz y conflictivo marido de la famosísima tonadillera Raquel Meller
eran familiares en los escenarios y en los modestos sets del modestísimo cine
nacional. Desde 1915 era aplaudida vedette de la compañía de Luis Vittone y
Segundo Pomar. En ella, el 6 de junio de 1919, mostró su garra de actriz
haciendo la María Teresa de Gracia plena José González Castillo y Alberto T.
Weisbach. Eso ocurrió en el teatro "Ópera", y muy poco más tarde,
entre las mismas bambalinas, protagonizó un pequeño episodio al que nadie, ni
ella misma, le dio importancia, y al que debe, sin embargo, el recuerdo de los
tangueros, que no somos pocos. El 12 de mayo de 1920 Vittone-Pomar estrenan una
pieza bastante pobrecita de Weisbach y Samuel Linnig, Delikatessen Haas - Bar
Alemán. En escena se desempeña una orquesta de señoritas. Una de las
violinistas -seguramente jabonera, es decir, que tañía cuerdas enmudecidas con
jabón- se llama Blanca y es interpretada por María Esther Podestá, En el elenco
estaba José Muñiz. Es el galán de Blanca. A ésta le pide un camarero,
interpretado por Vittone: "Canta, muchacho, esa canción que cantas en
casa". Y ella canta un tango tramado por Linnig y Enrique Delfino,
Milonguita, seguramente el primer tango de dos partes y en consecuencia el primer
tango canción propiamente dicho. Raquel Meller que ha llegado a Buenos Aires
con su arrogante esposo, contratada para actuar precisamente en el
"Ópera", escucha Milonguita, lo incorpora a su repertorio y lo graba.
Gardel lo lleva también rápidamente al disco fonográfico.
Aún
no hay cancionistas de tango. Estas aparecerán en 1923, cuando Azucena bise
incansablemente Padre nuestro. Por entonces cantan tangos las actrices
-Manolita Poli, María Luisa Notar-, las tonadilleras -Luisa Sala, Linda Thelma-
y los actores -José Muñiz, Drames-. La voz de Gardel y la orquesta de Roberto
Firpo, que lo graba sin canto, salvan, con la Meller, la sobrevivencia de Milonguita.
Muchos
otros tangos cantó en escena María Esther Podestá; muchas canciones de otras
especies musicales. Tuvo una vida larga y laboriosa, una ancianidad lúcida y
adorable. Enalteció un apellido ilustre y con igual solvencia se desplazó en el
picadero y en los estudios de televisión. Tantísimas otras damas de la escena
hicieron lo mismo, tantísimas otras cupletistas se hicieron cargo, con idéntico
cariño, de ese niño indefenso echado al mundo por Contursi y Manolita Poli, que
era el tango canción. Muchas, muchísimas; pero sólo María Esther Podestá, única
y sola, estrenó Milonguita. Y por haber estrenado un tango que presumiblemente no conocerá el
olvido, tiene su sitio en la tangología y en la tanguería.