Manuel
Romero
Manuel
Romero nació en Buenos Aires el 21 de
setiembre de 1891 y murió en la misma ciudad el 3 de octubre de 1954. Fue uno
de los mayores letristas del tango, aunque habitualmente se lo omite cuando se
menciona a los grandes, tal vez porque fue también un grande en el teatro y en
el cine.
Se
inició en el periodismo, estuvo en la legendaria Crítica de Botana, en Última
Hora y en la Montaña. De crítico teatral pasó a sainetero. Su primera pieza
escénica -Teatro breve-, en colaboración con Ivo Pelay-data de 1919. El Gran
Premio Nacional en cuya representación José Muñiz cantó Polvorín, y El bailarín
de cabaret, donde Ignacio Corsini estrenó El patotero sentimental son de 1922.
De 1923, En el fango de París, con Carlos Morganti cantando Buenos Aires; de
1926, Los muchachos de antes no usaban gomina, con José Muñiz y, luego Agustín
Irusta cantando Tiempos viejos, y así, muchísimas más. Un viaje a París lo
deslumbra con las grandes revistas escénicas y se propuso revitalizar ese
género en Buenos Aires. Lo hizo en el viejo teatro "Ópera" , en el
"Porteño" y, sobre todo, en el "Sarmiento", en cuyas
temporadas Sofía Bozán estrenó tangos inolvidables de Romero, tales como Los
vueltas de la vida, Aquel tapado de armiño, Quema esas cartas, Qué querés con ese
loro.
En
1931 llevó su compañía del "Sarmiento" a la capital de España. Tuvo
un éxito aceptable en el teatro de la "Zarzuela", y luego pasó al
"Palace de París", para una breve temporada destinada principalmente
a los turistas. Como recuerda el cantante francés Jean Sablón en sus memorias,
terminado el contrato, el empresario francés Varna montó otro espectáculo en
francés, cuya vedette era Carlos Gardel, quien cerraba la representación
cantando tangos vestidos de gaucho y pulsando una guitarra. Fue entonces
cuando, en conversaciones con Gardel (que ya había filmado los famosos cortos
de Morera), Romero lanzó la idea de filmar Luces de Buenos Aires título
inspirado en City Lights, de Charles Chaplin que se estaba exhibiendo en todo
el mundo).
Romero
aportó el argumento -en colaboración con Luis Bayón Herrera-, escribió las letras
de las canciones y ejerció la dirección de hecho, aunque el director designado
fuese el chileno Adelqui Millar. Como se sabe, Luces de Buenos Aires consagró a
Gardel como la más taquillera de los cantantes del cine hispano, incluido José
Mojica. La filmación se hizo en Joinville, en las cercanías de París. Allí
permanecieron Gardel, filmando Espérame, La casa es seria y Melodía de arrabal
y Romero, dirigiendo las versiones españolas de películas originariamente
habladas en francés: La pura verdad, con Goyita Herrero (y diálogos nada menos
que de Pedro Muño) y ¿Cuándo te suicidas?, con Imperio Argentina en el papel
que en el filme original había desempeñado Noél-Noél.
Aquellos
filmes eran muy malos, pero Romero no se desanimó. Volvió a Buenos Aires, siguió
con sus revistas escénicas, y en cuanto amaneció el cine criollo, se prendió a
él y no lo abandonó hasta su muerte. Su primera película fue Noches de Buenos
Aires (1934), con Tita Merello y Fernando Ochoa, que estaban actuando juntos en
el teatro "París", y la última, Ue Paesano (1953), con Nicola Paone.
Jorge Miguel Couselo, un crítico tan lúcido como informado, le contabilizó 53
películas, 178 piezas teatrales y 146 letras.
Hombre
de ojo audaz, Romero vio astros en potencia en Carlos Gardel, Hugo del Carril y
Alberto Castillo; brindó a José Gola su mejor papel (Fuera de la ley, 1937) e
hizo de Niní Marshall poco menos que una Carlota Chaplin. A él se le debe haber
preservado en el cine la imagen de Florencio Parravicini y de la mejor Paulina
Singerman. Pero aun como cineasta tiene su lugar en la historia del tango. Una
de sus películas se tituló La vida es un tango (1939, con Parravicini, Hugo del
Carril y Sabina Olmos). Cultivaba una cosmovisión tanguera en el teatro y en el
cine. Como dijo un crítico que lo admiraba, Manuel Peña Rodríguez, el tango emuló
su trabajo y del tango provenían sus personajes. Romero, que llegó al cine en
el esplendor de la guardia del Treinta -una guardia cancionera-, murió con la
guardia del Cuarenta, en 1954, justo cuando en Estados Unidos despuntaba Elvis
Presley y en París tramaba Piazzolla la conquista musical de la megalópolis
porteña.