Astor
Piazzolla
Astor
Pantaleón Piazzolla Manetti nació en Mar del Plata el 11 de marzo de 1921 y
murió en Buenos Aires el 4 de julio de 1992, a raíz de una trombosis cerebral
que le sobrevino en París el 4 de agosto de 1990. El nombre Astor le fue impuesto
en homenaje al violinista Astor Bolognini -hermano de Remo y de Ennio-.
Astor
se educó en Nueva York, donde se radicaron sus padres en 1925, En 1930 estudió
bandoneón con Andrés D' Aquila y luego tomó clases de música con el pianista
Bela Wilda, discípulo de Rachmaninov. En 1934 se produjo su encuentro con
Carlos Gardel, junto a quien se lo ve en una escena del filme El día que me
quieras. Regresó a Mar del Plata y allí actuó en conjuntos locales. Radicado ya
en Buenos Aires y tras esporádicas actuaciones en las orquestas de Miguel Caló,
Francisco Lauro y Gabriel Clausi, en 1939 ingresó como bandoneonista en la de
Aníbal Troilo, en la que permanecería durante cinco años. A ese lapso
pertenecen sus estudios de música con Alberto Ginastera, y de piano, con Raúl
Spivak; su matrimonio con Dedé Wolff, el nacimiento de su hija Diana y el de su
hijo Daniel y su bautismo como músico de escuela con su Suite para cuerdas y
arpa.
Separado
de Troilo, comienza a dirigir en 1944 la orquesta de Francisco Fiorentino y en
1946 forma su propia orquesta, con la que actúa en el "Tango Bar" y
en otros lugares céntricos, y compone el que siempre consideraría su primer
tango. El desbande. No abandona los estudios y cursa dirección orquestal con
Hermann Scherchen, en tanto crea algunos tangos memorables, que anticipan la
que comenzará a ser su música: Para lucirse; Contrabajeando, Lo que vendrá,
Prepárense, Tanguango, Triunfal. En 1953 obtiene el premio Pablen Sevitzky con
Buenos Aires, Tres movimientos sinfónicos; en 1954 viaja a París, donde se
produce su encuentro con la gran maestra Nadia Boulanger, en el que define su
futuro. Regresa a Buenos Aires y forma el tan famoso como efímero octeto con
cuyas grabaciones puede decirse que inaugura la era piazzolliana.
De
allí en más, la labor de Piazzolla no admite pausa. Compone ansiosamente y toca
con frenesí. Forma sucesivos conjuntos cuyos integrantes selecciona con rigor y
disciplina con energía. Si se considera que la obra de Piazzolla comienza en
1946 con El desbande y concluye en 1990, con Le grana tango, para cello y
piano, que le estrena Matislav Rostropovich, y con Five tango sensations, que
el mismo año graba con el cuarteto de cuerdas Kronos, se deduce que cubre 46
años, un lapso en el que produjo no menos de ochocientas obras (cifra
estimativa, porque no se ha compilado aún el inventario final de una
creatividad en permanente ebullición).
Es
posible que, hasta ahora, sólo dos de esas creaciones, Adiós, Nonino (1959) y
Balada para un loco (1969), hayan alcanzado repercusión en las grandes masas
populares. Él mismo cultivó una música situada a mitad de camino entre la
popular y la de escuela, burocráticamente llamada erudita. Esa música, sin
embargo, la suya, expresa al porteño de hoy, como el tango villoldeano expresó
al compadrito y la que difundieron las orquestas típicas y los cantores
nacionales entre 1920 y 1960, a la ciudad repoblada por los inmigrantes. Y
además parece expresar también al hombre global -si acaso existe-, a juzgar por
la asiduidad con que la ejecutan músicos de todo el mundo.