viernes, 20 de junio de 2014

Astor Piazzolla 20 de junio de 2014

Astor Piazzolla
Astor Pantaleón Piazzolla Manetti nació en Mar del Plata el 11 de marzo de 1921 y murió en Buenos Aires el 4 de julio de 1992, a raíz de una trombosis cerebral que le sobrevino en París el 4 de agosto de 1990. El nombre Astor le fue impuesto en homenaje al violinista Astor Bolognini -hermano de Remo y de Ennio-.
Astor se educó en Nueva York, donde se radicaron sus padres en 1925, En 1930 estudió bandoneón con Andrés D' Aquila y luego tomó clases de música con el pianista Bela Wilda, discípulo de Rachmaninov. En 1934 se produjo su encuentro con Carlos Gardel, junto a quien se lo ve en una escena del filme El día que me quieras. Regresó a Mar del Plata y allí actuó en conjuntos locales. Radicado ya en Buenos Aires y tras esporádicas actuaciones en las orquestas de Miguel Caló, Francisco Lauro y Gabriel Clausi, en 1939 ingresó como bandoneonista en la de Aníbal Troilo, en la que permanecería durante cinco años. A ese lapso pertenecen sus estudios de música con Alberto Ginastera, y de piano, con Raúl Spivak; su matrimonio con Dedé Wolff, el nacimiento de su hija Diana y el de su hijo Daniel y su bautismo como músico de escuela con su Suite para cuerdas y arpa.
Separado de Troilo, comienza a dirigir en 1944 la orquesta de Francisco Fiorentino y en 1946 forma su propia orquesta, con la que actúa en el "Tango Bar" y en otros lugares céntricos, y compone el que siempre consideraría su primer tango. El desbande. No abandona los estudios y cursa dirección orquestal con Hermann Scherchen, en tanto crea algunos tangos memorables, que anticipan la que comenzará a ser su música: Para lucirse; Contrabajeando, Lo que vendrá, Prepárense, Tanguango, Triunfal. En 1953 obtiene el premio Pablen Sevitzky con Buenos Aires, Tres movimientos sinfónicos; en 1954 viaja a París, donde se produce su encuentro con la gran maestra Nadia Boulanger, en el que define su futuro. Regresa a Buenos Aires y forma el tan famoso como efímero octeto con cuyas grabaciones puede decirse que inaugura la era piazzolliana.
De allí en más, la labor de Piazzolla no admite pausa. Compone ansiosamente y toca con frenesí. Forma sucesivos conjuntos cuyos integrantes selecciona con rigor y disciplina con energía. Si se considera que la obra de Piazzolla comienza en 1946 con El desbande y concluye en 1990, con Le grana tango, para cello y piano, que le estrena Matislav Rostropovich, y con Five tango sensations, que el mismo año graba con el cuarteto de cuerdas Kronos, se deduce que cubre 46 años, un lapso en el que produjo no menos de ochocientas obras (cifra estimativa, porque no se ha compilado aún el inventario final de una creatividad en permanente ebullición).

Es posible que, hasta ahora, sólo dos de esas creaciones, Adiós, Nonino (1959) y Balada para un loco (1969), hayan alcanzado repercusión en las grandes masas populares. Él mismo cultivó una música situada a mitad de camino entre la popular y la de escuela, burocráticamente llamada erudita. Esa música, sin embargo, la suya, expresa al porteño de hoy, como el tango villoldeano expresó al compadrito y la que difundieron las orquestas típicas y los cantores nacionales entre 1920 y 1960, a la ciudad repoblada por los inmigrantes. Y además parece expresar también al hombre global -si acaso existe-, a juzgar por la asiduidad con que la ejecutan músicos de todo el mundo.