viernes, 14 de marzo de 2014

Floreal Ruiz - Biografía - 14 de marzo de 2014

                                                                  Floreal Ruiz
Ruiz nació en el barrio de Flores, en Buenos Aires, el 29 de marzo de 1916 y murió relativamente joven, a los 62 años, el 17 de abril de 1978. Su nombre es el del octavo mes del calendario creado por la Revolución Francesa y corresponde a los días primaverales que corren entre el 20 de abril y el 19 de mayo. El Tata, que así lo llamaban; aunque fuera más joven que Edmundo Rivero y que Enrique Campos, sus colegas en las orquestas de Troilo y de Rotundo, no nació en Floreal, sino en Germinal, que es más perfumado.
En octubre de 1944, cuando lo convocó Pichuco para cubrir la vacante de Fiorentino, Floreal era un cantor exitoso. Dejando de lado su prehistoria, debe recordarse que había cantado con Alfredo De Angelis, desde que éste debutó en el "Marabú”, en setiembre de 1940, y que había grabado con ese conjunto y recibido aplausos sin tasa en presentaciones del Glostora Tango Club. Su estada con Troilo -del "Marabú" al "Tibidabo", como quien dice- se prolongó entre 1944 y 1949. Omar Regalía anotó prolijamente en uno de sus trabajos: desde su primera grabación, Marioneta (6 de octubre de 1944), hasta Lagrimitas de mi corazón, en dúo con Edmundo Rivero (8 de julio de 1948), sus versiones fonográficas fueron 31.
En 1949, el Tata, que había cambiado el "Marabú" por el "Tibidabo", cambió el 'Tibidabo" por "La Enramada". En ese local tocaba entonces la orquesta del uruguayo Francisco Rotundo, esposo de la ex cancionista y a la sazón senadora nacional Juana Larrauri. Rotundo tentó a Floreal con una oferta suculenta: 2.500 pesos mensuales, frente a los 700 que le pagaba Troilo. « ¿Por qué Pancho no me lleva a mí?», masculló Pichuco cuando su cantor le avisó que lo dejaría amurado, como en un tango de Contursi. Troilo llevó para reemplazarlo a Aldo Calderón, que recorrió el camino inverso: del sombrío Palermo a la luminosa Corrientes. Con Rotundo, Floreal hizo una buena campaña. Su aporte y el de otras estrellas -Campos, (Carlos Roldán, y  Julio Sosa- convirtieron la de Rotundo en una orquesta muy solicitada en locales como "El Nacional" y el "Richmond" de Suipacha. Más de veinte versiones jalonan el paso de Floreal por esa orquesta; entre ellas, la logradísima de Melenita de oro.
La caída de Perón significó para Rotundo más o menos lo que el triunfo de Perón había significado para Libertad Lamarque. Los regímenes cambian, las ideologías caducan, pero la discriminación política parece ser siempre una constante en la Argentina. Floreal pasó entonces a la orquesta de José Basso, que tallaba fuerte. De su presencia quedan testimonios como su tercera versión de Marioneta y Bailemos, el afortunadísimo tango de Pascual Mamone. Estuvo con Basso hasta 1964. Comenzó luego su carrera de solista, que fue también muy fecunda. Su prestigio y su carisma habían ganado con los años y el disco no le fue esquivo. Grabó todavía treinta y seis composiciones, más otras tres -las últimas: Sur, Toda mi vida y Una canción-, acompañado por Raúl Garello en un disco de homenaje a Troilo. Luego, la afección a las vías respiratorias, el paro cardíaco y el silencio.

El erudito Néstor Scalone, que además, canta, considera al Tata algo así como el paradigma del fraseador. La palabra fraseo está incorporada en la literatura tanguera. Según la Real Academia el fraseo es el arte de formar, enunciar y entonar las frases. En términos tangueros sería, como anota Ferrer, la «manera peculiar que cada intérprete vocal o instrumental acusa para dividir rítmicamente la frase musical». Rivero, en su estudio sobre el canto de Gardel, dice que el fraseo trata de expresar con propiedad el verdadero sentido de las palabras y su música. Si el fraseo fuera el modo de cantar, diríamos que en Campos era cansino; en Julio Sosa, enérgico, en Rivero, viril; en Charlo, melodioso; en Marino, lírico; en Berón, porteño y esquinero. Pero si el fraseo es el arte de interpretar las frases poéticas con dicción perfecta, que las haga inteligibles, y con un tempo ajustado a su índole, la gran maestra del fraseo fue Mercedes Simone. Floreal fue un cantor que entendía lo que cantaba y expresaba lo que entendía. En ese sentido fue, indudablemente, un óptimo fraseador, y hace bien Scalone en destacarlo.