AGUSTÍN IRUSTA
Agustín
Irusta nació en Rosario el 28 de
agosto de 1902
y murió en Caracas (Venezuela) el 25 de abril de 1987. La postrera
alegría de su vida le fue dada por la aparición de un pequeño libro de
memorias.
El
diario El Nacional, de la capital venezolana, dijo en la nota necrológica:
Actor, trovador, bohemio y sobre todo cantante; hasta hace cuatro meses todavía
daba giras por el interior y se presentaba en la peña tanguera de esta capital,
con 85 años y una gran vitalidad que sólo el cáncer pudo acabar. Vasco duro, si
los ha habido, conservó hasta la vejez cierto aire muchachil que constituía uno
de los rasgos más atrayentes de su persona.
Cantó
desde la adolescencia. Francisco Canaro lo fue a buscar a Rosario para que
cantara con su orquesta los tangos premiados en los concursos de Max
Glücksmann. Había tenido ocasión de escucharlo en Buenos Aires, donde Irusta
formaba dúo con Roberto Fugazot, con Humberto Correa (el autor de Mi vieja
viola), con Luis Scalon, que se radicaría en París. Y a París fue Irusta,
invitado por Canaro; allí integró, por sugestión (¿o decisión?) de Pirincho, el
trío Irusta-Fugazot-Demare, que arrasó las taquillas (y los corazones
femeninos) en Madrid y Barcelona.
Su
actividad, sin tregua, se derrama desde entonces por una ancha fracción del
mundo, primero en el trío y luego como solista. El trío dejó muchos 78 rpm y
dos películas que, aunque rodadas en España, forman parte de la filmografía
criolla: Boliche (1935) y Aves sin rumbo (1935). El solista cantó en la radio,
en el teatro, doquiera se lo convocara. Llevó su canto y su apostura de galán a
un crecido número de filmes. En Puerta cerrada (1936) fue galán de la entonces
diva número uno, Libertad Lamarque, y en Tres hombres del río (1943) se
desempeñó a las órdenes de Mario Soffici junto a Luis Aldas, José Olarra y Juan
José Míguez. También filmó en España La guitarra de Gardel y en México, La hija
del payaso, Bajo el puente, Mujer y La otra, ésta con Dolores del Río.
Primordialmente fue un cantor, pero se manifestó también autor de las letras
que escribió con Fugazot para dos bellísimos tangos de Lucio Demare: Dandy y
Mañanitas de Montmartre, además del famosísimo vals El trovero (música de
Rafael Tuegols) y el encantador Yaraví, que comienza soñando fue que te vi,
encogidita en mis brazos. (Lo atesoro en la voz agreste de Néstor Feria).
Luis
Adolfo Sierra -que lo recordó con emoción en una sesión de la Academia Porteña
del Lunfardo, el 2 de mayo de 1987- lo juzgaba uno de los intérpretes más
importantes de todas las épocas del tango. Fino, simpático, culto,
caballeresco, inteligente, ingenioso humorista porteño para la sonrisa
intencionada y no para la carcajada ruidosa; delicado cantante intimista de
inconfundible fraseo, voz pequeña de impecable musicalidad, afinación perfecta,
de apagada y colorida sonoridad. Artista cabal e intérprete exquisito, entendía
que el tango debe decirse y no gritarse.
Durante
los últimos treinta años de su vida estuvo, por razones familiares, radicado en
Venezuela, desde donde partía en sus giras por Colombia, Ecuador, Puerto Rico,
México, Panamá y los Estados Unidos. También viajaba con frecuencia a Buenos
Aires, un turista en su propio país. Lo recuerdo en el sepelio de los restos de
Francisco Alfredo Marino, el 21 de marzo de 1973. No era distinto al que había
sido compañero de Aída Luz en El patio de la morocha, veinte años antes,
cantando: ¡A ver, mujer! Repite tu canción / con esa voz gangosa de metal, /
que tiene olor a ron / tu bata de percal / y tiene gusto a miel tu corazón.