Gabino
Coria Peñaloza
Según
su libreta de enrolamiento, Gabino Coria Peñaloza nació el 19 de diciembre de
1879 en el pueblo Acequias, provincia de Mendoza. La partida de defunción lo da
por nacido en Tres Acequias, en la misma provincia. Su muerte se produjo en
Chilecito (La Rioja), el 31 de octubre de 1975, poco antes de cumplir los 96
años. Jorge Conté realizó, en 1976, una prolija investigación sobre el
nacimiento de este poeta y la comunicó a la Academia Porteña del Lunfardo, en
cuyo archivo se conserva.
Gabino
pasó su niñez en Villa Mercedes (San Luis), y de joven se radicó en Buenos
Aires, donde vivió la bohemia literaria. Publicó sus versos en las revistas
populares -Caras y Caretas, entre ellas-. Estuvo también con Julio Díaz
Usandivaras en la aparición de la famosa revista Nativa (1923). Su vinculación
con el autor de Quejas de bandoneón (1920) data de cuando Juan de Dios Filiberti
comenzaba a firmarse Filiberto. Su primera colaboración, El pañuelito, es de 1921.
Un crítico entonces famoso, Gastón O. Talamón, escribiría más tarde que aquella
composición y las que siguieron sobre la misma línea -La cartita (1921), El
ramito (1923), Caminito (1926)- son "canciones porteñas que pueden llegar
a figurar al lado de las vidalas, las tonadas, los estilos, los tristes y las
milongas". Filiberto las denominó tangos y como tales han quedado
unánimemente consensuadas.
Caminito
obtuvo entre abucheos, como el Hernani de Víctor Hugo, como el Bolero de Ravel-
el primer premio en un concurso organizado por la Municipalidad de la Ciudad de
Buenos Aires en el año 1926. Fue para carnaval y destinado a canciones nativas.
Pese a los disconformes, Ignacio Corsini cantó esta pieza, con éxito atronador,
el 5 de mayo de 1927, en el estreno del sainete Facha Tosta, de Alberto Novión.
Antes lo habían llevado al fonógrafo Carlos Gardel y la orquesta de Francisco
Canaro, éste en dos versiones sin canto. De ahí en más, la difusión de Caminito
fue universal, y en 1959, siendo intendente municipal el señor Hernán Giralt,
se impuso el nombre Caminito a una calleja de La Boca ("cien metros curvos
desde Garibaldi y Lamadrid hasta Pedro de Mendoza"). Se respondía de ese
modo a un reclamo popular que venía manifestándose por lo menos desde un lustro
atrás. Pero el poeta se disgustó porque decía que sus versos estaban inspirados
en un caminito del pueblo riojano de Olta. No muchos años antes de su muerte,
mediante una iniciativa de Cátulo Castillo, se impuso el nombre Caminito a una
calle de Chilecito. ¿Y el verdadero caminito de Olta, cubierto de trébol y
juncos en flor? ¡Caramba! El tiempo lo había borrado antes de 1920. El mayor
triunfo letrístico, si no económico, de Coria fue, sin embargo, el bello tango
Margaritas, con música de Juan Carlos Moreno González, que obtuvo el premio de
honor del concurso Max Glücksmann en 1929.
En
1926, cuando Caminito comenzó a vencer
al tiempo, ocurrieron otras cosas memorables para el tango. De ese año es la
primera edición de Cosas de Negros, el libro del uruguayo Vicente Rossi. Allí
se queja el autor de que la letra del tango ande vivaqueando en los alrededores
de los conventillos y sollozando en los cabarets. A eso llama Talamón, el mismo
año, encanallamiento arrabalero. Y en ese año se escribe y se estrena el último
gran tango canalla, El Ciruja. Pero también ese año aparecen Discépolo, que no
sólo canta peripecias del arrabal, sino que las juzga para absolverlas o
condenarlas, y aparece Manzi, con Viejo ciego, que canta a la ciudad misma, a
sus hombres, a sus mujeres y a los sueños de los hombres y de las mujeres, con
acento nostálgico y querendón. Manzi representa el triunfo definitivo del
esfuerzo que Coria Peñaloza y Filiberto discípulo éste,
al fin, de Alberto Williams y de
Eduardo Fornarini hicieron por desencanallar al tango, llenándole los pulmones
con los vientos purificadores que soplan desde el campo.