Dante
Linyera
Bautista
Rimoli -que se firmó alternativamente Dante A. Linyera (por alusión a Dante
Alighieri), Carlos Onofre Alvear y Arnaldo Demos- nació en Buenos Aires el 2 de
agosto de 1902 y murió en la misma ciudad el 14 de julio de 1938. Casi un mes
más tarde, el 8 de agosto, el diario Noticias Gráficas informó sobre su muerte.
Fue uno de los colaboradores iniciales de nuestro diario, decía, después de
llamarlo émulo de Betinotti y agregar que dejó de existir en un anonimato
cruelmente incompatible con la vasta labor desarrollada.
Muchacho
de barrio, con aspiraciones literarias que manifestó leyendo vorazmente y
versificando a destajo, aprendió a medir sus versos cuando Álvaro Yunque le
enseñó a hacerlo. En 1923 los publicaba ya muy originales, e impregnados de un pesimismo
que resultaba discepoliano avant lalettre, en la hoy legendaria revista El alma
que canta, fundada por Vicente Buquieri (en realidad, Buccheri). Luego hizo
teatro del que más tarde se llamaría independiente, vio impresas sus poesías en
publicaciones diversas, y el 26 de abril de 1928 editó el primer número de La
canción moderna, una especie de réplica de El alma que canta. De ese mismo año
es su folletito ¡Semos hermanos!, en el que reúne algunos de sus poemas.
Dante
A. Linyera escribió buen número de letras de tango, entre ellas la de Pajarito,
a la que él mismo puso música, que Carlos Gardel grabó en abril de 1930.
Alberto Castillo también dejó una versión fonográfica de esta pieza. Fue
asimismo autor de la letra de Boedo, el gran tango de Julio De Caro, con cuya
orquesta lo estrenó Roberto Díaz, en el cine Renacimiento, el 8 de octubre de
1928. El mismo Díaz repitió la grabación, con guitarras, cantando la letra
íntegra, el 18 de abril de 1929. También grabó este intérprete, con guitarras,
Cocoliche (abril de 1930), y con la orquesta de Luis Petrucelli, Pestañas
negras. Floridita de arrabal hermosa letra dedicada a la calle Boedo, fue
estrenada en 1928 por el dúo Recio-Precona. Otra grabación memorable es la que
Carlos Dante hizo de Si volviera Jesús, con la orquesta de Miguel Caló, en
setiembre de 1935. La orquesta de Julio De Caro grabó, a su vez, aparte de tres
versiones -todas sin canto- de Loca Bohemia, (sobre la música de Francisco De
Caro), Cómo nos divertimos, con estribillo cantado por Luis Díaz, Hasta el otro
carnaval, con el mismo chansonnier, y Yo me quiero divertir, sin canto. Otras
letras de Linyera son también las de A la francesa, con música de Enrique Mónaco;
Ridi, pagliaccio, musicado por Alberto Cima; Yo soy el payaso, música de Alfonso
Lacueva; Milonga del bien perdido, en colaboración con Ángel Greco, etc.
Rimoli,
que fue un notable poeta popular, de una fecundidad admirable, capaz de tocar
temas muy disímiles y de escribir en verso o en prosa con igual facilidad, no
fue, en cambio, un gran letrista. Más que como tal, merece ser recordado -y
honrado-corno difusor del tango, esa creación maravillosa de Buenos Aires que
amó entrañablemente y a la que dio mucho más que cuanto recibió de ella. Su
revista, sabiamente administrada por Julio Korn, se convirtió en Radiolandia
cuando el mercado así lo exigió. Para entonces, Linyera ya estaba esperando la
muerte en el manicomio, allí donde también la esperaron y la recibieron Pascual
Contursi y Eduardo Escáriz Méndez. Él había alentado, en 1928, la carrera
tanguística de Discépolo, al que llamó filósofo antes de que otro lo hiciera, y
con quien compartía la misma cosmovisión pesimista y esperanzada a la vez.
Desde
las páginas de La canción moderna, muy leídas, promovió sin egoísmo a multitud de
músicos, de poetas, de intérpretes. Otro, tal vez, en su lugar, y que fuera,
como él, un letrista de discreto para arriba, habría colocado gran número de
criaturas suyas en los repertorios de los músicos, de los cantores y de las
grabadoras. Linyera no lo hizo; las grabaciones de sus piezas son escasas. Como
un sanmartiniano del tango lo dio todo sin pedir nada. Este año, 1998, la
Academia Porteña del Lunfardo y la Academia Nacional del Tango entregarán, en
forma conjunta, el título de Benemérito del Tango a un admirable estudioso,
crítico y difusor radicado en Chivilcoy; Gaspar J. Astarita. Creo que el mismo
título habría que otorgar, con carácter póstumo, a Dante A. Linyera.